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La mujer acusada de matar a un anciano le propinó 9 puñaladas y una le atravesó la laringe

EFE
Actualizado 01-07-2009 14:32 CET

Toledo.-  Yolanda F.A., de 40 años, acusada de matar con un cuchillo jamonero a un anciano en su domicilio de la calle San Miguel del casco antiguo de Toledo en diciembre de 2007, le propinó nueve puñaladas, tres mortales e infligidas "con gran violencia" en el cuello, una de las cuales se atravesó la laringe.

Así lo pusieron de manifiesto hoy las forenses durante el juicio que se celebró en la Audiencia de Toledo contra la procesada, que estuvo sollozando buena parte de la vista oral y para quien la fiscalía solicita quince años de cárcel por un delito de homicidio y robo con violencia, puesto que la mujer se llevó 555 euros que el anciano tenía en una cartera de su chaqueta.

Las forenses Raquel Bernardo de Quirós y Carmen Martín Parra dijeron que el anciano octogenario, de 1,53 metros de estatura, "debió luchar de forma terrible para evitar los cortes" y que por la trayectoria de la sangre debió tratar de pedir ayuda hasta momentos antes de morir, ya agonizante.

Según se desprende del informe forense y la investigación policial, el suceso debió comenzar en el pasillo, a la entrada de la vivienda, y que después de las puñaladas el anciano, Enrique Martín López -que vivía solo en el mismo edificio y que era el casero de la procesada- se debió echar en la cama, donde se halló un "gran charco de sangre" para finalmente acabar en la puerta de entrada, donde fue hallado el cadáver, también encharcado.

Las forenses dijeron que el anciano trató de defenderse para esquivar las puñaladas como lo demuestran las heridas que el cuerpo presentaba en los antebrazos y en la cara anterior de las manos.

Añadieron, asimismo, que de la decena de heridas tres eran "especialmente profundas" una de las cuales, la que le atravesó la laringe, le hubiera provocado por si misma la muerte, que no fue instantánea, sino que "tuvo un rato largo de supervivencia" hasta que se desangró.

Al bajar del furgón de la Guardia Civil que la condujo desde la prisión de Soto del Real (Madrid) a la Audiencia de Toledo, la mujer, natural del País Vasco, se ocultó el rostro con un libro titulado 'The Secret' (El Secreto).

En el juicio, durante el cual ella pidió permiso al presidente del tribunal, sin éxito, para abandonar la sala de vistas, comparecieron como testigos siete policías nacionales de la comisaría de Toledo, que con su declaración dejaron en entredicho la versión que acababa de dar la procesada.

Yolanda dijo al tribunal que el día de los hechos, sobre las ocho de la tarde del 12 de diciembre de 2007 subió a la casa de Enrique, situada en el tercer piso del número 15 de la calle San Miguel de Toledo, muy cerca del Alcázar, porque el anciano la llamó desde la ventana cuando ella llegaba a casa en la moto y que le pidió un poco de sal.

Dijo también que ella trataba de evitar tener que ir a la casa del arrendador del piso donde vivía con un amigo -un tal Vicente C. de 52 años, que compareció como testigo y que era el encargado de pagar los gastos del alquiler- porque "me hacía proposiciones".

Que ese día le subió la sal y que tras cerrar el anciano la puerta de la casa le empezó a molestar y como la víctima hacía caso omiso a su petición fue a la cocina y cogió un cuchillo para "asustarle", pero que en ningún momento tuvo intención de acabar con su vida.

La acusada dijo también que le dio un empujón y que el fallecido cayó al suelo y que tras levantarse "me cogió el cuchillo", aunque dice no recordar lo que pasó después, porque "perdí la cabeza".

Esta versión contrasta con la ofrecido por los policías, quienes indicaron que el cuchillo hallado, doblado, en la vivienda de la víctima "encajaba" en una funda vacía encontrada en la casa de la procesada y que la empleada de hogar que tenía el anciano, que no compareció al no haber podido ser localizada, no había identificado el arma homicida como propiedad del fallecido.

La asistenta -según el testimonio que en su día dio a la policía y al juez instructor- indicó que la procesada subía a veces a la casa de la víctima a pedirle dinero, que le había prestado 250 euros, y negó que tuviera relaciones (íntimas) con Yolanda, porque "era muy respetuoso con las mujeres".

Por su parte, el compañero de piso de Yolanda, Vicente C., un albañil soltero de 52 años, explicó al tribunal que la acusada no tenía trabajo cuando sucedieron los hechos y que el día anterior le había prestado dos euros para echar gasolina a la motocicleta.

La inculpada fue detenida al día siguiente en un hostal cercano al lugar de los hechos, donde se había refugiado la mujer, que llevaba parte de los billetes con restos de sangre y que se completaron con los que previamente había pagado a la dueña del establecimiento.

La defensa pide para su patrocinada año y medio de cárcel por los delitos de homicidio imprudente y hurto por entender que la mujer fue presa de un trastorno mental transitorio.

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