KABUL (AFGANISTÁN).- Dice el general Stanley McChrystal, comandante en jefe de las tropas estadounidenses en Afganistán y la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), que los talibanes ganan terreno en Afganistán y avanzan desde sus bastiones tradicionales en el sur hacía áreas del norte y del oeste del país. Aunque sólo lleva dos meses aquí sabe de qué habla. Sus sabrosas declaraciones han sido recogidas en el Wall Street Journal.
Salgo a las calles de Kabul con una pregunta en la mente: ¿Quién cree que está ganando la guerra: los talibanes o las tropas gubernamentales e internacionales? Me dirijo primero a Dasht-e- Barchi, el populoso y deprimido barrio habitado por centenares de miles de hazaras, una etnia de origen mongol y de religión chii.
La simple palabra talibán provoca pavor entre los hazaras. Durante su implacable gobierno, los miembros de esta minoría fueron tratados como animales. "Van a hacer mucho daño, pero no conseguirán derrotar al gobierno", afirma el doctor Ramazan Ahmedi, que se queja de la falta de voluntad política para "destrozarlos definitivamente en el campo de batalla".
El comerciante Said Ghana Gha no tiene dudas: "El gobierno los derrotará sin piedad". En cambio, Ali Zafad pone la respuesta en "manos de Dios", aunque después se anima a concretar: "Los talibanes ocuparían el país con facilidad si las tropas internacionales se retirasen".
La profesora Fawzia Gasnawai es la única mujer que acepta responder "porque me gusta mucho la política". "Los talibanes viven en la oscuridad, ocultos como espías. En los distritos rurales han conseguido reclutar a muchos militantes en las mezquitas. Pero creo que las tropas internacionales les pararán los pies", dice esta joven de 24 años, jefe de estudios de una escuela primaria mixta con casi 200 alumnos.
Mientras me desplazo por la ciudad recuerdo que el Consejo Internacional sobre Seguridad y Desarrollo asegura que los talibanes controlan el 72% del país, casi un 20% más que en 2005. El número de ataques contra tropas de Estados Unidos y la OTAN se han multiplicado por seis. Y la acumulación de bajas de Estados Unidos y de otros países con tropas de combate comienza a ser preocupante.
Llego al barrio de Kartenau y me deslizo por algunas callejuelas en busca de paseantes o comerciantes pastunes. "Hace una semana milicianos talibanes me pararon en un retén en la provincia de Logar, a una hora de aquí, y me increparon por no llevar barba", explica Amanula Fazli.
Se arremolinan varios pastunes. Todos recuerdan la época talibán y sus sentimientos están divididos: "Eran radicales en su forma de imponer el código islámico, pero también nos dieron la seguridad que habíamos perdido en los años anteriores". Bacharmal es pragmático: "Prefiero esta época porque hay más dinero para comprar".
Casi todos consideran que "el día que se vayan las fuerzas extranjeras comenzaremos a resolver nuestros problemas". Pero Bacharmal tiene una opinión diametralmente distinta: "Ese día nos comeremos unos a otros".
Al otro lado de la calle el pastún Haji Golab le echa toda la culpa a Pakistán: "Sus servicios secretos apoyan y arman a los talibanes y las bases de apoyo al otro lado de la frontera impedirán el triunfo de nuestro gobierno". Este antiguo muyahidín, que no conoce la paz desde que cumplió los 11 años, confiesa que la solución está en "negociar con ellos" y aceptaría un nuevo gobierno talibán si "permite la escolarización de las niñas y el libre comercio".
Los talibanes han creado gobiernos "en la sombra" en amplias zonas de Afganistán y en los alrededores de la capital, según una investigación realizada por la agencia estadounidense Associated Press. Las víctimas civiles causadas por los bombardeos aéreos, los registros domiciliarios y la detención de sospechosos en las zonas rurales del país han provocado la disminución del apoyo que los estadounidenses y sus aliados tuvieron tras la caída del régimen talibán a finales de 2001.
La visión de los tayikos está a medio camino entre el optimismo hazara y el pesimismo pastún. "Nuestra debilidad es la falta de un ejército nacional preparado para combatir contra ellos", comenta el tayiko Nor Akha, que sirvió como militar en los tiempos del gobierno prosoviético de Mohamed Najibula. Confiesa que le gustaría que los soldados extranjeros se fueran de su país, pero el resultado "sería de nuevo el caos".
Mur Shid no quiere precisar su profesión aunque parece un funcionario del gobierno. "Las próximas elecciones son claves. Tiene que producirse el triunfo claro de alguno de los candidatos y debe mantenerse la coordinación entre las fuerzas de seguridad afganas y los soldados internacionales", comenta. Según este elegante tayiko, "Estados Unidos ayuda al gobierno, pero otras potencias regionales están armando a los talibanes".
El tayiko Husmand Aman tiene una opinión más retorcida: "Los extranjeros dividen la ayuda militar entre las fuerzas gubernamentales y los talibanes con el objetivo de equilibrar la balanza bélica y justificar una presencia permanente en nuestro país. Han venido a defender sus intereses estratégicos y no les interesa el sufrimiento de la población afgana".
Las declaraciones del general Stanley McChrystal son sorprendentes porque estamos a una semana de que se celebren las elecciones generales afganas, pero ya forman parte de un catálogo de reflexiones realizadas por distintos jefes militares y políticos durante los últimos años, según recogía el analista Conn Hallinan en el número 31 de Dossier Vanguardia.
Hace algo más de un año, el embajador de Gran Bretaña, Sir Sherard Cowper-Coles, advirtió en un memorando secreto que la situación de seguridad estaba empeorando al mismo ritmo que el gobierno de Hamid Karzai iba perdiendo la confianza de los ciudadanos y que la presencia militar extranjera "es parte del problema, no parte de la solución".
El general de brigada Mark Carleton-Smith, el máximo responsable de la misión militar de su país, afirmó sin rodeos a un periódico que "nos vamos a ganar esta guerra". El general Jean-Lois Georgelin, jefe de Estado Mayor francés, expresó lo mismo con otras palabras: "No hay solución militar a la crisis afgana".
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