El ladrillo y el fútbol llevan ligados en un matrimonio no oficial desde tiempos inmemorables. Pero en los últimos años esta relación se ha fortalecido, azuzada por los más de mil millones de euros que los clubes de Primera y Segunda División han ingresado por las recalificaciones urbanísticas de sus terrenos de uso deportivo. El 'pelotazo' más mediático fue el realizado por el Real Madrid con la venta de su Ciudad Deportiva, pero muchos han seguido su estela. El último en sumarse al carro ha sido su mayor rival: el Barça, que, después de una década intentándolo, va a sacarle partido al Miniestadi. ¿Quién irá después?
En el argot deportivo, 'jugar al pelotazo' es hacerlo de forma "hosca y destructiva", una fórmula que, según los entendidos, practican los equipos sin dominio del balón y los "resultadistas", que son aquellos que anteponen el resultado al espectáculo deportivo. Pero en el mundo del balón se ha puesto de moda una segunda acepción de 'pelotazo', aquella que define la práctica llevada a cabo por algunos gestores de clubes, que consiguen que las autoridades recalifiquen sus terrenos, obteniendo interesantes plusvalías. Unas plusvalías que, según Mikel Echavarren, consejero delegado de la consultora Irea, "en la mayoría de los casos, sirven para sanear las cuentas de los clubes o fichar a grandes jugadores". E, incluso, para conseguir suelo a precio de 'ganga' para construir sus nuevas ciudades deportivas.
El presidente del Barça, Joan Laporta, cuenta con sacar 300 millones de euros de la recalificación del Miniestadi; dinero que le servirá para ampliar el Camp Nou y construir el nuevo Palau Blaugrana. No obstante, considera que no se trata de un 'pelotazo'.
De la misma opinión es el alcalde de la ciudad, Jordi Hereu, que asegura que el acuerdo es "bueno para todos", y dará lugar al segundo ecobarrio de la ciudad, gracias a la aplicación de principios ecológicos en su urbanización y construcción. Por eso no ha dudado en ceder a las peticiones de CiU para conseguir su apoyo. Todo ha salido a pedir de boca, salvo por un pequeño detalle: estos argumentos no convencen a los vecinos de la zona, que amenazan con ir a juicio si se levantan los 1.600 pisos previstos.
En su momento, también fue muy criticada la operación llevada a cabo por el Real Madrid con los terrenos de su Ciudad Deportiva. El entonces presidente del club, Florentino Pérez, obtuvo más de 500 millones de beneficio con su venta, dinero que le sirvió para fichar a Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham, entre otros; para quitarse de un plumazo una deuda histórica de 270 millones; y para levantar un nuevo complejo en las afueras de la capital.
Ayuntamiento y Comunidad de Madrid tuvieron mucho que ver en la consecución de estas plusvalías, porque aumentaron la edificabilidad de la zona, pero también sacaron provecho de la operación. Alberto Ruiz-Gallardón consiguió suelo gratis para construir un centro internacional de convenciones, además de la parcela donde hoy se levanta una de las torres, que vendió al mejor postor; mientras que Esperanza Aguirre se quedaba con el 60% del suelo destinado a otro de los rascacielos, por el que también consiguió un buen pellizco.
Según Echavarren, "a la luz de la normativa europea estas operaciones son cuestionables, porque no dejan de ser una ayuda pública a una entidad que compite a nivel continental, creando desigualdades entre los distintos clubes". No obstante, la jurisprudencia favorece a los equipos de fútbol. En noviembre de 2004, Bruselas cerró un expediente abierto contra el Real Madrid por una denuncia presentada ante la Comisión Europea por CiU, el Bayern de Munich y el Manchester United, quienes consideraban que la compra de la parcela de la Ciudad Deportiva "distorsionaba gravemente la libre competencia". La autoridades comunitarias consideraron que no era así, dando por válido el convenio entre el club blanco y los dirigentes madrileños.
Quizá por eso ahora el partido catalán opta por apoyar un acuerdo similar con los terrenos del club azulgrana. Y quizá por eso son muchos los clubes que se han sumado a la cultura del 'pelotazo' que inició el Espanyol allá por el año 1995, cuando vendió Sarrià para construir pisos e ingresó unos 50 millones de euros. Por ejemplo, el ya ex presidente del Valencia, Juan Bautista Soler, tuvo como única meta desde que llegó al cargo "multiplicar por diez el patrimonio del club a base de operaciones urbanísticas", según sus propias palabras. Y vaya si lo consiguió. Durante su mandato, Soler logró que los terrenos del Mestalla pasaran de uso deportivo a residencial, a la vez que el Ayuntamiento de Rita Barberá privatizaba una parcela municipal para levantar el nuevo estadio. Hoy por hoy, sin embargo, las arcas del equipo ché andan vacías, y las obras del nuevo campo están paralizadas.
El otro equipo de la ciudad del Turia, el Levante, hizo un negocio similar. El club obtuvo en 2002 la recalificación de parte de la parcela del estadio, donde levantó un complejo hotelero y una galería comercial, con los que ganó 52 millones. Ahora, su presidente, Pedro Villarroel, anda muy apurado por la falta de liquidez del equipo —la deuda asciende a 42 millones—, y cree que su salvación está en manos de Barberá, de quien espera recalifique el resto de los terrenos del estadio para poder venderlos y hacer un campo nuevo, en una operación cuyos beneficios están por calcular.
Más redondo le salió el negocio a Jesús Samper, ex presidente de la Liga de Fútbol Profesional, con el Real Murcia. El empresario madrileño lo compró en 1999 cuando el club estaba en Segunda B y era una ruina. Al poco, adquirió por nueve millones (precio de saldo) un suelo rústico que parecía imposible de recalificar. Pero Samper firmó un acuerdo en 2001 con el alcalde, Miguel Ángel Cámara, para construir allí un nuevo estadio, un enorme centro comercial y un campo de golf con los que ganó unos 200 millones.
En la zona andaluza tampoco se quedan atrás. El Ayuntamiento de la capital hispalense aprobó en noviembre de 2003 recalificar dos terrenos al Betis y al Sevilla de forma que los clubes obtuviesen beneficios de entre 25 y 30 millones de euros cada uno gracias a convertir en uso comercial parte de sus terrenos. El convenio con el Betis permitirá al club terminar la remodelación de su estadio y la construcción de un edificio de 30.000 metros —con oficinas, tiendas y un hotel— sobre una parcela municipal junto al campo.
El acuerdo con el Sevilla le permite construir 20.000 metros para usos comerciales y oficinas en los bajos de su estadio, así como una completa remodelación del Sánchez Pizjuán.
Mientras tanto, en 2005, el entonces presidente del Zaragoza, Alfonso Soláns, conseguía que el alcalde de la ciudad, Juan Alberto Belloch, recalificara las oficinas del club, de dos plantas, para construir un edificio de 12 alturas para 100 viviendas, por las que pretendía ingresar unos 20 millones que mitigaran su deuda.
Y más recientemente, el Atlético de Madrid conseguía arrancar a Ruiz-Gallardón, tras casi dos años de culebrón, el acuerdo para su traslado a La Peineta, que será totalmente remodelada para acoger al equipo a partir de la temporada 2012-2013. El club rojiblanco ganará aforo, pero también aprovechamientos. Su intención es que se construya algún centro comercial, como tiene el Bernabéu en una de sus esquinas.
Echavarren cree que, en los próximos años, los clubes seguirán intentando recalificaciones. Porque seguirán necesitando financiación para sus fichajes, pero también porque muchos campos se han quedado encorsetados dentro de la ciudad, provocando interminables atascos y molestias para los vecinos en los días de partido. "No hay nada más ineficiente que un estadio de fútbol", dice este experto. Por eso, considera que lo mejor es que este tipo de instalaciones "se trasladen a las afueras de la ciudad", eso sí, a zonas "bien comunicadas".
Pero, más allá de las plusvalías, los empresarios del ladrillo también sienten una enorme fijación por las juntas directivas de los clubes de fútbol. Son muchos los que, a lo largo de los años han aprovechado las relaciones privilegiadas que se crean en los palcos para hacer negocios particulares o ganarse una fama y una presencia mediática que de otra manera no tendrían y que, según Echavarren, "abre muchas puertas y retroalimenta los negocios". El caso más conocido es el de Florentino Pérez en el Real Madrid, pero la relación entre palcos y ladrillos viene de antaño.
Hace más de tres décadas que un destacado constructor, Josep Lluís Núñez, accedió a la presidencia del FC Barcelona. Durante más de 20 años compatibilizó su actividad empresarial en con la presidencia del Barça. También hace casi dos décadas que la familia Gil se hizo con el Atlético de Madrid. Desde entonces, el club rojiblanco está a merced de sus intereses.
Y hasta hace poco, el Valencia ha estado en manos de 'ladrilleros'. Juan Bautista Soler se hizo con la presidencia del club tras la dimisión de Pedro Cortés, dueño de la empresa de mensajería Seur. Desde allí, dio un paso de gigante en sus negocios particulares, hasta entonces localizados principalmente en la Comunidad Valenciana. Los Soler se convirtieron en el 'caballero blanco' de Joaquín Rivero en su batalla contra la familia Sanahuja por Metrovacesa, que se saldó con la escisión de la inmobiliaria en dos: Metrovacesa, para los Sanahuja; y la francesa Gecina, para Rivero y Soler. Además, la hija del empresario valenciano ha asumido la presidencia de Bami, la inmobiliaria que Rivero resucitó tras salir de Metrovacesa.
A Fernando Martín, aunque ahora no pase por su mejor momento, le resultó de gran ayuda suceder a Florentino en la presidencia del Real Madrid. Su mandato fue breve, pero le sirvió para ganar visibilidad y dar a conocer a su pequeña inmobiliaria, Martinsa, que un año más tarde se 'zampaba' a una de las grandes: Fadesa.
A Luis del Rivero, máximo directivo de la constructora Sacyr, tampoco le resultó una mala experiencia relacionarse con el 'deporte rey'. Ser vicepresidente del club merengue en la primera etapa de Florentino ayudó a que su compañía se convirtiera en todo un emporio que cotiza entre las grandes del ladrillo internacional, según Forbes. Como también se encuentra en este ranking el grupo OHL, cuyo presidente, Juan Miguel Villar Mir, fue aspirante al 'trono' merengue.
Son algunos de los ejemplos más destacados del asalto de constructores y promotores a clubes de fútbol. Un interés que resulta fácil de entender a juicio de Echavarren, quien afirma que esta afluencia se explica "porque alrededor de los negocios deportivos se hacen muy buenos negocios inmobiliarios". Y porque este tipo de operaciones beneficia no sólo a los clubes, sino a los ayuntamientos y gobiernos autonómicos que las permiten "porque se llevan dinero, en forma de plusvalías por la venta de terrenos que se les cede de forma gratuita". En su opinión, los más perjudicados son los comerciantes, que pierden un negocio seguro, porque los vecinos de la zona, aunque en un primer momento renieguen de estos proyectos, "acabarán beneficiándose de menos atascos, mayor tranquilidad y una mejora de la zona, que se revalorizará", añade.
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