Rabat.- La apuesta por la senda europea, gracias al estatuto avanzado de asociación con la UE, dicta la pauta de la política exterior marroquí, que, por otro lado, sigue muy marcada por el conflicto sobre el Sahara Occidental.
La frenética actividad diplomática desplegada por el rey Hasán II (1961-1999) ha sido sustituida en los diez años de reinado de su sucesor, Mohamed VI, por un alejamiento de los focos internacionales, lo que ha contribuido a encriptar los designios del monarca.
El Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación -cuyo titular es Taib Fasi Fihri- sigue siendo una de las llamadas "carteras de soberanía" designadas directamente por el rey, lo que evidencia el control directo que Mohamed VI ejerce todavía sobre su diplomacia.
Fuera de toda duda está la vocación europeísta de Mohamed VI, quien ya en un discurso en 2000, un año después de ser coronado, aseguró que su país ya estaba preparado para convertirse en un socio preferencial de la UE.
No en vano, en su doctorado en Derecho por la Universidad Sofía-Antípolis de Niza, el monarca defendió la tesis "La cooperación entre la Unión Europea y los países del Magreb".
Finalmente, en octubre de 2008, los ministros de Exteriores europeos rubricaron en Bruselas la concesión a Marruecos del estatuto avanzado, que en un futuro llevará a la plena integración económica del reino magrebí y la eliminación de todas las barreras arancelarias y no arancelarias.
"Todo, menos las instituciones" es el "mantra" que repiten los funcionarios europeos para definir el grado de asociación.
Como explica el representante de la UE en Rabat, Bruno Dethomas, "el estatuto no nace de la generosidad, sino de la convicción de que si Marruecos no se desarrolla, eso repercutirá negativamente en Europa, en términos migratorios, de tensión...".
Eso explica que el acuerdo tenga un marcado acento económico, aunque vaya acompañado de una profundización política, cuyo símbolo más visible serán las cumbres entre el rey Mohamed VI, en su calidad de jefe de Estado de Marruecos, y los máximos representantes de la Unión.
Está previsto que España organice la primera de estas citas durante su presidencia de turno de la UE, en el primer semestre del año que viene.
En la negociación sectorial para el acuerdo de libre comercio que ya ha comenzado entre Bruselas y Rabat, se espera eliminar las restricciones arancelarias en la industria antes de marzo de 2012, liberalizar los servicios antes del final de 2010, y, finalmente cerrar las cuotas agrícolas y pesqueras antes de que acabe este año.
"El agrícola no será un acuerdo muy importante", señala Dethomas ante los temores de los agricultores mediterráneos -sobre todo españoles, franceses e italianos- por la competencia marroquí.
Al margen de sus relaciones con Europa, Marruecos ha desarrollado en el último decenio un especial interés por el África subsahariana, una región marginada por Hasán II y a la que Mohamed VI ya ha viajado en media docena de ocasiones.
Pero si hay una verdadera vara de medir en las relaciones internacionales del Marruecos del siglo XXI ésa sigue siendo el conflicto del Sahara Occidental.
En enero de este mismo año, en una decisión fulminante, Rabat ordenó el cierre de su embajada en Caracas por "las medidas de apoyo a la pseudo-RASD (República Árabe Saharaui Democrática) adoptadas por el Gobierno venezolano".
Por contra, otros países latinoamericanos que no reconocen a la RASD, como Paraguay o Brasil, gozan de unas relaciones políticas fluidas, con constantes visitas bilaterales en las que nunca faltan adhesiones a la iniciativa autonómica que propone Rabat como solución para el Sahara.
La ex colonia española está también en el centro de la parálisis del viejo proyecto de la Unión del Magreb Árabe, que en febrero cumplió 20 años, pero que permanece agostado a causa de las tensiones entre Marruecos y Argelia por el Sahara Occidental.
Las rotundas e imprevisibles decisiones de la diplomacia marroquí han implicado también recientemente a Irán, país con el que, después de un rifi-rafe el pasado marzo, se rompieron las relaciones diplomáticas.
La causa oficial, las supuestas pretensiones iraníes sobre el pequeño país de Bahrein, no fue más que un barniz bajo el que se ocultaba la preocupación del monarca alauí por la penetración chií en su país, espoleada, según Marruecos, desde Teherán.
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