Bayreuth (Alemania).- El Festival Richard Wagner de Bayreuth estrenó esta temporada un "Holandés errante" para niños, toda una novedad en un certamen menos estirado de lo que algunos creen donde no impera la rigurosa etiqueta y conviven la devoción wagneriana con los helados y los bronceados al sol.
Más corto -menos de una hora, un tercio de lo habitual-, más divertido, con vestuario diseñado por los propios niños y posibilidad, con mucha suerte, de ser uno de los privilegiados que accionan el ingenio mecánico para simular un vendaval: así es la versión de la ópera adaptada a espectadores de entre seis y nueve años.
Su responsable, Alexander Busche, ha extirpado del original algunas arias, escenas dramáticas no acordes con el público al que se debe y por supuesto ha dulcificado el trágico destino del esposo errante en pos de la mujer inabarcable.
En el teatro del festival, el que fundó el compositor como mejor lugar del mundo para "sentir" la grandeza de su ópera, la orquesta de 150 músicos interpreta hoy desde las profundidades del foso la versión completa del "Oro del Rhin", primera pieza del "Anillo del Nibelungo" -un total de 25 horas de Wagner en estado puro-.
A unos 200 metros, en un escenario paralelo también sobre la Verde Colina de Bayreuth, los 19 músicos del "Holandés" para niños ofrecían al mediodía la versión ligera de Wagner, donde orquesta, solistas y espectadores conviven y hasta se tocan.
La idea fue de Katharina Wagner, biznieta del compositor y desde este año codirectora del festival junto a Eva Wagner-Pasquier, hermana por parte paterna.
Katharina se llevó ayer un abucheo furioso por sus "Maestros Cantores de Nuremberg", reposición de una producción en la que no se reparó en gastos, que entró así en su tercer año de vapuleo en Bayreuth y que, según parece, se mantiene por ser de quien es.
A la biznieta le queda la buena acogida que está obteniendo esta otra iniciativa suya, que corría el riesgo de ser tachada de "traición".
El estreno coincidió con la apertura de la temporada, el sábado, y meses antes no quedaba ni una de las 200 entradas para cada de sus diez galas -al precio de 20 euros para un menor más acompañante-.
El Wagner infantil nació bajo el estigma exitoso de su homólogo adulto, que temporada a temporada ve agotarse meses antes de abrirse el festival cada una de las 1.974 plazas por gala -53.900 para el total del certamen, a precios que van de 225 a los 14 euros-.
La iniciativa tiene visos de continuidad, como también la tendrá otra novedad instituida el año anterior por Katharina, la transmisión en directo por pantallas gigantes de una representación, en este caso el "Tristán e Isolda", el próximo 9 de agosto.
El año pasado hubo respuesta masiva y concentró a miles de bayreuthianos para seguir al sol el drama, sentados en tumbonas e incluso en bañador, tomándose una cerveza o un helado, desde la pantalla gigante instalada en una plaza.
Lo de saborear a Wagner en Bayreuth entre cervezas y helados no es, sin embargo, exclusivo del público popular. Los que se precian de iniciados ocupan sus entreactos -una hora- no en el restaurante de lujo y las terrazas de "Moet" del teatro, sino en un chiringuito de salchichas, a cuatro minutos a pie, donde coexisten los señores en severo esmoquin y los vecinos que toman el sol en bañador.
Bayreuth es, como buena ciudad de provincias bávara, uno de esos lugares donde las salchichas siguen sabiendo a salchicha y Wagner sigue sonando como Wagner deseó -independientemente de las apuestas escénicas actuales-.
No hay exigencia de etiqueta rigurosa -ni siquiera en la gala de apertura, aunque asista la canciller Angela Merkel y un buen desfile de ministros y líderes de Baviera.
Lo único que se pide es adoración a Wagner y eso puede mostrarse engalanándose de acuerdo a los cánones universales de las grandes galas operísticas, con extravagancias de diseño, en traje regional bávaro o incluso en vestimenta de calle más o menos correcta. Todo vale para sumarse al peregrinaje, menos el desamor a Wagner.
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