"¿Tú no te has enamorado nunca de un chico? Pues es lo mismo. Yo me enamoré de Cristo". Así de directa es la respuesta de una monja clarisa cuando se le pregunta cómo acabó tan joven en un monasterio de clausura. Amplia sonrisa y mirada clara la de esta mujer de 23 años que ha elegido la contemplación como forma de vida. En Lerma, al sur de Burgos, hay tres conventos de clausura de tres órdenes distintas: monjas clarisas, carmelitas y dominicas. Pero son las clarisas las que conocen la receta del éxito vocacional y quienes reciben más postulantes, llegadas de cualquier punto del país o del extranjero. Y las que llegan pueden ser creyentes o no, vinculadas a grupos religiosos como el de 'los kikos', o que simplemente responden a la llamada de su fe.
Este municipio es lugar de parada del viajero y el turista. Muchos conocen sus fiestas o los dulces de las hermanas clarisas, pero no todo el que llega a Lerma sabe que tras los robustos y austeros muros del Monasterio de la Ascensión de Nuestro Señor vive una de las comunidades religiosas más numerosas y jóvenes de Europa. 131 mujeres, con una media de 35 años de edad, forman la orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara y son desde hace años un fenómeno para la comunidad católica debido al creciente número de vocaciones. ¿Qué tendrá el monasterio de las clarisas que tantas mujeres lo eligen para ordenarse?
Las hermanas clarisas viven de las donaciones y del dinero que obtienen de la venta de sus productos: dulces caseros, CDs que reúnen sus canciones y el libro 'Ven y verás', que ellas mismas escribieron para contar al resto del mundo su vida y su camino. En este libro se encuentran los relatos de 93 de las hermanas, conformando un detallado recorrido del reencuentro con la fe en muchos casos, y en otros, un episodio más de su peregrinar en la vida religiosa. "Me apasionaba Cristo y su Iglesia, me apasionaba la Escritura y la Liturgia, soñaba con la vida en comunidad que había empezado a disfrutar en el Camino Neocatecumenal, y quizá por eso a los más cercanos no les sorprendió que a los 18 años tomara una decisión tan radical por Cristo y me fuera al noviciado". Así describe la hermana Estela María la pasión que le llevó a empezar una vida consagrada a su fe y que guió sus pasos hasta el monasterio de Lerma, donde ingresó en diciembre de 2003.
Otra punto de partida es el de Rocío, que entró en el monasterio en julio de 2004. "Había salido de esta casa —Lerma— después de cinco años de echar raíces en mi tierra y de crecer en la vocación consagrada. En pocos meses me hice de nuevo 'al mundo': había terminado la carrera de Derecho en ICADE, y gracias a gente que me quería no me resultó difícil encontrar un trabajo interesante en la Asociación Española contra el Cáncer. Además, contaba con el cariño y el apoyo incondicional de mis padres y la cercanía de buenos amigos... Sin embargo, algo no marchaba en absoluto. Todo mi ser clamaba por la Verdad". Salió del monasterio pero volvió: "No podía dudarlo: había nacido para la consagración y no podía ni quería renunciar a ello" afirma rotunda y decidida.
Casi un centenar de relatos que componen el mosaico de la vida en el monasterio. La mayoría de estas mujeres ya tenían un vínculo previo con la vida religiosa a través de su Iglesia o de diferentes grupos católicos, así como una 'sed cristiana' que acabó por convertirse en vocación contemplativa. Aunque también hay casos de mujeres que nacieron en el seno de familias no creyentes pero que acabaron encontrándose con la Iglesia. "De pequeña yo no soñaba con ser monja, pensaba que me casaría y tendría hijos pero... ¡mírame!" dice una hermana señalando su hábito marrón, con un cordón blanco anudado a la cintura y un rosario que cuelga de él. La energía que transmite no deja indiferente.
El Camino Neocatecumenal es una institución católica iniciada por Francisco José Gómez Argüello, conocido como Kiko Argüello, y por quien sus miembros son llamados comúnmente como 'los kikos'. Argüello y Carmen Hernández fundaron el Camino en los años 60 en Madrid. Junto al sacerdote Mario Pezzi, forman el grupo internacional de responsables del que dependen los 'catequistas itinerantes', responsables a su vez de 'los kikos' en cada país donde tiene presencia —en 6.000 parroquias de 106 países y 3.000 sacerdotes—. Se define en su Estatuto, aprobado por la Santa Sede, como un "itinerario de formación cristiana posterior al bautismo o para recibir este sacramento". Álvaro de Juana, responsable de comunicación del Camino Neocatecumenal, explica que es una "iniciación cristiana de adultos, un camino de maduración a la fe y de redescubrimiento del Bautismo". El objetivo final del itinerario, el final del catecumenado, es vivir en familias "como la de Nazaret", abiertas a la vida, a la oración, a la vida fraterna y al envío misionero. En palabras de Kiko Argüello, el Camino "es un instrumento que se pone al servicio de los obispos en las parroquias, con el fin de reconducir a la fe a quienes la han abandonado o nunca la han tenido".
Álvaro de Juana comenta que "en el Camino surgen muchas vocaciones a la vida sacerdotal, a la consagrada o a la itinerancia (evangelización total en cualquier lugar del mundo)". Preguntado sobre la vinculación religiosa de algunas hermanas con el Camino y por qué 'los kikos' eligen Lerma como destino para su vida consagrada, responde que "muchas de estas mujeres son jóvenes que después de un tiempo de discernimiento de su vocación han decidido apostar por el Señor e ingresar en un convento de clausura. Es cierto que un buen número de ellas han ingresado en el convento de las Clarisas de Lerma". Pero, por otro lado, "otras se encuentran en la actualidad en otros conventos repartidos por nuestro país, e incluso fuera", añade. Que decidan ingresar en Lerma "puede deberse en gran medida a que la mayoría de hermanas de clausura de este convento son jóvenes y que, como ellas, pertenecen a las comunidades neocatecumenales o a otras realidades eclesiales de la Iglesia", pero aclara que aunque la vocación haya surgido en estos círculos "no significa que no vayan a otros conventos".
En el recibidor del monasterio de Lerma, donde dispensan los dulces a través de un torno para no ver siquiera las manos de una monja, hay varias puertas y unas escaleras al piso superior. Una de esas puertas da paso a las salas de locutorios donde, tras unas rejas de barrote fino, las hermanas reciben visitas de todo tipo: desde consultas de fe o petición de consejo hasta aclaración de dudas escépticas sobre su vida. Ellas, amenas y sonrientes, sin miedo de mostrar sus convicciones, hablan de las razones por las que decidieron iniciar una vida contemplativa y compartir su vida con su Dios. Están ahí porque quieren, porque obedecen a su corazón: "si este no es tu sitio, lo sabes, las paredes se te caen encima", dicen unos brillantes y grandes ojos azules.
Este camino de la clausura es el que ellas eligieron para entregarse a su vocación, pero son conscientes de que no es la solución para toda mujer que se encuentre perdida. Si alguien siente esa 'llamada interior' puede realizar una 'experiencia': 10 días de oración acogida en el seno del monasterio para discernir cuál es el camino que Dios ha elegido para esa persona. Después de ese periodo podrá tomar la decisión de presentarse como postulante o no. "Postular es llamar a la puerta y ponerse en camino. El noviciado es abrazar la vida nueva con adhesión apasionada", como puede leerse en la presentación del libro 'Ven y Veras'. Son jóvenes y dinámicas, razón que debe influir cuando se elige dónde responder a la 'llamada espiritual'.
Aunque su vida contemplativa consista en realizar la liturgia y cocinar los dulces que venden para subsistir, dicen que no viven ajenas al mundo exterior, que no se encierran para alejarse porque lo de fuera sea malo, sino porque su corazón les pide estar con Dios. Tampoco rompen definitivamente con su familia, que pueden visitarlas en los locutorios. El de Lerma aún tiene la reja que separa los dos mundos, pero dicen que el monasterio de San Pedro Regalado (en La Aguilera) ya no las tendrá. Y es que en el monasterio de Lerma vivían más de 100 mujeres en un espacio adecuado para unas 35. Literas hasta en los pasillos para dar cabida a tanta vocación. Por eso, la mayoría se han mudado a La Aguilera, a unos 39 kilómetros de Lerma, donde les han rehabilitado el monasterio donado por la orden franciscana y residen desde hace unos meses.
La diócesis de Burgos, de la que depende el monasterio, confirma que en los últimos años están recibiendo numerosas vocaciones y que, aunque aún no tienen datos concretos, es un fenómeno a nivel europeo. Añaden que también hay otros conventos con elevado número de novicias jóvenes como el monasterio Madre de Dios, en Olmedo (Valladolid) o el de la Fraternidad Reparadora en Oropesa (Toledo), fundada por el jesuita Luis María Mendizábal, quienes reconocen tener muchas vocaciones aunque no quieren concretar el número de monjas que viven allí. Pero no es un fenómeno exclusivamente femenino: en el Monasterio de San Isidro de Dueñas, en Venta de Baños (Palencia), vive una comunidad de 38 monjes contemplativos cistercienses. Aunque no son ni la mitad de las clarisas de Lerma, son bastantes comparados con otros monasterios de Palencia, como el de Virgen de Alconada donde viven cuatro monjas.
Las clarisas de Lerma son una de las 300 órdenes religiosas femeninas que existen actualmente en España, según datos de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER). Las clarisas son la rama femenina del franciscanismo, con gran presencia a nivel nacional e internacional. El aumento de las vocaciones se ha producido en los últimos 14 años, tras casi 20 sin que ingresase ninguna mujer. Esta revolución se debe al trabajo de su abadesa, Verónica Berzosa (de 43 años), nombrada para el cargo esta primavera. Su ingreso en las clarisas fue la bocanada de aire fresco que la orden necesitaba para remontar la 'sequía de vocaciones'. Lo llaman 'El milagro de Lerma' y casi todos los meses entran nuevas postulantes, muchas con estudios y una carrera profesional incipiente, otras que apenas acaban de cumplir los 18, pero todas coincidentes en que no fueron felices hasta su reencuentro con Dios.
Actualmente, las creencias religiosas se llevan en un discreto silencio que hace pensar que la religión o la Iglesia han perdido el calado que tuvieron antaño. Parece que los años en que ser católico practicante como forma de vida de la sociedad española van quedando atrás, pero los datos de religiosidad que se desprenden de las encuestas elaboradas por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) dicen otra cosa: sólo un 7'4% de los encuestados se declara ateo y un 13'4% no creyente. Del 75'3% que se reconoce como católico, más de la mitad no asiste a los oficios religiosos casi nunca. Católicos no practicantes, pero católicos. En la última década, el porcentaje de creyentes ha aumentado a la vez que, paradójicamente, la confianza en la Iglesia ha ido disminuyendo. La encuesta de confianza del CIS de 2008 revela que un 41'6% de la población encuestada siente poca confianza por la Iglesia Católica, en contraposición al 15% que afirma sentirla. No se confía y no se practica, pero la fe parece ser la vía de escape cuando la persona cree haber llegado a un punto muerto. ¿O hay algo más?
¿Es extraño este reencuentro con la fe? "No es extraño; es, en todo caso, extraordinario", responde Iñaki Piñuel, psicólogo del Instituto de Innovación Educativa y Desarrollo Directivo. Él habla de la espiritualidad como algo propio del ser humano pero que, debido a los problemas que avasallan la mente de la persona, no siempre se alcanza. Piñuel señala que "muchos pacientes, tras acabar el tratamiento psicológico, se encuentran con su parte espiritual". Al resolver sus conflictos emocionales "se desbloquea la parte espiritual, intrínseca al ser humano.
Piñuel aclara que no es necesario unirse a órdenes de clausura, sino que cada persona debe encontrar su vía a través de la meditación o la oración, y no sólo vinculado a la religión católica, sino que pueden encontrar que su espiritualidad es más afín a otras creencias. Añade que estas experiencias las puede sentir cualquier persona. "Gente agnóstica o no creyente, sin condicionamiento ninguno, buscan y encuentran ese espacio para vivir su espiritualidad", no es algo raro o reservado a unos pocos, pero hay que limpiar la parte psicológica que bloquea el flujo y dejar vía libre a la energía espiritual.
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