Al tiempo que el presidente Álvaro Uribe viajaba por la región en busca de explicar el acuerdo con Estados Unidos para el uso de bases militares en el territorio colombiano, Semana ha hecho también un recorrido por la mayoría de los países visitados, para medir la forma cómo el tema es percibido en las capitales del subcontinente.
En Lima, Uribe es percibido como un aliado natural. "El presidente Uribe es un amigo del Perú y es muy querido acá. Es visto como un hombre fuerte que ha puesto en jaque a las FARC, una figura no de autoritarismo sino de autoridad", afirma Carlos Novoa, editor internacional del diario El Comercio de Lima. Según explica, el tema de las bases no molesta en el Perú, salvo a algunos sectores favorables a la corriente política de Chávez como el Partido Nacionalista de Ollanta Humala. "Además, Alan García tiene motivos sentimentales y políticos para acercarse siempre a Colombia".
El presidente Alan García pertenece al Apra, y Colombia le otorgó asilo tanto a su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre, como al propio García cuando fue perseguido por el Gobierno de Alberto Fujimori. A eso hay que sumar que Perú entiende la sensibilidad colombiana en el tema de la lucha antiterrorista mejor que otros países, pues ha enfrentado a grupos como Sendero Luminoso.
Además, García ha tenido choques con el presidente boliviano Evo Morales y, en el pasado, con Hugo Chávez. "Hay una afinidad muy grande entre los presidentes García y Uribe, y una distancia con todo este eje Chávez-Morales-Ortega-Correa", dijo a Semana el analista político y ex ministro del interior Fernando Rospigliosi. Incluso en el contexto de Unasur, le apuesta al apoyo peruano. "Mi impresión es que va a haber un respaldo a Colombia, dado el contexto de estas fuerzas claramente enfrentadas a nivel de Sudamérica. Yo creo que no solamente hay una afinidad sino que va a haber un respaldo".
En Chile, Uribe logró su primer cometido. La semana anterior, la presidenta Michelle Bachelet se había mostrado de acuerdo con su par brasileño Luis Ignacio Lula da Silva, cuando afirmó que no quería más bases de Estados Unidos en la región y pidió debatir el tema en Unasur. Pero tras la reunión en el Palacio de la Moneda, el canciller Mariano Fernández dijo que Chile "respeta la soberanía, el interés nacional y las decisiones políticas de cada país en este continente, y en este caso particularmente de Colombia".
"Todos saben que Unasur es un invento brasileño que significa cosas diferentes para cada uno de sus miembros. Para Chile, es una iniciativa de diálogo e integración. Por eso, el tema de las bases militares se entiende como un problema de Colombia, no como una cuestión regional", dijo a Semana Patricio Navia, politólogo y profesor de la Universidad Diego Portales.
El diario La Tercera dedicó un editorial al tema. Según éste, la diplomacia chilena "entrega un justificado apoyo, aunque tardío, a un socio regional que, seguramente, había sido sorprendido por la reacción inicial adoptada por Chile". El editorial cuestiona que "las críticas de la mandataria alinearon a Chile con Venezuela y Ecuador, miembros del bloque de la Alianza Bolivariana para las Américas y defensores de un modelo de desarrollo y un estilo político opuestos a los de nuestro país". También asegura que la reunión del consejo de defensa de Unasur es "una oportunidad para mostrar que Chile apoya con convicción a sus aliados colombiano y estadounidense y que las dudas que se dejaron ver en una primera instancia han quedado definitivamente atrás".
En Buenos Aires, el asunto se toma con más distancia. "La posición de Cristina Kirchner es consecuente con la que sostuvo durante la crisis entre Colombia y Ecuador y en este asunto, va de la mano con Brasil", opinó el especialista en relaciones internacionales Andrés Repetto. "Nos preocupan las relaciones adolescentes y no estratégicas entre los presidentes, que se mueven más por amistades personales, y ese tipo de adolescencia nos puede costar muy caro". Agregó que "también me preocupa que todo parece ser parte de una situación general. No sé cuál es la intención de Estados Unidos, que se quedó sin bases en Ecuador. Me parece que no está claro para qué son las bases, y si es cierto que le han dado tan duro a las FARC, entonces no se entiende."
El Gobierno brasileño es quien ha expresado con más vehemencia su malestar. Horas antes de que Uribe llegara a su escala más importante, el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, general Jim Jones, se entrevistaba con las autoridades brasileñas, que le pidieron garantías de que las bases sólo serán usadas para combatir el narcotráfico y para fines humanitarios. "No hay nada debajo de la mesa", aseguró el militar, aunque no dio las garantías pedidas.
Fabián Calle, de la revista argentina DEF, especialista en defensa dijo a Semana desde Brasil que "las críticas de Lula a las bases del Comando Sur-Pentágono en Colombia, son un correlato natural de una tensión subyacente desde hace tiempo, acentuada con el Plan Colombia, el ataque a territorio de Ecuador y la cuarta flota, entre los intereses geopolíticos de Brasil y Estados Unidos por la Zona amazónica y sus recursos y yacimientos petroleros y de gas en el Atlántico". Sin embargo, Calle señala que el acercamiento brasilero a China, Rusia, Francia e Irán, y sus estrechos lazos con Chávez, "son una muestra de una apuesta a tener un peso internacional mucho mayor y juego propio".
En ese sentido Roberto Godoy, analista de O Estado de San Paulo, cree que "es incómodo tener estas bases en la boca de la Amazonia", y señaló que desde hace tiempo, las Fuerzas Armadas de Brasil vienen desarrollando un programa para transferir instalaciones hacia esa estratégica región. Van a enviar 30 pelotones de frontera, crear la base de Tamarinha en el Alto Amazonas, un grupo de aviones caza en Manaos, a lo que se suman los 12 helicópteros comprados a Rusia, conocidos como "tanques voladores", al tiempo que se aumentará el pie de fuerza y se modernizará del sistema integrado de vigilancia que cubre 5 millones de kilómetros cuadrados. "Nada de esto es una reacción a la instalación de las bases norteamericanas, porque todo comenzó antes", explicó Godoy, pero resaltó que es inevitable que la presencia de las bases ponga nervioso al gobierno en Itamaraty.
Juan Gabriel Tokatlián, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Torcuato di Tella en Buenos Aires, lo expresa así: "Si es cierto que Colombia ha sido tan exitosa en desmantelar a los paramilitares, a las FARC, al ELN, si ha avanzado tanto en la erradicación de cultivos ilícitos, si ha encarcelado a la mayoría de los jefes del narcotráfico, entonces, ¿qué explica tener más bases norteamericanas? Ésta es la primera razón de aprehensión y perplejidad en la región". La segunda duda tiene que ver con las motivaciones de la presidencia de Barack Obama: "Cuando uno ve lo que dicen en Estados Unidos, la cuestión de las bases se coloca en el contexto de sustituir la base de Manta y de darle al Comando Sur un despliegue que excede al narcotráfico. Sería el primer caso en América Latina de un país que sirva de 'proxy' —delegado— frente a otros", Y concluye que "Brasil no interpreta que esto tenga que ver con Venezuela, sino que le va a permitir a Estados Unidos estar más próximo a la Amazonía".
Los profesores Roberto Russell y Fabián Calle señalan la extensión, en los últimos años, de los intereses de seguridad de Estados Unidos en América Latina, en lo que ellos llaman "periferia turbulenta": el Pentágono "percibe nuevas y mayores turbulencias en América Latina" y se prepara para actuar en respuesta, subrayan. Parte de esa preparación es establecer un mayor número de bases militares.
Como dijo a Semana el diputado chileno Marcelo Díaz, "este asunto seguirá generando un debate que es necesario transparentar en nuestra región. Lo clave aquí es que nuestros países actúen con prudencia y que una decisión como la de Colombia no se constituya en excusa para que se busquen otros gestos desde otros países. En otros tiempos, la presencia de Estados Unidos a través de estos mecanismos significó graves consecuencias para nuestra región y, en ese sentido, la Casa Blanca tiene que asumir las lecciones que esos episodios han dejado."
* Este artículo se ha publicado originalmente en la edición digital de la revista colombiana Semana.
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