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Cuba espera un verano caliente en clima, política, incertidumbre y penurias

EFE
Actualizado 24-06-2009 16:03 CET

La Habana.-  Cuba tendrá un verano caliente en clima, política, incertidumbre y penurias, a juzgar por lo que dicen el propio gobierno, la prensa oficial, la disidencia interna, "blogueros" alternativos, diplomáticos y empresarios extranjeros radicados en La Habana.

"Nos espera un verano incierto, donde se anuncian cortes eléctricos, alza de precios y en el que hasta se pronostica una estampida migratoria", dice la "bloguera" más publicitada de la isla, Yoani Sánchez.

"Nadie debe confiarse. Durante julio y agosto sigue subiendo la temperatura y con ella el consumo", declaró al diario oficial Granma Ricardo González, ejecutivo de la Unión Eléctrica, tras anunciar que las restricciones en el sector estatal han evitado, por ahora, los apagones generalizados.

Habla de las restricción energéticas que dictó el gobierno para que las empresas y entidades estatales -acusadas de derrochadoras por el mismo régimen que las gestiona- cumplan planes de ahorro por la falta de liquidez del Estado, que rebajó del 6% al 2,5% su meta de crecimiento para 2009.

No pasa día sin que los medios informativos cubanos, todos estatales, presagien años de vacas flacas que achacan a la crisis financiera global y al embargo comercial de Estados Unidos, eludiendo que la isla vive una penuria crónica desde que se desplomó la Unión Soviética.

"Ahorro" es el lema más repetido del único Estado de América que se dice comunista y preside desde hace 16 meses el general Raúl Castro, tras reemplazar por enfermedad a su hermano mayor Fidel, que gobernó la isla durante 49 años y 55 días.

Hace casi un año, tras despertar expectativas de reformas y confesar que en Cuba hay un exceso de prohibiciones, Raúl Castro pidió a sus compatriotas que no se "acostumbraran" a recibir solo noticias buenas y pintó un sombrío panorama mundial que impactaba también en la isla.

Lo hizo en la ciudad oriental de Santiago, al celebrar el 55 aniversario del comienzo de la revolución que encabezó su hermano, que no aparece en público desde julio de 2006 aunque fija doctrina en frecuentes escritos.

Muchos fechan entonces el fin de los intentos reformistas que dirigentes de algunos países esgrimieron para dar otra oportunidad a un gobierno que prometía cambios aún no concretados, según dicen la mayoría de los diplomáticos, empresarios y analistas consultados en La Habana.

Se reconocen derechos sociales cubanos como el acceso universal a la salud y la educación, aunque estén deteriorados por la falta de liquidez, y también éxitos en relaciones internacionales, pero nada mejora en derechos civiles y libertades individuales, según las fuentes señaladas.

La normalización de relaciones con la Unión Europea y América Latina se cita como uno de los mayores logros recientes de La Habana, que además ve al frente de su principal enemigo, Estados Unidos, a un nuevo presidente, Barack Obama, que ha dado algunos tímidos pasos para acabar con el embargo que aplica Washington a la isla desde 1962.

Algunos observadores señalan que las reformas de Raúl Castro, de 78 años, naufragaron por la crisis financiera global, tres huracanes que causaron pérdidas por 10.000 millones de dólares en 2008 y la caída de ingresos por exportaciones como el níquel y servicios como el turismo.

Otros anotan que el líder de la revolución de 1959, Fidel, de 82 años, aunque cedió la Presidencia, no permite que sepulte sus dogmas el pragmatismo atribuido a su hermano menor, fiel lugarteniente durante más de medio siglo.

"Ya hasta el gobierno reconoce los impactos de la crisis mundial sobre una sociedad que no ha superado los estragos ocasionados por la pérdida de las subvenciones del bloque soviético", dice el economista Óscar Espinosa, uno de los 75 opositores apresados en la llamada "Primavera Negra" de 2003, ahora excarcelado por razones de salud.

"En Cuba los veranos son siempre calientes y no estoy hablando del termómetro", dijo a Efe un diplomático veterano, pero a continuación matizó: "No te estoy diciendo que este año vaya a pasar algo".

En las calles de La Habana es notorio el descontento con las restricciones en el consumo de energía, la reducción de rutas y frecuencias del transporte público y la disminución de productos que se entregan subsidiados por la escuálida cartilla de racionamiento, como fríjoles y sal.

Muchos extranjeros residentes en la mayor isla de las Antillas se extrañan porque no perciben, por el momento, nada parecido a un estallido social.

El ministro de Economía y Planificación, Marino Murillo, dijo en el lenguaje eufemístico cubano que la crisis "ha complicado la obtención de facilidades de precios y fuentes crediticias", pero que "nadie va a quedar desprotegido", aunque "inevitablemente" se van a sentir restricciones en el consumo.

Agregó que la importación de alimentos "todavía es muy grande" y puede ser reducida, aludiendo a que se importa más del 80 por ciento de los víveres que consumen los 11,2 millones de cubanos, a un costo de 1.600 millones de dólares por año.

"Menos arroz, menos de todo", tradujo un cubano de a pie.

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