Bour-Saint-Maurice (Francia).- Difícil mirar la clasificación general del Tour de Francia sin frotarse los ojos, al ver en el tercer peldaño provisional a Bradley Wiggins, un "pistard" luchando con los mejores, de forma inesperada a estas alturas, tras haber superado buena parte de las etapas de montaña.
El británico ha sorprendido al mundo del ciclismo con su rendimiento en ascenso. Ha estado con los mejores en todos los puertos del Tour, apenas un año después de haber logrado en Pekín su segundo oro olímpico en persecución en la pista.
A falta de dos etapas montañosas, Wiggins se ha convertido en la gran sorpresa del Tour de 2009. Su tercer puesto tras la segunda semana de ronda gala es ya la mejor posición a estas alturas de un británico desde Robert Millar.
Y en la manga guarda un as, el de los 40,5 kilómetros de contrarreloj del próximo jueves en Annecy, donde el nuevo Wiggins podrá tirar de la potencia del antiguo especialista en las cronometradas.
"Tengo que distanciarle un poco más antes de que llegue la crono", afirmó el español Alberto Contador, líder de la general, sabedor del peligro del británico en la lucha contra el crono.
Pero distanciarle en la montaña, algo que hace un año se antojaba como un juego de niños, se ha convertido en una hazaña compleja, tras la metamorfosis que ha vivido el ciclista en el último año.
A sus 29 años, Wiggins parece decidido a dorar su palmarés en carretera tras haberse labrado una reputación en la pista.
Después de haber ganado en Pekín, el ciclista británico optó por tomarse en serio su carrera en ruta, una decisión que coincidió con su llegada al equipo estadounidense Garmin, especializado en repescar a ciclistas en progresión descendente.
Del Wiggins que ganó el oro en el velódromo de Pekín al que ahora se codea con los mejores en el Tour de Francia hay muchas diferencias. Una de ellas de peso, porque gracias a un régimen draconiano, el "pistard" se dejó siete kilos para hacerse con la carrocería de un escalador.
Eso explica, en parte, que no haya fallado en las etapas de montaña, él que antes le bastaba con ver un puerto de tercera para abandonar el grupo de los más veloces.
En Arcalis, primera llegada en alto del Tour, atravesó la meta en el grupo de los favoritos, distanciado, como ellos, por Alberto Contador. En Verbier su gesta fue todavía más llamativa, puesto que fue quinto, con el mismo crono que un reputado escalador como Carlos Sastre.
Sumadas las cuentas, el británico se encuentra tercero de la general a 1:46 segundos de Contador, sólo superado por el líder y por Lance Armstrong.
Wiggins fue tercero en el crono inaugural de Mónaco y el Garmin segundo en la cronometrada por equipos de Montpellier, lo que le permite codearse con los Astana.
El peso no es el único cambio que ha sufrido el ciclista, nacido en Bélgica pero criado en Londres, donde heredó de su padre la pasión por la pista.
El "pistard" ha decidido tomarse en serio como "routard" y el trabajo está dando sus resultados.
Su director, Jonathan Vaughters, asegura que ahora se concentra en su trabajo, mientras que antes acudía a las carreras "a pasar el rato", porque su verdadera pasión era la pista.
"Es el ciclista más potente del pelotón y, además, ahora tiene el cuerpo de un escalador, por eso está con los mejores", afirmó el técnico, que le ha designado ya como jefe de filas por delante del hombre que venía con ese fin, el estadounidense Christian Vandevelde.
Si ya le ha quitado el puesto en el equipo a Vandevelde ahora pretende quitárselo en el corazón de los británicos a su compatriota Mark Cavendish. Una tercera plaza en París dejaría pequeña la hazaña del sprinter de la isla de Man, que ha conseguido ya, por segundo año consecutivo, cuatro victorias de etapa.
Aunque Wiggins es consciente de que su progresión despierta dudas. "Conozco de que va esto", asegura cuando le hablan de sospechas de dopaje y le recuerdan que el año pasado el tercero en el podium final también fue un inesperado Bernhard Kohl, descalificado después por consumo de EPO.
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