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La U55: ¿una línea de metro para los turistas de Berlín?

  • El recorrido cubre dos kilómetros de distancia y tiene tres estaciones
  • La línea sale de la estación de ferrocarriles hasta la Puerta de Brandenburgo
  • Su construcción ha costado alrededor de 320 millones de euros
Por ANDREU JEREZ (SOITU.ES)
Actualizado 11-08-2009 18:18 CET

BERLÍN.-  Este fin de semana, Berlín ha inaugurado una nueva línea de metro: la U55. Y ha llegado cargada de polémica: primero, porque su recorrido no está enfocado al berlinés, sino más bien al turista; y segundo, porque ha costado más de 300 millones de euros.

La U55 presenta unas características muy peculiares. Para empezar, es la línea más corta de toda la ciudad (quizá incluso una de las más cortas del mundo): su recorrido apenas cubre dos kilómetros de distancia, desde la estación central de ferrocarriles hasta la Puerta de Brandenburgo, pasando por el Parlamento alemán (tres estaciones en total); la U55 no cuenta con conexiones directas con otras líneas de metro. Como la han definido con guasa algunos diarios de la ciudad, es como un islote rodeado de medios de transporte y aislado en tres estaciones bien autistas; y, por último, una de sus estaciones, la del Bundestag (el Parlamento federal alemán), es la más cara de todas las estaciones subterráneas berlinesas: su construcción ha costado alrededor de 60 millones de euros.

Para ver terminada la U55, se ha tenido que esperar casi 14 años, el tiempo que hace que comenzaron las obras. Acabarla ha salido finalmente por alrededor de 320 millones de euros, una suma nada despreciable si se tiene en cuenta que el Estado de Berlín acumula unas deudas estimadas en 60.000 millones de euros. El precio y el aislamiento de la U55 no tardaron en levantar críticas entre la opinión pública: ¿por qué pagar esa suma por una línea de metro que los ciudadanos apenas utilizarán?, se preguntan algunos. Lo cierto es que más bien pocos berlineses de nacimiento o adopción utilizarán diariamente la U55: es difícil imaginarse que un habitante de Berlín tome la línea en la estación central de ferrocarriles para desplazarse hasta el Parlamento (apenas alejado unos 600 metros) y mucho menos para ir hasta la Puerta de Brandenburgo, el destino preferido de los turistas que peregrinan en masa al símbolo de la capital alemana, pero donde nadie tiene su residencia.

La U55 fue oficialmente inaugurada el sábado: sus tres flamantes estaciones quedaron abiertas al público, y por ellas circularon unas 70.000 pasajeros durante el fin de semana. ¿O habría que decir 70.000 visitantes? La atracción de la novedad es grande, pero una vez pasada, asaltan las dudas sobre el auténtico uso que tendrá la U55. Un paseo por la recién estrenada línea el lunes a las 11 de la mañana parece confirmar esos temores...

Al llegar a la mastodóntica estación central de trenes, el pasajero encuentra a duras penas la entrada a los andenes de esta nueva línea: la boca exterior todavía está rodeada por vallas de obra. Los carteles de señalización colocados en el interior de la estación confunden a aquellos que no están familiarizados con el transporte público berlinés. Una vez en las escaleras que dan a los andenes de la U55, es fácil darse cuenta de que la mayor parte de pasajeros que esperan en la elegante estación son turistas. A los pocos berlineses se les distingue por vestir de forma más desaliñada que el resto, tener cara de no tener nada mejor que hacer que visitar la nueva línea de metro y por no llevar una cámara de fotos colgando y un mapa perennemente pegado en la mano.

Cuando le preguntamos a uno de ellos si es berlinés, nos responde con un orgulloso acento típico de la capital alemana: "Icke?...ja, icke bin berliner" (¿Yo? Sí, soy berlinés...). "Esto me parece un absurdo absoluto...¿para qué queremos una línea que no nos lleva a ninguna parte. Desde luego, está claro que está pensada para los turistas. ¿Qué que hago aquí entonces? Pues ver lo que los políticos hacen con mis impuestos...", se queja este alemán.

Llega el primer tren: vagones lacados con el típico amarillo del metro de Berlín, flamantemente nuevos, pero con una tela muy parecida a la que utilizan —con muy mal gusto— para tapizar los sillones de los vagones del resto de líneas. El metro en dirección Brandenburgo Tor sale puntualísimo, y apenas un minuto y medio después llegamos a la parada del Bundestag. Ya hemos recorrido medio camino. Nos bajamos y admirados la enorme (y cara) obra de ingeniería. Columnas frías y grises culminadas con claraboyas nos reciben.

Allí nos encontramos con Gunther, un berlinés jubilado de la periferia que pasea por la estación con los brazos cruzados tras la espalda: "Desde luego, no necesitamos esta línea para nada, pero tampoco encuentro mal que la hayan construido. El turismo la necesitará y eso es una fuente de ingresos para la ciudad". Gunther habla de la imposición del Gobierno federal de continuar la construcción: el alcalde de Berlín, el socialdemócrata Klaus Wowereit, anunció su intención de cancelar las obras de la U55 a mitad de la construcción. El Gobierno federal le comunicó que si así lo decidía, el Senado de Berlín tendría que devolver los 128 millones de euros ya invertidos. La maniobra se hubiera convertido en una pérdida absoluta de tiempo y dinero para las ya malogradas arcas de la ciudad.

El último tramo de la línea nos lleva a la última estación, la de la Puerta de Brandenburgo. En apenas dos minutos llegamos a nuestro destino. Ha sido bautizada por algunos como la estación de la (re) unificación alemana: sus bocas dan al punto más simbólico del muro que dividió la ciudad durante casi 30 años. Las paredes de la estación están plagadas de fotos y referencias a momentos históricos que se vivieron en el escenario que simbolizó a la perfección la tensa paz provocada por la Guerra Fría.

"Este tipo de obras son necesarias en nuestro país, donde siempre estamos discutiendo si debemos remover el pasado. Crean puestos de trabajo y nos permiten mirar al futuro, liberarnos de los sentimientos de culpa que sigue arrastrando el pueblo alemán". Habla Gerhard, un actor jubilado de 80 años residente en Berlín. Gerhard, que vivió en persona la caída del muro, reconoce que por el momento la línea no será de gran utilidad para los berlineses. "Lo será cuando se prolongue hasta Alexander Platz". Oficialmente, algo previsto para 2017: con todo, muchos dudan de la viabilidad de la obra. Mientras tanto, la nueva (y polémica) línea de metro berlinesa seguirá aislada como un islote entre una amplia y eficaz red de transporte público y un larga ristra de reliquias de la Guerra Fría.

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