Ciudad del Vaticano.- El papa Benedicto XVI viajó hoy al santuario de Santa María de la Gracia, en San Giovanni Rotondo (sur de Italia), que acoge los restos del santo Padre Pío, y advirtió del riesgo de la secularización, además de expresar su preocupación por los refugiados.
Siete años después de ser proclamado santo por Juan Pablo II, en la considerada canonización más multitudinaria de la historia de la Iglesia, el Papa Ratzinger veneró hoy los restos del capuchino Padre Pío de Pietrelcina, conocido como el fraile de los estigmas y venerado por millones de personas en todo el mundo.
Acogido por más de 50.000 personas, muchas de ellas extranjeras, Benedicto XVI visitó la celda en la que vivió el Padre Pío (1887-1968) en el convento del santuario de Santa María de la Gracia, se detuvo ante los objetos personales del santo y después veneró los restos del capuchino, expuestos desde el pasado año en una urna de cristal en la cripta del templo.
Después el Papa ofició una misa en la que dijo que, "al igual que Jesús, el Padre Pío mantuvo su verdadera lucha no contra enemigos terrenales, sino contra el espíritu del mal, el diablo, del que se defendió con la armadura de Dios, con el escudo de la fe y la espada del Espíritu Santo"
Tras resaltar la figura del santo, Benedicto XVI dijo que fue un "hombre humilde, de rezos y de sufrimientos" y que vivió su vida con la plegaria y la caridad (fundó un hospital, Casa de Alivio del Sufrimiento, uno de los más importantes del sur de Italia).
El Papa agregó que en la sociedad moderna la secularización y el trabajo desenfrenado hacen que las personas se olviden "de lo que es verdaderamente importante, escuchar a Cristo para cumplir la voluntad de Dios".
Benedicto XVI recordó que ayer se celebró la Jornada Mundial del Refugiado y pidió a los presentes rezar "por la difícil situación, muchas veces dramáticas de los refugiados".
"Muchas son las personas que buscan refugio en otros países huyendo de situaciones de guerra, persecuciones y calamidades. Acogerlo es un deber", afirmó el Papa.
El Padre Pío, conocido como el "apóstol del confesionario" y cuyo nombre de pila fue Francesco Forgione, nació en la aldea de Pietrelcina (Benevento, sur de Italia) en 1887.
A los 15 años comenzó a tener visiones y agresiones del diablo, según él mismo contó. Ingresó en los Frailes Menores Capuchinos y fue ordenado sacerdote en 1910, a los 23 años.
Trasladado en 1916 al convento de San Giovanni Rotondo, fundó la Casa del Alivio del Sufrimiento, para acoger a los más necesitados, y a los 31 años comenzó a experimentar el fenómeno místico de los estigmas (llagas similares a las de Cristo clavado en la cruz).
Los estigmas se mantuvieron a lo largo de toda su vida. La herida del costado, al igual que los otros estigmas, manaba sangre con frecuencia y aún más durante la Semana Santa. Los de las manos los escondía bajo unos medio guantes de lana.
Los estigmas desaparecieron sin dejar huellas el 22 de septiembre de 1968, un día antes de su muerte.
Su persona comenzó a verse rodeada de una aureola de santidad, suscitando una amplia devoción popular que traspasó las fronteras de Italia e implicó incluso a gente no católica.
Pero junto a la fama de santo también sufrió fuertes críticas y humillaciones por parte de sectores del Vaticano y de la Iglesia italiana.
El Santo Oficio le abrió en 1931 una investigación y durante tres años no pudo celebrar misas en público. Se le acusó de "acariciar" a mujeres y de estar detrás de negocios turbios alrededor de su hospital.
Los estigmas la crearon muchos enemigos, entre ellos Agostino Gemelli, que le llamó "psicopático y liante, y monseñor Carlo Maccari, que dijo que en él reinaba el "demonio y la impureza".
Tras años de investigaciones se demostró que todo era falso.
Entre quienes se confesaron con él se encuentra el papa Juan Pablo II. Se asegura que Padre Pío le profetizó que sería elegido Papa.
Juan Pablo II le beatificó en 1999 y le proclamó santo en el año 2002.
El santuario de San Giovanni Rotondo es el tercero más visitado del mundo católico, tras el Vaticano y el templo mexicano de la Virgen de Guadalupe, con ocho millones de fieles al año.
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