Denver.- La producción de biocombustibles en América Latina es un ejemplo de la tecnología "exportada de sur a norte" porque facilita crear empleos y progreso social y económico al mismo tiempo, según la doctora Helena Chum.
El desarrollo de biocombustibles y la utilización de biomasas para generar energía es un ejemplo de "la transferencia de tecnología desde América Latina a Estados Unidos y Europa", dijo a Efe la doctora Helena Chum, investigadora en el Laboratorio Nacional de Energía Renovable (NREL, en inglés) en Golden (Colorado).
Según Chum, debido a los avances logrados en Brasil en la producción de etanol a partir de la caña de azúcar y a los experimentos sobre sostenimiento económico de plantas pequeñas de biocombustibles en otros países latinoamericanos, la tecnología fluye ahora en una dirección contraria a la habitual.
Chum recibió su doctorado en física química en la Universidad de San Pablo en 1972 y desde entonces se dedica al desarrollo de biocombustibles y a analizar la situación de la producción mundial de cada uno de los distintos tipos de biocombustibles.
En 1979 se incorporó a NREL y desde entonces ha publicado más de cien artículos en revistas académicas y obtenido 20 patentes propias y 20 otras patentes como co-inventora de tecnologías relacionadas con fuentes alternativas de energía.
Chum ejemplificó el flujo tecnológico desde América Latina hacia el hemisferio norte con el caso de la venta de estudios genéticos hechos en Brasil sobre la caña de azúcar a la empresa Monsanto, una multinacional dedicada a la biotecnología y la ingeniería genética.
Debido a que la mayor parte del etanol producido en Brasil se basa en la caña de azúcar (que, al contrario del maíz, es una planta semi-perenne), los investigadores brasileños desarrollaron un estudio genético de la caña de azúcar para poder modificarla y plantarla aún en las regiones más áridas de aquel país.
Monsanto eventualmente adquirió esa tecnología genética, que ahora se está usando por medio de acuerdos multilaterales para adaptar el cultivo de caña de azúcar en 130 países del mundo, muchos de los cuales antes no hubiesen podido contar con este cultivo.
Otro ejemplo de transferencia y cooperación tecnológica desde el sur hacia el norte son las investigaciones sobre nuevos usos de la biomasa, es decir, los restos de las plantas que no se usan para la producción de etanol.
En marzo de este año, NREL y la empresa DuPont firmaron un acuerdo de cooperación para el estudio conjunto de la biomasa, tanto para generar energía como para eventualmente crear productos altamente eficientes y con bajas emisiones tóxicas que reemplacen a productos de hoy de uso cotidiano, como el nylon.
A su vez, gracias a un acuerdo de cooperación energética firmado en septiembre del 2007 entre Brasil y EEUU (que producen el 70 por ciento del etanol mundial), las investigaciones y el desarrollo sobre biocombustibles a escala pequeña y para consumo local ya han comenzado en El Salvador, Haití y la República Dominicana y próximamente comenzarán en Guatemala, Honduras y Jamaica.
La mayoría de estos proyectos cuentan con la financiación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y se enfocan en la construcción y operación de pequeñas refinerías de etanol que no solamente generan ese combustible sino que además producen electricidad para áreas que de otra manera no la tendrían.
Para Chum, "este sistema (de producción y uso de combustibles) será más beneficioso para el planeta que el sistema que tenemos hasta ahora", especialmente "si se combinan varias formas de energía renovable, por ejemplo, una refinería de etanol con energía eólica".
A pesar de su optimismo sobre el futuro del biocombustible y sobre el papel de América Latina en el desarrollo de esa alternativa energética, Chum reconoce que aún quedan problemas por resolver, como el uso de terrenos, la competencia entre biocombustibles y alimentos y el impacto de los biocombustibles en el agua, el suelo y la diversidad ecológica.
Pero eventualmente estos biocombustibles "traerán prosperidad económica tanto a zonas rurales como urbanas y aliviarán la pobreza, contribuyendo al bienestar general, si se implementan modelos económicamente sostenibles de biocombustibles, se reducen las emisiones que ahora causan el efecto invernadero y se desarrollan salvaguardas para conservar y proteger el suelo y el agua", comentó.
Chum consideró que esos pasos ya están sucediendo y citó como ejemplo el Proyecto POET Liberty, en Emmetsburg, Iowa, que en 2014 será una de las refinerías de etanol celulósico (no basado en maíz) más grande del mundo, gracias a la cooperación científica entre investigadores de Estados Unidos y América Latina.
"Las centenarias prácticas agrícolas están cambiando, especialmente en los países en desarrollo, debido a las tecnologías de producción de biocombustibles y uso de biomasas. Esas tecnologías luego llegan a los países desarrollados", concluyó.
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