Como Pepito Grillo de Rajoy que es, preferiría ser transparente. Que nadie sepa que le escribe discursos decisivos o que argumenta las posiciones más controvertidas del partido. A la sombra se siente cómodo y relativamente libre. Es político: secretario de Estudios del PP, diputado por Cantabria y portavoz de Cultura en el Congreso. Pero aspira a ser un intelectual puro y duro. Frente a un vermut se 'relaaaaja'. Y hasta te ríes, bastante, con esa ironía tan british que practica.
¿Qué tiene que decir un cántabro de las anchoas?¿Se pueden considerar cohecho?
Es una cosa muy rica y absolutamente recomendable. El cohecho está en la mente de quien regala.
¿Es Valencia el parque temático del PP —lo digo por la profusión de actos y fuegos artificiales—?
Es que la luz del Mediterráneo y la calidez del ambiente propician el espectáculo de echarse a la calle, ver, dejarse ver, divertirse en la plaza... Esto es algo alucinante para los sosainas del norte, y yo soy de Santander, a los que la lluvia y la niebla nos deja tan fríos por dentro que no somos capaces de entender lo que son —y significan— las Fallas...
¿De quién eres fan?
De nadie. Siempre he recelado de las adhesiones inquebrantables... Me encanta esa imagen de 'Julio César' de Mankiewicz en la que el divino César coge por el brazo a Marco Antonio y le previene, mirando a Casio y Bruto, de la delgadez de los que piensan demasiado...
¿Que enseñan los alumnos?
Que hay que tener los pies en la tierra y que envejecemos más rápido de lo que pensamos, sobre todo en cuanto a las ideas y la concepción del mundo. Aunque es evidente la degradación intelectual de las nuevas generaciones, siempre hay alguien que te reconforta por su capacidad intelectual y su intuición para conectar con el conocimiento de manera natural.
Lo mejor de la crisis...
La oportunidad para reflexionar sobre nosotros mismos y el mundo que estamos edificando con nuestro trabajo. El coste está siendo extraordinariamente alto en términos humanos, pero lo positivo es parar y meditar hacía dónde vamos.
Un libro con final feliz...
'La isla del tesoro', de Stevenson.
¿Cómo es eso de poner tus palabras en boca de otro?
Hay que tener empatía. Hace falta contextualizar al máximo y comprender que eres el instrumento de la voz de otro. Lo que tú escribes está subordinado a lo que otro quiere decir. Para eso hay que ser tremendamente flexible, porque el discurso siempre está vivo.
Un discurso perfecto, brillante, redondo...
No existe el discurso perfecto porque no admite una fórmula predeterminada. Tiene sus momentos, sus ritmos y sus cambios. Los hay brillantes, eso sí. La oración fúnebre de Pericles recogido por Tucídides en su 'Historia de la Guerra del Peloponeso' y el de John F. Kennedy de investidura —en el que dijo:"No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país"— o el discurso de Lincoln de Gettysburg.
¿En qué se refleja la coquetería? Seguro que tienes alguna manía relacionada con la ropa...
Yo no me veo así pero mi mujer también dice que lo soy. En realidad me gusta proyectar la personalidad y eso se refleja en lo que elijo para leer, en la música que escucho, en las personas con las que me relaciono, en lo que regalo... tiene que ver con la identidad. La clave es ser como quieres ser sin que sea violento. Hay que vestir de forma relajada. Y, sí, tengo una manía pero es inconfesable.
¿Qué es la excentricidad?
Es una forma de elegancia. A John Stuart Mill le preocupaba que el desarrollo de las sociedades industriales y, sobre todo, de la clase media dejase poco sitio a la excentricidad. La excentricidad requiere una complicidad inteligente. El excéntrico no tiene miedo a que le juzguen, quiere ser juzgado y sólo le importa el juicio de unos pocos.
¿Y la laicidad liberal?
El laicismo significa el combate de lo religioso y no creo que deba ser combatido. La laicidad es lo que separa la esfera pública de la privada. Ya lo dijo Jesucristo, "al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". El ensayo sobre la tolerancia de Locke habla del laicismo. Limita el espacio público y el privado, y ubica la religión en el privado.
Un Robinson actual...
Robinson no podría vivir en este tiempo. Me quedo con los personajes de Conrad, con Lord Jim. Ya no quedan islas desiertas.
¿Por qué todos quieren ser Obama?
Porque ha sido capaz de recuperar la esperanza como palabra creíble en boca de un político.
¿Es la financiación de los partidos el origen de la corrupción?
Eso sucedió en otro momento. La corrupción siempre estará latente; en los periodistas, en los académicos o en los políticos, como no podía ser menos.
Si este fuera el último verano...
Si tuviera la consciencia de que éste es el último verano, trataría de sonreír.
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