Ya sé cómo termina 'La reina en el palacio de las corrientes de aire'

He leído la última frase. Absolutamente reveladora. Me lo compré ayer por la tarde, 16 de junio, sin tener que esperar al jueves 18, el día en el que el medio millón de ejemplares de la última entrega de 'Millenium' salen a la venta. La impaciencia de los enganchados al "fenómeno editorial del año" —como se ha bautizado a la lucrativa sorpresa con que el periodista sueco Stieg Larsson se despidió del mundo— ha provocado la rebelión de los pequeños libreros. A los estrategas marketinianos de la editorial Destino (Grupo Planeta), les han reventado su estudiada planificación de lanzamiento.

"Hola, vengo a recoger un libro que he encargado por teléfono". Mientras van a buscarlo me fijo en una torreta de tomos. Tochos de 854 páginas, de tapas negras y con la ilustración de una mujer en la portada —obra del artista Gino Rubert—. A alguien que detesta los best sellers debería espeluznarle. Pero me acerco y compruebo que no se trata de 'Los hombres que no amaban a las mujeres' ni de 'La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina'. No pensaba leerlo en una semana como hice en cuanto pusieron a la venta el anterior. Pero el irracional placer de saltarme la dictadura impuesta por la editorial me empuja a coger el pesado ejemplar y colocarlo en el mostrador, al lado de la caja. Esta inconsciente acción no la habría realizado con un plomazo made in Ruiz Zafón, seguro.

"Creía que hasta el 18 no se ponía a la venta", le comento a la librera. "Me van a obligar ahora a tener un montón de cajas en medio de la tienda hasta que a ellos les de la gana... Lo acabo de colocar ahí. Total, por dos días...", me contesta como si ignorase que, a pesar de estar ubicada en una calle poco transitada, su librería agotaría las existencias en un pispás sólo con exhibirlo en el escaparate. Me alegra que existan pequeños comercios libres de la tiranía absurda de los poderosos grupos. Saboreo el momento. Visualizo los carteles que en La Casa del Libro, en Booksellers y en El Corte Inglés, las tres grandes superficies que hace unos minutos he dejado atrás, anuncian el lanzamiento previsto para el día 18 y me siento como esos personajes de cuento de hadas clásico. Humilde pero orgullosa, imaginando el cabreo del directivo de turno cuando se entere de que sus órdenes no se han cumplido.

Mientras me cobran, una mujer madura de aspecto intelectual que ojea sesudos ensayos se percata de la conversación y corre a apoderarse con disimulada ansiedad del libro. "Me lo voy a llevar", dice con displicencia mientras marca el número de una amiga para informarle de que la tercera parte de 'Millenium' puede ser suya sin esperar dos días más. "Dice que ya se lo está leyendo", le comunica a la dependienta con cierta amargura. Todos sabemos lo decepcionante que resulta que te chafen una primicia.

A mí, en cambio, el descubrimiento me impulsa a comprar dos libros más: 'Los hombres de la Guadaña' de John Connolly y 'Como una moto' de Bob Woodward. Sé positivamente que serán mejores. De hecho, me cuesta defender la segunda parte de la trilogía del finado Larsson cuando discuto con alguno de las cientos de personas que lo han devorado, desde Gallardón a mi tía. Es gracioso que el final suela parecer inverosímil cuando lo auténticamente increíble es que un periodista —el protagonista masculino— disponga de meses para investigar un tema y que encima le paguen por llegar hasta el final, caiga quien caiga, por no mencionar el hecho de que una minúscula revista económica se enfrente y gane a un gigante empresarial o que una hacker-heroína se pasee como Pedro por su casa, internet mediante, por las cuentas corrientes de los empresarios más ricos y corruptos.

Seguiría escribiendo pero tengo otra prioridad. 'La reina en el palacio de las corrientes de aire' me está llamando. He leído la última frase, pero elijo el método convencional y arranco por la primera página para no chafaros la historia...

Se estima que fueron seiscientas las mujeres que combatieron en la guerra civil norteamericana. Se alistaron disfrazadas de hombres. Ahí Hollywood...

La noche es larga.