Desarrollar historias a partir del universo que otro autor ha imaginado es algo antiguo.Tanto como la propia literatura. Desde obras clásicas como la 'Odisea' o la 'Ilíada' de Homero, hasta las continuaciones anónimas de El Lazarillo o del Quijote, llegamos a las actuales revisiones de iconos literarios de cualquier época: 'Peter Pan', 'El Principito', 'El Padrino' o 'Lo que el viento se llevó'. Éxitos para la crítica y el público que quedan huérfanos de padre o madre, se rescatan sus personajes y tramas principales y se alumbra una nueva novela. A veces se hace sin que su autor fallezca o sin pedir la cesión de derechos. Incluso los fans de un libro o de una película se sienten libres de escribir sus propias historias, haciendo alarde de su imaginación y publicándolas en páginas web creadas para ello. Emerge aquí el eterno debate sobre los derechos de autor y las dudas sobre las consecuencias, económicas e intelectuales, derivadas de las secuelas.
¿Puede un autor controlar eternamente los derechos sobre su creación? ¿Puede impedir que se vaya más allá en las historias de sus personajes? Por el momento, J. D. Salinger sí ha podido detener la publicación en EEUU de '60 Years Later: Coming Through the Rye' ('60 Años Después: Recuperándose del Centeno'), la obra firmada por J.D. California, pseudónimo del autor sueco Fredrik Colting. ¿La razón? Que a Colting, más que "una parodia crítica" para transformar la obra original, le ha salido una historia con suficientes similitudes entre los personajes principales como para prohibir su publicación. Tras el bloqueo temporal decretado el pasado 17 de junio, la juez Debora Batts ha dado la razón a J. D. Salinger, quien interpuso una demanda por plagio contra el autor, la editorial y la distribuidora de la novela.
Cuando Salinger publicó El guardián entre el centeno' (1951) no imaginó que su primera novela corta se convertiría en una obra de referencia en el análisis de la conducta adolescente, ni que su protagonista, Holden Caulfield, iba a ser durante años el arquetipo de joven rebelde, inadaptado e inmaduro que mira con cinismo el mundo que le rodea. Ahora, casi seis décadas después, se publica en Reino Unido '60 Years Later: Coming Through the Rye' (editorial Nicotex), en el que su protagonista, Mr. C, un sexagenario que se ha escapado de una residencia de ancianos, recorre las calles de Nueva York en una trama ambientada 60 años después de la época en que se desarrolla la obra original. Distinto padre para una misma historia.
Pero no es el único caso de oportunismo literario. Cuando una obra se convierte en icono, no son pocos los que intentan servirse de su estela y brillo con distintos fines. Ha pasado con las segundas (y terceras) partes de 'El Padrino' y 'Lo que el viento se llevó' o con la auténtica franquicia del 007 más famoso, el 'James Bond' de Ian Fleming. Y también le salieron secuelas a 'Peter Pan' o al mismísimo 'Principito', sin olvidar las múltiples adaptaciones y revisiones (con final feliz incluido) que el cuento de 'La Sirenita' de Hans Christian Andersen ha sufrido a lo largo del tiempo. Incluso se rumorea sobre un posible manuscrito casi completo de la cuarta parte de la saga Millenium del difunto Stieg Larsson. La diferencia está en si los autores (o sus herederos) ceden los derechos o si se hace una continuación independiente, basada en el amor personal que se siente por la obra, sin pedir 'permiso'. Está claro que si el autor no ha dado su consentimiento, la publicación de una obra basada en una idea suya le perjudica, pero ¿es beneficioso para la obra?
Sobre las obras mencionadas, hay que incluir su adaptación para la gran pantalla, pues pone de manifiesto la simbiosis entre la industria cinematográfica y la editorial. En el caso de 'El Padrino' (1969) de Mario Puzo, un solo libro sirvió de base para los guiones de las tres películas, ya que la segunda y tercera parte ('El Padrino: el regreso' y 'El Padrino: la venganza') fueron escritas por Mark Winegardner y publicadas en 2005 y 2007 respectivamente, con la autorización de Puzo, eso sí.
Otro ejemplo de >secuelas oficiales son las de 'Lo que el viento se llevó' (1936), de Margaret Mitchel. Tras convertirse en una de las películas más famosas de la historia del cine (ganó 8 Óscars en 1939), en 1991 llegó su primera secuela: 'Scarlett', de Alexandra Ripley. Un éxito internacional con más de 300.000 ejemplares vendidos en España y 6.000.000 en todo el mundo, lo que animó a los herederos de la novelista norteamericana a autorizar la publicación de otra novela: 'Rhett Butler' (2008) de Donald McCaig. En esta continuación el personaje que encarnó Clark Gable en la película adquiere voz propia y también supuso un gran éxito de ventas a nivel mundial.
El caso de 'James Bond' es el ejemplo de mejor explotación comercial de un personaje de ficción. Ian Fleming firmó 12 novelas sobre el agente 007, convenientemente adaptadas al celuloide, entre las que destacarían 'Casino Royale', 'Vive y deja morir', 'Moonraker' o 'Diamantes para la eternidad'. Pero igual que en la piel de Bond se han metido varios hombres (aunque en nuestros corazones el auténtico sólo sea uno), sucesivos escritores se encargaron de crear nuevas aventuras para el donjuan al servicio de la reina de Inglaterra: Kingsley Amis, John Gardner y, el último, Sebastian Faulks, que publicó en 2008 'La esencia del mal'.
El cuento de 'Peter Pan' (1904) de James Matthew Barrie también ha tenido múltiples versiones posteriores y adaptaciones cinematográficas. Algunas más libres que otras, como el caso de la versión punk del español Xabier B. Fernandez, 'Kensington Gardens' (2004), donde unos adolescentes Gwen y Peter se unen a una banda callejera, Los niños perdidos, en el Londres punk de finales de los 70. Además del libro conmemorativo del centenario de la publicación de 'Peter Pan', escrito por Geraldine Mc Caughrean y que es la secuela oficial de la historia promovida por Great Ormond Streer Hospital (dueños de los derechos de la obra de J. M. Barrie), las películas 'Hook' de Spielberg y 'Regreso a Nuncajamás' son dos buenas continuaciones de la vida del niño que no quería crecer.
De la obra más famosa del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, 'El Principito' (1943), podemos encontrar dos continuaciones: 'Reencuentro con el Principito' (1999), de Jean Pierre Davidts, que escribió supuestamente por petición del propio Antoine, es una continuación que hace referencia a los mismos valores representados por el Principito, enmarcados en la complejidad de la sociedad actual. Sin embargo, la Fundación Saint-Exupéry, dueña del personaje y de los derechos de reproducción, sólo ha dado su aval a la obra del empresario y poeta argentino Alejandro Roemmers: 'El regreso del gran joven príncipe' (2008). El apoyo de la familia Saint-Exupéry (Frederic D'Agay, nieto de Antoine escribió el prólogo) se debe a la vinculación del escritor con Argentina, donde vivió unos años.
En la frontera de la secuela libre con el plagio se encuentra el territorio fandom (abreviación de "fan kingdom"), formado por los aficionados de libros o series de ficción, especialmente ciencia ficción o literatura épico-fantástica. Entre las actividades desarrolladas por los fans, los fancines y las historias de ficción (o fanfics) han tomado una posición relevante en la creación libre de 'segundas partes' de obras famosas. Como historia escrita por un aficionado y no por un escritor profesional, no hay pretensiones artísticas o económicas. Es puro entretenimiento y, en la mayoría de los casos, absoluta devoción por el universo creado por determinado autor.
Los primeras fueron sobre Star Trek y Star Wars, pero no tardaron en aparecer fanfics sobre los superhéroes tradicionales de Marvel o de DC (Hasbro) y de casi cualquier libro de fantasía épica, cómics, series o películas de culto. Estas historias que escriben los fans encierran otro aspecto polémico: la degeneración de la obra original por el tratamiento de los personajes. Es el caso de las versiones pornográficas de, por ejemplo, Harry Potter que se pueden encontrar en la red, dónde los lectores imaginan la vida de los personajes más allá del colegio. Efectivamente, se pone en peligro el prestigio de la obra, pero sin ánimo lucro no hay posibilidad de pleito por plagio, por lo que el fanfic es un fenómeno que se propaga a la velocidad que sólo internet consigue.
En la otra cara de esta moneda encontramos a los autores que aprovechan el tirón comercial de una obra para publicar sus libros de parodia. Un ejemplo es Michael Gerber en su obra 'Barry Trotter', una sátira sobre la historia del niño mago más rentable del papel y la pantalla. Nadie confunde la obra de Rowling con la de Gerber, pero hasta el autor es consciente de que su éxito depende del calado social de los libros de Harry Potter.
Actualmente, el flujo de la información depende de las conexiones entre la literatura, televisión, cine e internet. En el momento en que se publica una obra, parece que el autor pierde prácticamente el dominio de su idea. Se estimula la imaginación del fan y el ánimo lucrativo de los gigantes audiovisuales que adquieren los derechos para transformar un libro en múltiples productos. Dos caminos posibles para un artista o creador: venderse o luchar por mantener el poder sobre su obra. Hay quienes no ceden sus obras, los que se desvinculan públicamente de las adaptaciones (como hizo Alan Moore con la adaptación al cine de sus cómics 'V de Vendeta', 'La Liga de los Hombres Extraordinarios', 'Watchmen') y los que luchan contra las continuaciones no oficiales en los tribunales. Pero hay quienes sucumben y deciden beneficiarse de las ofertas: aceptan otros padres para sus creaciones y ven proliferar su idea en distintas direcciones mientras se engrosa su cuenta bancaria a ritmo de merchandising. Cuestión de principios.
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