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La arquitectura emergente se enfrenta al "todo vale"

  • En las jornadas se contrastó la obra de 14 estudios emergentes con firmas consagradas
  • Gran parte de los debates trataron la relación de lo arquitéctónico con sus contextos
Por DIEGO FULLAONDO (SOITU.ES)
Actualizado 03-07-2009 23:06 CET

Como apunté hace algunos días, el fin de semana del 19 al 21 de junio, tuve ocasión de acudir en Navarra al I Campus Ultzama de la Fundación Arquitectura y Sociedad, dirigido por Felix Arranz. La mecánica fue bastante sencilla: durante los tres días de encierro, 14 estudios de arquitectura emergentes (denominados "próximos" en el campus) provenientes de toda España presentaron su trabajo y sus ideas, contrastándolas con las de arquitectos de trayectoria consagrada y con las opiniones de agentes de otras áreas de la sociedad (entre las que estaba yo, como crítico de arquitectura de soitu.es). El último tramo de la tarde de cada jornada se dedicaba a un debate más desordenado y menos sistemático que, como suele ocurrir, resultó la actividad más intensa e interesante del evento.

Resulta difícil articular un texto de interés general que recoja lo expuesto y comentado. La querencia natural hacia las tablas de la endogamia que sufrimos los arquitectos, unida a una inevitable especialización de la discusión, hacen que el tema se haga, quizás, un poco árido para el profano. Sin embargo creo que vale la pena el intento de relatar lo ocurrido en palabras llanas (todo lo posible), aunque sólo sea para acercar un poco a los más alejados las preocupaciones y procederes de los arquitectos (al menos las de algunos).

Una consideración inicial para evitar equívocos. El grupo de arquitectos presente en Ultzama no representa al conjunto de la profesión. Como bien se señaló durante las discusiones, un porcentaje altísimo de la construcción que se realiza es absolutamente ajena a este debate. Desde este punto de vista, podemos afirmar que los titulados arquitectos se han escindido en, al menos, dos grupos (muy desiguales en tamaño y ocupación):

  • Un pequeño grupo, mayoritariamente repartido en torno a las escuelas de arquitectura de toda la geografía española, que desde sus ópticas particulares, intentan encontrar respuesta a una pregunta corta pero extremadamente compleja: ¿qué arquitectura debemos hacer? Muchas de sus conclusiones y resultados irán muy lentamente filtrándose al conjunto de la actividad edificatoria.
  • Una enorme mayoría de profesionales, que también en su mayoría, orbitan alrededor de los colegios profesionales, son ajenos completamente a este problema y se dedican a construir nuestras ciudades dentro de un marco normativo, técnico, ético y social que no cuestionan en absoluto. Asépticos ejecutores de aquello que la sociedad y/o el mercado les demanda, profesionalmente impecables, que están, como dicen, "para lo que les manden".

A pesar de que el Campus de Ultzama debemos encuadrarlo básicamente dentro del primer grupo de los descritos, resultan inevitables en este tipo de reuniones algunas intervenciones más propias del segundo. En general, rebajan sensiblemente el interés del debate debido a la búsqueda de conclusiones precipitadas: la excesiva y recurrente referencia a la actual crisis del sector de la construcción en España; la demonización del período de los llamados arquitectos estrella, que para más inri, muchos coinciden en señalar que inició su andadura con nuestro Guggenheim bilbaíno; o —un clásico— culpabilizar a la ineducada sociedad española incapaz de apreciar la diferencia entre la buena y la mala arquitectura. En fin, comprensibles momentos de debilidad, de los que nadie se libra.

La primera diferencia entre las posiciones de los 14 estudios próximos presentes en Ultzama radica en su particular selección de los contextos pertinentes para lo arquitectónico. Es decir, cada uno de ellos (o, más bien, por grupos bastante reconocibles), estima que algunos aspectos de la realidad (contextos) son relevantes (pertinentes) para la construcción de su respuesta arquitectónica.

Para unos pocos, el mundo interior del arquitecto, mágico, intransmisible en su totalidad y fuertemente metafórico, sigue siendo el contexto básico desde el que afrontan la arquitectura. Para muchos, el entorno físico inmediato sigue siendo un dato de incuestionable importancia. Para otros, el sistema constructivo es determinante a la hora de definir la configuración arquitectónica. Es también muy frecuente que se adopten como contextos pertinentes las resoluciones previas que la historia de la arquitectura ha ido articulando para problemas similares. Pero también hay quienes piensan que el entorno de un edificio no se limita a su realidad física circundante, sino que está más determinado por las actividades que albergará y las interacciones que provocará, incluso en lugares muy alejados. Y hay quien opina que la arquitectura, a pesar de su pesada inercia natural, debe esforzarse en reflejar y resolverse de acuerdo a las preocupaciones y características de la sociedad más contemporánea. El valor icónico, representativo o incluso publicitario de los edificios, también es un punto de partida bastante común. Etc.

Muchos, quizás la mayoría, afirman honestamente estar atentos a todos o a gran parte de estos y otros contextos. Pero un rápido vistazo a su producción muestra con claridad cuáles de esos contextos pertinentes son los dominantes en sus razonamientos y resoluciones. Y de esa diferencia nace la diversidad de propuestas que, efectivamente, configura en la actualidad un paisaje general tan rico, tan variado. Y, al mismo tiempo, tan confuso.

Porque el aprecio de la diversidad no debe confundirse con el relativismo absoluto. No es, "todo vale". O al menos, no es "todo vale lo mismo". El auténtico aprecio por la diferencia, por lo diverso, está, en primer lugar, en detectarlo y definirlo con precisión. Y en segundo, en comprobar cuál de los diferentes acercamientos se aproxima más al idóneo.

  • Continúa en Ultzama: Conversaciones de Arquitectura (2 de 2).
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