La evidencia científica sobre la homeopatía es arrolladora: Ni ha demostrado eficacia terapéutica en ensayos clínicos controlados a doble ciego ni tampoco que su mecanismo de acción exista. Aún así el "Pues a mí me funciona" y otras falacias con la intención de defender la homeopatía siguen persistiendo.
La principal razón por la que estas falacias persisten, independientemente de la firmeza con la que la ciencia avale la ineficacia de la homeopatía, es muy sencilla: De fútbol y de medicina, todo el mundo opina. A ningún profano se le ocurriría contradecir a un arquitecto sobre dónde se colocan las vigas de un edificio, a un electricista dónde se hacen las conexiones o a un biólogo/ambientólogo sobre el impacto ambiental en una determinada zona. En medicina, sin embargo, ocurre que casi todo el mundo opina sobre enfermedades y tratamientos sin la más mínima formación, aunque sea de oídas.
Y, así, es frecuente que todos hayamos escuchado alguna vez por la calle los siguientes comentarios: "Tómate esto que me han dicho que va bien para lo que tienes", "Pues creo que fulanita tenía algo parecido a lo tuyo y tomó esto y le fue fenomenal" o "Pues a mí la homeopatía me funciona, deberías probarlo". La mayoría de estos comentarios serán totalmente infundados y poco o nada ayudarán a la otra persona. Aún así, están a la orden del día, como también lo están los curanderos y demás estafadores de la salud, porque de medicina todo el mundo cree saber.
Con la homeopatía ocurre, además, una cosa especial. Cuando afirmas que se han hechos estudios rigurosos sobre ella y en ninguno de ellos se ha encontrado eficacia más allá del placebo muchos defensores reaccionan de la misma forma que reaccionaría un creyente al criticar su fe: Bien atacando a la persona que explica la ineficacia de la homeopatía o bien recurriendo a falacias o engaños que no demuestran nada (salvo la ignorancia en temas médicos de las personas que los utilizan). Así pues, demos un paseo por las falacias más repetidas y por qué son engañosas y faltan a la verdad en su intención de defender la homeopatía.
Sin lugar a dudas, la falacia más utilizada para defender a la homeopatía. Una afirmación que tiene "éxito" porque aflora en gente que no tiene los suficientes conocimientos médicos para conocer lo que es un placebo o una remisión natural de la enfermedad.
¿Por qué es engañosa? Los resultados anecdóticos de curación no indican, por ellos mismos, que un tratamiento haya resultado efectivo. La única forma correcta y rigurosa para saber si un tratamiento (sea el que sea) de verdad cura es haciendo ensayos clínicos controlados en un gran número de personas comparado con placebo.
¿Por qué? Por tres razones:
Porque hay muchísimas enfermedades que remiten de forma natural o espontánea en mayor o menor grado. Es decir, que sin ningún tratamiento el cuerpo humano es capaz de vencer la enfermedad por sí mismo. Como ejemplos: Gripe, resfriados, tinnitus, cierto porcentaje de asma en la infancia, algunos casos raros de cáncer... Además, muchas de las personas que acuden a la homeopatía llegan en la fase más florida o manifiesta de la enfermedad que, por su historia natural, tiende a remitir al poco tiempo en síntomas y signos independientemente del tratamiento seguido.
Porque el efecto placebo o la sugestión que produce el hecho de pensar que estás tomando algo que te va a curar potencia la recuperación del cuerpo humano frente a la enfermedad aunque el tratamiento no tenga ningún efecto por sí mismo. Las enfermedades que más susceptibles son de mejorar ante un placebo son aquellas psicológicas: Depresión, dolor, ansiedad, etc.
Porque muchos productos que se venden como homeopáticos no lo son en realidad. En ellos, los componentes con principios activos se encuentran en cantidades apreciables (gramos, miligramos, etc.) y las diluciones, de existir, son muy leves. Muchos de estos productos (que sí tienen cierta eficacia) hacen pensar que la homeopatía funciona cuando en realidad lo que estás tomando no es homeopatía sino un tratamiento convencional basado en hierbas. Como ejemplo, tenemos el Traumeel que se vende como remedio homeopático cuando la composición nos indica claramente que no lo es.
Imaginemos una persona que está tomando homeopatía y se cura de una gripe. ¿Cómo sabemos si eso se debió al tratamiento y no a la remisión natural de la enfermedad o al efecto placebo? Lo cierto es que no podemos saberlo. Y por ello, de nuevo, es indispensable la utilización de ensayos clínicos en gran número de personas para hacer comparaciones y saber exactamente el grado de eficacia de un tratamiento.
Si en los grandes ensayos clínicos se ha demostrado que la homeopatía no tiene eficacia más allá del placebo o a la remisión natural de la enfermedad, se confirma que aquellos casos de "me funciona" se deben, en realidad, a una remisión espontánea de la enfermedad o al efecto placebo, no a que la homeopatía haya tenido alguna efectividad. En esos casos, si hubieran tomado cualquier otra cosa, hubieran obtenido los mismos resultados y les hubiera "funcionado" igualmente.
Las empresas que venden homeopatía no son tontas y saben muy bien que sus aliados son la remisión natural de las enfermedades y el efecto placebo (porque sus tratamientos no tienen efecto per se). Por ello, la amplia mayoría de tratamientos que se indican son justamente para enfermedades que remiten naturalmente con muchísima frecuencia o que son muy susceptibles al placebo.
Está más que documentada la existencia de efecto placebo tanto en bebés, niños pequeños como en mascotas. ¿La razón de su existencia? Tal vez ellos no se sugestionen directamente por la creencia curativa de una pastilla, pero sí que conocen los cuidados y la atención que muestran los padres hacia sus hijos o los dueños hacia sus mascotas cuando están enfermos y les dan algo para que mejoren. Al final, terminan asociando que lo que están haciendo les curarán de una manera u otra.
De hecho, los estudios clínicos realizados en niños y en mascotas se hacen también con un grupo de placebo donde se aprecia inequívocamente que este efecto existe. No debemos olvidar, además, que la remisión natural de la enfermedad está también presente en los dos grupos. Así que decir que la homeopatía funciona porque lo hace en mascotas o niños sin efecto placebo es algo erróneo y falaz.
Aquí llegamos a la típica falacia ad populum o ad numerum donde se afirma que una cosa tiene que funcionar si la utiliza mucha gente. Lamentablemente, esto no es así. Millones de personas pueden estar equivocadas o estar siendo engañadas. Pueden mencionarse incontables ejemplos al respecto pero existe uno muy reciente y llamativo: No hace muchos años se vendían millones de pulseras electromagnéticas en España para tratar dolores y múltiples enfermedades que no tenían ninguna eficacia. Eran una burda estafa pero tuvieron éxito.
¿Cómo podemos saber si un grupo de personas tiene razón o está equivocada? Con la ciencia. La única forma de saber si un tratamiento funciona o no es con ensayos clínicos. Todo lo demás son opiniones personales sin fundamentos. Si en aquel momento en que tanto éxito tuvieron las dichosas pulseras se hubieran requerido estudios clínicos para comercializarlo, a día de hoy muchos estafadores no tendrían los bolsillos llenos. Lo mismo que ocurriría ahora con la homeopatía.
La homeopatía no tiene efectos más allá del placebo. Lo que implica que no tiene efectos por sí misma ni buenos ni adversos, en un principio. Ahora bien, no son pocas las personas que abandonan un tratamiento de eficacia demostrada para aferrarse a la homeopatía. En estos casos el peligro y riesgo para la salud es innegable y, de hecho, existen muchas personas muertas por una fe ciega en la homeopatía, exactamente más de 400 personas que se conozcan por la prensa y que podrían estar vivas si hubieran seguido el tratamiento convencional.
Aquí encontramos otra típica falacia, la de la tradición. Viene a decir que si una cosa se está utilizando desde hace mucho tiempo, debe ser porque funciona o está bien. Sin embargo, y más en medicina, esto no es así. Cuando se desarrolló la homeopatía a principios del siglo XIX por Samuel Hahnemann basó esta disciplina en los conocimientos (erróneos) que tenía sobre las enfermedades en aquella época. ¿Cuáles eran estos conocimientos? El siguiente párrafo es bastante esclarecedor:
Para Hahnemann la enfermedad no es causada por ningún agente físico discreto, sino por la falta de armonía con la «fuerza vital», así que se preguntaba «¿Ha visto alguien alguna vez la materia de la gota o el veneno de la escrófula?» Unas décadas después de la muerte de Hahnemann, Garrod demostró que el urato monosódico es «la materia de la gota» y Koch que Mycobacterium tuberculosis es «el veneno de la escrófula». Sin embargo, para los homeópatas la gota y la tuberculosis siguen teniendo su origen en un desequilibrio del espíritu.
Si hoy en día los médicos científicos aplicaran sangrías siguiendo la teoría de los cuatro humores (teoría que se utilizó durante muchos más siglos que la homeopatía) no tardarían en aparecer denuncias y pánico social. ¿Por qué, sin embargo, una disciplina igualmente errónea como la homeopatía tiene más validez que los cuatro humores?
Esta falacia se utiliza para desacreditar a los fármacos convencionales y, así, reforzar la idea de que la homeopatía es válida y "altruista". Sin embargo, la homeopatía es un gran negocio. De hecho, su margen de beneficios es mucho mayor que las farmacéuticas convencionales. Sus preparados no contienen principios activos (pues éstos están diluidos infinitesimalmente) lo que abarata, por mucho, el coste de producción. Además, no invierten en grandes y rigurosos ensayos clínicos para demostrar la eficacia de sus tratamientos. Cosa que es necesaria para comercializar cualquier fármaco convencional.
Además, no se necesitan muchos estudios para ser comercial de homeopatía. En muchos lugares basta el graduado escolar o un ciclo formativo para ser visitador médico homeópata. Por último, hay que tener en cuenta lo caros que son los tratamientos homeopáticos con respecto a la mayoría de fármacos ¿La realidad? Las compañías homeopáticas se forran de lo lindo.
Aún así, no caigamos en la falacia. Que algo sea un negocio no implica directamente que los que lo desarrollan sean unos ogros o unos estafadores. Simple y llanamente, las industrias de homeopatía y las industrias farmacéuticas son negocios ambos, por mucho que se nieguen a pensarlo algunos.
Aunque la mayoría de médicos aplican tratamientos de eficacia comprobada científicamente, hay una minoría que recomienda terapias sin criterios objetivos, ceñidos a la preferencia personal. Como en todas las profesiones, hay buenos profesionales y malos profesionales. Y, en medicina, hay profesionales que aplican tratamientos que demuestran ser efectivos y profesionales que aplican tratamientos porque creen en ellos. Los segundos están mejor en una iglesia, una mezquita o un templo (lugares adecuados para la fe) que en un hospital o centro de salud.
Aquí nos encontramos una forma refinada de la falacia ad populum. En este caso, se deduce que si la homeopatía está en varios sistemas nacionales de salud, debe ser porque funciona. Una vez más, esto no es cierto. Los políticos (que son los que se encargan de estas cosas) no tienen ni idea de medicina y muchas de sus acciones están determinadas por presiones sociales, económicas, de negocios, etc... en lugar de razones científicas. Que en un determinado país se haya aprobado la homeopatía para el sistema de salud tan sólo significa que se ha tomado esa decisión sin tener en cuenta criterios científicos.
Peculiar fue el caso de Suiza donde se aprobó inicialmente la homeopatía y, tras comprobar con varios estudios que no tenía eficacia alguna, fue retirada del sistema de salud.
Si las farmacias tuvieran que retirar los productos que no han demostrado eficacia se quedarían medio vacías. Es un hecho, los farmacéuticos venden muchos preparados que no han demostrado nada, simple y llanamente se venden porque hay demanda y dan dinero. Recordemos que las famosas pulseras electromagnéticas también se vendían en farmacias.
Por tanto, plantear que si se venden en farmacias es porque funcionan, no se trata nada más que de otra argumentación falaz.
El recurso y pataleo final: la falacia ad hominem. La desacreditación y descalificación a la persona con la vaga intención de rebatir sus argumentos. Las falacias varían entre decir que estás vendido a las farmacéuticas, que eres un prepotente o un ignorante. Suelen ser falacias utilizadas frecuentemente por aquellos más fanáticos de la homeopatía y con menos conocimientos.
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