Una película tierna con ribetes algo bufos que la afean como el luto de las uñas. 'Despedidas', de Yojiro Takita, mereció el premio a la Mejor Película Extranjera en la última gala de los Óscar.
Conocí a un músico que se había criado en una fábrica de ataúdes. Con la guitarra nos hacía disfrutar grandes veladas. En nuestras conversaciones ignorábamos el oficio familiar. No nos suele gustar hablar de quienes viven entre tumbas y cementerios. Lógico, no sabemos hacia donde dirigen a los nuestros, ni siquiera si los llevan a algún lugar. De lo que sí estamos seguros es de que, tras la partida, sentimos dolor.
¿Qué pensar de los que acicalan cadáveres para el último viaje? Es igual en Oriente y Occidente, parece una vergüenza trabajar en eso. Le ocurre al protagonista de 'Despedidas': a los pocos conciertos deja el violonchelo y se mete en una funeraria. Corre el riesgo del rechazo social, incluso de perder el respeto de su mujer. Claro que el destino a veces hace extraños quiebros hasta ponerte en tu lugar en el momento preciso.
Esta producción japonesa —la mejor película extranjera de 2008 para los académicos de Hollywood— habla de la muerte y sus rituales, del sentido extraño de nuestras vidas, de la dignidad de toda profesión ejercida con mimo y esmero y de los duelos, los eternos duelos del ser humano. Nunca se terminan del todo y por eso el cine siempre hablará de los duelos.
La realización de Yojiro Takita funciona, aunque una vez hecho el planteamiento, cuando hemos visto hermosos paisajes y buenos personajes, el estilo da un giro. Empieza a pasar de lo contenido a lo histriónico con unos actores, no obstante, muy creíbles: Ryoko Hirosue y Masahiro Motoki. En algún momento llega a caer en el tópico de 'suenen violines' con situaciones humanamente tristes. Pueden hacerse largas sus más de horas de metraje, rompiendo en parte la magia de esta película que en sentido formal es casi impecable. Se nos hace pesada por repetitiva y acaramelada. ¡Qué pena! Prometía y mucho. Aún así tiene la calidad visual del cine japonés y el tema está tratado con fina sensibilidad y, lo más difícil, con toques de humor. Se puede ver sin hacerle demasiados ascos a la maldita muerte de los otros. ¿Lo del Óscar? Ellos sabrán.
Valoración: 7/10
José Bono prohíbe entrar en el Congreso si no se hace "convenientemente vestido". Es la formalidad. Gente de Iglesia. Como Savonarola (pobrecito). Como Torquemada. Como Elena Salgado, la ministra: meterse en lo que hacen los demás, incluso cuando lo que hacen los demás a ti no te afecta en absoluto. Sube por los impuestos el precio del alcohol, el precio del tabaco, el monto de la multa de tráfico sube y se multiplica la ocasión de la multa. ¿Por recaudar? ¡¡¡No!!!: por tu bien. Para que tú no te hagas daño.
"Desde que, ahora hace un año, hemos limitado la velocidad a que el radar no detecte que el coche se ha movido, en este tramo no ha habido un solo muerto". "¿Y cuántos muertos hubo en este tramo el año anterior a que se estableciera el límite y empezaran las multas?". "No. Ninguno tampoco". La pregunta que nunca hace nadie en las ruedas de prensa. Es la formalidad, decíamos, que impone mogollón. Seguramente, el ser humano la lleva a estas alturas impresa en sus genes. La cosa, lo que importa, no es que sea: es que alguien la afirme ateniéndose a la forma. Sí que es cierto: el cine lleva a hablar de muchas cosas.
'Despedidas'.
El mundo occidental ha perdido el contacto con la muerte. Menos mal. Va perdiendo también el contacto con la bandera, con las supersticiones religiosas y con otros aspectos no menos pintorescos: lo cierto es que esos seres, los muertos, ya no existen, como no hay (todavía) un niño en el óvulo fecundado. Sin embargo conmueve, todo eso, al que está fuera. Convence, formalmente.
Elegante y discreta, ‘Despedidas’ se pierde un poco en ciertos gestos exagerados del protagonista —demasiada insistencia también en la sonrisa animosa de la esposa—, en algunas comicidades discutibles y en determinadas ternuras evitables por obvias. Sin embargo, conforta, tiene gracia y hay en los personajes una sobriedad muy atractiva que igual es sólo la mirada occidental: como cuando en Europa se habla de 'nuestro' temperamento, que casi siempre es mala educación. Hablando de maneras en Japón, me quedo con las maneras de 'Yakuza'.
Valoración: 7,5/10
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