Joan Laporta, presidente del Barça, acaba de presentar un proyecto para cambiar los estatutos del club. Si finalmente se aprueba, habrá mandatos de seis años a partir de las elecciones del 2010 con una sola reelección posible. La reforma del reglamento ha levantado las sospechas de que en realidad se trata de un intento del presidente culé de perpetuarse en el poder.
Más o menos las mismas acusaciones son las que pesaban sobre el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, antes de que los militares se sublevaran contra él. Las Fuerzas Armadas reaccionaron mal ante el intento del líder de celebrar un referéndum para preguntar a los hondureños si querían que en las próximas elecciones (que se celebrarán en noviembre) se votara también la posibilidad de iniciar los trámites para una reforma constitucional que le permitiría aspirar a una segunda reelección, algo que no permite la carta magna y que sólo podría haber conseguido de esta forma.
La oposición a los presuntos intentos del presidente hondureño (a pesar de que el protagonista del entuerto ha jurado y perjurado que no pretendía presentarse por segunda vez al cargo) ha llegado a devolver a los titulares de la prensa una práctica que, sin embargo, había sido desterrada de la vida política latinoamericana: el golpe de Estado. Sin embargo, 'Mel' (como le apodan los hondureños) no es el único que ha tratado de impulsar reformas constitucionales para prolongar su estancia en el poder. El debate ha vuelto a surgir en un continente en que hay una clara la tendencia a emplear triquiñuelas y cambiar las cartas magnas para poder presentarse de nuevo a la presidencia, bien siguiendo el modelo de la reelección inmediata o el de la reelección alterna (interponiendo un mandato primero).
Últimamente hemos visto un buen puñado de ejemplos, no exentos de profunda polémica, que en algunos casos han generado violentas revueltas. Hugo Chávez en Venezuela consiguió su objetivo el pasado mes de febrero cuando el Sí ganó el referéndum que proponía levantar el límite al número de reelecciones presidenciales. También otros presidentes como Rafael Correa (Ecuador) o Evo Morales (Bolivia), ambos adscritos al llamado 'eje bolivariano', han emprendido con éxito reformas constitucionales que les permitirán presentarse a una futura reelección. Daniel Ortega en Nicaragua o Fernando Lugo en Paraguay ya han expresado su intención de seguir este camino.
Pero los gobernantes de izquierdas no son los únicos que se han dejado seducir por la tentación fatal de la presidencia continua o la "sed reeleccionista", como la llama Carlos Malamud, investigador del Real Instituto Elcano especializado en América Latina. "No se trata de un problema de la izquierda o la derecha, sino del populismo y de presidentes con tendencia al autoritarismo", coincide Susanne Gratius, especialista en la región de Fride. También en Colombia, el presidente derechista Álvaro Uribe ha dado pasos en este sentido. Ya en 2006 llevó a cabo su primera reelección mediante un controvertido acto legislativo que modificó la Constitución. El próximo año expira su mandato y existen dudas sobre si volverá a presentarse. De momento, ha comenzado a allanar el camino mediante una Ley para celebrar un referéndum popular que le abriría la puerta a una segunda reelección si su candidatura resulta vencedora en los comicios de 2010.
Las maniobras del presidente colombiano han conseguido incluso que Obama le dé un amable y didáctico toque de atención a sus aspiraciones presidencialistas. El demócrata le ha tratado de explicar que en Estados Unidos el modelo de los dos periodos es el que funciona. "Tras ocho años la gente quiere un cambio", le ha dicho a Uribe. El presidente estadounidense, en medio de un agrio debate sobre la legalidad de la reforma que pretende impulsar el ejecutivo, incluso se dio el lujo de citar como ejemplo al ex presidente George Washington, que rechazó continuar indefinidamente en el cargo a pesar de que tuvo oportunidad de hacerlo. Según Obama, esa decisión es una de las cosas que hicieron de él un personaje "memorable".
Indirectas aparte, lo cierto es que el debate sobre la reelección nunca ha sido una cuestión inocua en la región. Y tampoco es una novedad. Como dice el periodista Miguel Ángel Bastenier en un artículo en el diario 'El País', con 20 años de democracia asentada, los presidentes latinoamericanos han empezado a sentirse de nuevo legitimados para pedir cancha". Menem en Argentina, Cardoso en Brasil lo hicieron en su día, pero no hubo tanto ruido. Según Malamud, estas reformas se hicieron prestando un mayor cuidado por las formas y las instituciones democráticas que hoy "se está perdiendo". Para este especialista, la razón por la que resultan tan polémicas siempre estas maniobras es porque se plantean "en mitad del partido e intentando cambiar las reglas del juego en beneficio de quien ostenta el poder". "La constante en los últimos años ha sido forzar la legalidad vigente", opina.
Así, la primera reelección de Uribe en Colombia se vio emponzoñada por el caso de la Yidispolítica, que es el nombre con el que se conoce al escándalo político de la parlamentaria Yidis Medina, que confesó haber sido sobornada por altos cargos gubernamentales para votar a favor de la reforma. Otro ejemplo es el caso de Venezuela, donde Chávez tuvo que repetir un referéndum para conseguir que se eliminara de la Carta Magna el límite al número de reelecciones presidenciales.
Tradicionalmente, dentro de este interesante y prolijo debate, ha habido dos posturas.
Malamud piensa que los partidarios de la reelección en ocasiones no tienen en cuenta que casi la completa mayoría de países del continente (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela) tienen sistemas presidencialistas. En ellos, la figura del presidente ha ido acumulando poder y competencias en detrimento de los poderes legislativo y judicial. "El sistema de pesos y contrapesos que hay en los sistemas parlamentarios no existe", dice el investigador. Es decir, que ejemplos como el de España o el de Alemania con Felipe González y Helmut Kohl gobernando durante 14 y 16 años consecutivos España y Alemania respectivamente no serían equiparables a estos sistemas políticos.
El excesivo centralismo, la nulidad de unos sistemas legislativo y judicial en ocasiones dependientes del ejecutivo o la ausencia de mecanismos de control del poder son algunos de los obstáculos que impiden que la reelección de los presidentes funcione normalmente. Como explica el periodista cubano Jorge Gómez Barata, "el fondo del asunto no radica en quién gobierne ni cuánto tiempo lo haga, sino en que la vigencia de las instituciones, el respeto por las leyes y la calidad del liderazgo aseguren procesos realmente democráticos".
Sin embargo, sigue habiendo voces que reclaman el derecho de los ciudadanos a repetir mandatario o a sancionarlo. Tanto Malamud como Gratius dejan claro que la reelección no es algo negativo en sí mismo. "Lo que es necesario es que todos los actores sociales y políticos respeten las leyes y las instituciones", afirma el primero. Algunos autores como John Carey en 'The reelection debate in Latin America' han propuesto soluciones intermedias como más reelección, pero con menos poderes "mitigando el peligro de que la perpetuación presidencial se transforme en tiranía". El asunto es peliagudo y el debate, complejo y prolijo . Al fin y al cabo, si resulta ya polémico en un equipo de fútbol, ¿cómo podría no serlo en un país?
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