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Que ella no lo cuente...

Por M. PÉREZ, J. J. BORRÁS Y X. ZUBIETA (SOITU.ES)
Actualizado 09-06-2009 00:16 CET

Ésta es la preocupación inmediata que nos relatan algunos hombres tras referir su problema sexual en consulta. Tal es su inseguridad que ni a su propia pareja se permiten confiarle sus más íntimas inquietudes. Una de las más habituales justificaciones es que si se rompe la pareja, fuera a contarlo a los amigos y conocidos... Y es que vivimos en una sociedad que ha convertido los asuntos de la entrepierna en lo más secreto, cuya revelación nos dejaría desnudos —como metáfora de desprotegidos— frente a un mundo hostil. No es casual que nuestra Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal (LOPD) sitúe a la vida sexual entre los datos especialmente protegidos, tal es la identificación de la sexualidad con el universo de lo íntimo. ¿Y quién teme a lo íntimo? Así como el desnudo preocupa en la medida en que se siente inseguridad con el propio cuerpo, la revelación de aspectos de nuestra sexualidad suscita miedo en tanto que la percibimos como poco presentable, por anormal o problemática. Algunos hombres con problemas de disfunción eréctil, eyaculación precoz o complejos con su anatomía genital —destaca sobre todos el complejo de pene pequeño— se sienten agradecidos a sus parejas porque les aceptan así como son y además asustados ante la posibilidad de que las parejas pudieran revelar su inconfesable secreto.

Recordamos un joven de 26 años, que con un problema de disfunción eréctil de origen psicológico, acude a consulta con su novia de 25. Viene obligado por ella como último paso antes de dejarle, vista la nula disposición de él por afrontar el problema. La entrevista con ambos evidencia la crisis irreversible a la que han llegado, optando ella por dar el paso de separarse a los pocos días. Consumada la separación, él acude de nuevo a consulta pero no con el propósito de afrontar su problema, opción habitual y saludable en estos casos, sino tan sólo para asegurarse de que, como profesionales, no revelaríamos a nadie su problema... Tal es el grado de su obsesiva preocupación, que se siente impelido a volver con su pareja, tan sólo para asegurarse de que así ella no lo vaya a contar.

Entre los hombres con disfunciones de larga duración, se encuentran la mayoría de los que presentan cierto grado de desconfianza y recelo hacia la pareja. Mantienen una ambivalencia respecto a lo femenino, se sienten atraídos por la pareja al tiempo que desconfían de cuál sería su actitud ante una posible separación. En particular les aterra que desvelen lo que consideran su vergonzoso secreto sexual. En la mayoría de los casos, no es más que lo que se denomina una proyección de su propia desconfianza hacia la pareja, en absoluto compartida por ella, quien todo lo contrario, suele atribuir la ambigua actitud de él a cuestiones tales como su preocupación "como hombre" por sus problemas de erección o al estrés laboral.

Ocultarle a la pareja la toma de fármacos proeréctiles (viagra, cialis o levitra) antes de cada relación sexual; tener relaciones únicamente con la luz apagada; tenerlas únicamente en el sofá o en algún lugar que no sea el lecho conyugal, que se evita salvo para dormir; adoptar posturas que dificulten que la pareja vea o toque su pene; son algunas de las conductas que muestran los hombres preocupados por mantener su secreto sexual. Con estas actitudes de evitación, le otorgan a la pareja el poder de ridiculizarlos, del que al tiempo se sienten incómodos y asustados.

Llevados por un egoísmo mal entendido, algunos mantienen la pareja no tanto por auténticos vínculos de ternura y afecto, sino por la comprensión que muestra aceptándoles con "su defecto" y la discreción que ésta guarda sobre su secreto. De hecho, no es infrecuente que mantengan relaciones con prostitutas o alguna relación paralela.

La pareja depositaria del secreto sexual no suele ser una inocente traicionada en su confianza. Con frecuencia, comparte el ambivalente vínculo porque así lo prefiere, no viendo lo que no le interesa ver. Mantener una imagen y un estatus económico, social, familiar; asegurarlo para sus hijos, son a su vez motivaciones que con frecuencia equilibran esta inestable relación. Así, suele suceder que también las mujeres, a su vez, con el tiempo, guarden una parcela de placer extraconyugal con eventuales amantes o relaciones paralelas.

Algunos secretos no son buenos compañeros de viaje. Los sexuales tampoco. Si además, el hombre —en este caso— pretende mantenerlos incluso con la persona con la que tiene su relación de mayor intimidad, corre alto riesgo de que se deteriore su mutuo vínculo afectivo. Además, cuanto más se intenta esconder algo, más destaca. Avergonzarse por tener problemas es una forma simple de incrementarlos. Si experimentamos vergüenza por alguna cuestión sexual, es saludable plantearse el riesgo de ventilarla —rompiendo el secreto y toda su negativa influencia— antes que condicionar toda nuestra vida al convertirnos en celosos custodios del mismo. En terapia, planteamos en un momento dado: si comentas este asunto ¿qué es lo peor que te puede pasar? ¿Qué es lo más terrible? Y las fantasías catastróficas superan con creces las temidas vivencias.

¿Tienes o has tenido algún secreto sexual? ¿Has temido que contaran alguna intimidad sexual tuya?

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