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Alertan del riesgo de unir el modelo de permisividad en la niñez con el negligente en la adolescencia

EFE
Actualizado 24-07-2009 17:15 CET

Valencia.-  Una experta en violencia juvenil ha advertido hoy a los padres de que es "tremendamente peligroso" unir el modelo permisivo indulgente durante los primeros años de vida de los hijos con el modelo permisivo negligente en la adolescencia, ya puede dar lugar a conductas violentas en el menor.

"La familia es la que sienta las bases de la socialización y los jóvenes violentos tienen problemas de socialización muy graves", ha asegurado la responsable de las áreas de violencia contra los menores y de violencia escolar del Centro Reina Sofía, Ángela Serrano.

Serrano ha participado hoy en la última jornada del curso "Los nuevos retos de la criminalidad", que desde el martes se celebra en la UNED de Valencia y en la que también han participado la Fiscal de Menores de Valencia, Gema García, y el Inspector del Cuerpo Nacional de Policía Sebastián Roa, experto en bandas latinas.

"Los hijos de padres permisivos lo tienen todo, viven de la inmediatez y son incapaces de asumir los fracasos porque no se les niega nunca nada", según Serrano, quien ha considerado necesario que se exija "la responsabilidad social de las familias".

El estilo permisivo-indulgente se caracteriza por un bajo nivel de exigencias con respecto al hijo pero con un alto grado de calidez y afecto y el permisivo-negligente se manifiesta con un nivel bajo de exigencia y poca relación afectiva, según los expertos, que asociado este último al maltrato por abandono o negligencia.

Según Angela Serrano, a los tres años de edad se producen las primeras conductas agresivas y violentas en búsqueda de su autonomía personal, pero si éstas no desaparecen a partir del cuarto año de vida puede ser un indicador de que hay factores que inciden en su normal adaptación.

Esas conductas de rebeldía y autoafirmación vuelven a manifestarse a los once o doce años, porque buscan una identidad personal, y el problema puede agravarse si estos jóvenes no encuentran un "anclaje social" al que apoyarse para poder controlarlo.

"Lo mejor es prevenir desde las edades tempranas", ha señalado Serrano, quien ha agregado que, aunque el pico de violencia escolar se produce generalmente a los 13 años de edad, ésta empieza a los 11 años, edad en la que muchos menores entran en bandas porque buscan su proceso de identidad.

El joven violento suele ser en la mayor parte de los casos de sexo masculino, egocéntrico, con temperamento difícil e impulsivo, con bajo autocontrol, poca empatía con otras personas, bajo rendimiento escolar y poca habilidad para relacionarse socialmente.

Serrano ha considerado un "error gravísimo" creer que el problema de la violencia juvenil se soluciona reduciendo la edad penal del menor. "La clave está en educar, formar y apostar por una sociedad sana".

En este sentido Gema García ha señalado que debería plantearse una "reforma legislativa" para ampliar la Ley del menor y que acoja el grupo entre 12 y 14 años, "pero no solo para violaciones u homicidios, sino para cualquier tipo de delito".

"No podemos entender que haya un menor entre doce y catorce años que cometa unos hechos graves, que pueda haber una reiteración en esos hechos y que no haya algún tipo de intervención, pero en el interés suyo", ha señalado Gema García.

Por su parte, Sebastián Roa, que ha hablado sobre las estrategias policiales de respuesta a la violencia juvenil, se ha centrado en las bandas latinas, de las que ha indicado que su incidencia en España es "pequeña, aunque hay que controlarlas y evitar que crezcan".

Estas bandas fueron importadas de Estados Unidos a través de países latinoamericanos y en nuestro país han alcanzado notoriedad los Latin kings y los Ñetas, especialmente en Madrid, Barcelona, Comunitat Valenciana y Murcia, unas organizaciones de estructura piramidal, miembros estables, con normas y un régimen disciplinario.

Estas bandas están formadas por menores de entre 12 y 25 años de edad, que en España viven en una situación de "precariedad permanente" por problemas en las fuentes de financiación, dificultad para conseguir armas de fuego y por el control policial.

El debilitamiento de estas "bandas clásicas" ha dado lugar a "bandas domésticas", que imitan a las primeras, aunque son menos peligrosas, ya que no suelen cometer actos violentos, aunque si robos con intimidación.

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