Argentino. 34 años. Durante 2009 su nombre no ha dejado de escucharse en las entregas de los premios de fotoperiodismo de mayor prestigio internacional, entre ellos el World Press Photo, la Beca de la Fundación Alexia o el PGB Photo Award. Ahora nos habla de los intríngulis de su profesión y de las que considera que son las cinco imágenes más representativas de su carrera.
"Hay muchas probabilidades de que no llegue a cumplir los 60". Walter Astrada habla con calma, relajado, transmite seguridad en cada gesto, en cada palabra. Conoce bien los peligros de su profesión pero aún así su impulso de fotografiar, de captar lo que está ocurriendo donde habita el olvido, le domina. Tomar imágenes es su forma de rebelarse, de sentirse útil, más humano, más vivo. Colaborador habitual de agencias de prensa como AP, AFP, WPN o Getty Images es, lo que se dice, una auténtica alma "freelance".
Brasil, Perú, Chile, Bolivia, Paraguay, Caribe, España, Guatemala, Kenia, Congo. Resulta casi imposible seguir un rastro de 10 años de viajes, pero su expresión se ensombrece cuando piensa en Madagascar. Allá estuvo demasiado cerca. Tampoco supo estar más lejos. Su motivación es clara: "Me arriesgo porque si no se tomaran esas fotografías nadie tendría constancia de lo que pasa y yo quiero asegurarme de que la gente conozca, que no puedan escudarse tras el no sabía".
No se trata de querer ser un héroe. Como cualquier otra persona él también llora, ríe, daña, acierta y se equivoca. Una suma de sentimientos se entremezclan en su mente cada vez que toma una fotografía. "Estás encuadrando con una cámara que cuesta al menos mil euros a gente que están matando delante de ti y que subsiste con menos de un dólar al día. Eso no es nada fácil de digerir". Se regala unos segundos de silencio antes de continuar. "Es por ello que siempre estoy en un permanente conflicto conmigo mismo. Hay ocasiones en las que me consume mucho hacer lo que hago". "Y es verdad", confiesa, "que, a veces, arriesgo demasiado".
No vacila un segundo en escoger una única instantánea de entre las miles que conforman su carrera. Inmediatamente hace referencia a la imagen con la que ganó el World Press de este año, sobre la violencia post-electoral en Kenia. "Esta foto resume lo que yo he visto en todos los conflictos en los que he estado hasta ahora. Es una metáfora del miedo, del horror, que genera la violencia". Como el de Munch, se trata de un grito enorme, infinito, el de la naturaleza. Refleja el terror de un niño en el momento en el que le es arrebatada, para siempre, su inocencia. Quizás no sea casualidad que, de entre todas las imágenes de la Historia de la Fotografía, una de las más le ha marcado a Astrada sea, precisamente, la de 'la niña de napalm', del vietnamita Nick Ut. Como él, Walter se ha convertido también, a día de hoy, en una nueva referencia.
Su mirada es inquisitiva, directa. Resulta dura pero, a la vez, contiene un matiz capaz de tornarla inusualmente hermosa. Es esa mirada la que queda plasmada en algunas de sus mejores fotografías, terribles por los hechos que nos muestran aunque estéticamente bellas. Pudiera parecer una contrariedad pero tal vez resida en ese punto, precisamente, la clave explicativa de su poder atemporal. Sus imágenes atraen, con la misma fuerza con la que provocan la rabia y el rechazo del que las mira. Conmueven, sin miramientos.
"Un buen fotógrafo tiene que verse reflejado en sus imágenes». Como tal cree en el compromiso, que lo profesional va unido a lo personal, irremediablemente. Sabe que la objetividad al 100% no existe, pero ello suma más que resta en su exigencia al aceptar la responsabilidad que el oficio requiere. En el fotoperiodismo abundan los Indiana Jones y los seres que parecen venidos de otro planeta. Se afana, por eso, a dejar bien claro que le disgusta el traje idealizado con el que a menudo se viste su profesión, cuando, "en realidad, si se ejerce como se debiera, ésta tiene muy poco de vedetismo".
"El talento no se recibe por ósmosis, se consigue con esfuerzo. Los medios aprovechan que hay gente que trabajaría gratis, pero el trabajo siempre debe ser remunerado, sino deja de ser trabajo y pasa a ser esclavitud". Desde luego nadie podrá decir que este "joven con demasiada experiencia", como algunos le denominan, no cumple con lo que predica. Primero dejó un buen empleo como técnico aeronáutico. Después su puesto en el periódico La Nación de Argentina. Desde entonces nunca se ha desviado del camino trazado para hacer otros trabajos, aunque no siempre le ha sido fácil llegar a fin de mes.
"Es verdad que se les da poco 'chance' a los fotógrafos que empiezan. La mayoría se quema, quedándose en el camino". Pese a ello opina que deberían recompensarse más las trayectorias. La lógica es simple. Cuando un chaval de 20 años que acaba de empezar su carrera se ve de pronto bañado en gloria, es muy difícil que consiga superarse luego. "Por lo menos deberían ser mayores de 30, así entro". Ríe, malicioso, antes de concluir que "es un error catalogar a los fotógrafos como buenos o malos en función de las veces que han sido galardonados. Los premios, a veces, son una lotería y deben ser siempre la consecuencia de un trabajo, nunca la causa. La nuestra es una auténtica carrera de fondo con obstáculos. Y la clave es la tenacidad, el saberse valorar, lo que implica, en definitiva, tener una firme creencia en lo que hace".
Walter comenta las que a su juicio sob las cinco fotos más representativas de sus cinco reportajes clave: The Eus, sobre prostitutas en Paraguay; la caída de Aristide en Haití; asesinatos de mujeres en Guatemala; el conflicto del Congo; y la represión que tuvo lugar tras las elecciones en Kenia.
Después de Faith, un trabajo sobre la fe que le motivó a viajar por diversos países de América Latina durante 1999, The Eus fue el primer proyecto personal que Astrada se planteó seriamente. "En realidad quería hacer un trabajo sobre las prostitutas en Paraguay cuando me di cuenta de que una de las quejas que éstas tenían era que las travestis les estaban quitando el trabajo. Pensé entonces que sería interesante fotografiarlas en su vida cotidiana así que me acerqué a ellas y les explique lo que quería hacer". Aceptaron la propuesta, le invitaron a pasar juntos las Navidades. Desde entonces, y durante año y medio, estuvo trabajando en este tema. "Iba cuando podía, normalmente por las tardes ya que por las mañanas dormían. En su cotidianeidad tienen la vida común de cualquier otra persona y eso es, precisamente, lo que quise representar en esta fotografía".
En 2004 estaba residiendo en República Dominicana cuando le tocó cubrir para AP la caída, en Haití, del gobierno de Aristide. "El 7 de enero hubo una manifestación importante donde la policía mató a algunos estudiantes. En este ataúd va uno de ellos». Después del velatorio la gente decidió pasar con el cuerpo por delante del palacio presidencial cuando la policía comenzó a disparar al aire y a lanzar gases lacrimógenos, impidiéndoles el paso. «En esta toma se ve cómo los manifestantes se asustan, escudándose detrás del cajón. Están, de alguna manera, intentando protegerse de la muerte con la muerte», comenta. Un mes y medio después un levantamiento de ex militares y ex policías, agrupados en los frentes de resistencia revolucionarios, terminarían uniéndose para derrocar, con éxito, el gobierno vigente.
"Era de noche y cuando llegué ya habían delimitado todo el perímetro. Yo estaba muy lejos, por lo que pedí permiso a los vecinos para poder llegar hasta el tejado de un edificio cercano. Allí estuve trabajando 5 horas hasta que pude tomar esta fotografía". Walter, que había hecho un contacto con los bomberos, recibió una llamada avisándole de que había aparecido el cuerpo de una víctima en la zona de Boca del Monte, en Guatemala. "Se llamaba Maira y tenía 42 años. Lo que más me impresionó fue ver el ensañamiento con el que la habían matado. Fueron, en total, 16 disparos". La instantánea, premiada en 2007 con el World Press Photo en la categoría de Temas Contemporáneos, forma parte de un proyecto más amplio que busca retratar el problema de la violencia contra las mujeres en diversos países del mundo.
"Esta imagen siempre me produce una sensación extraña. A primera vista parece una escena plácida, como si, llegada la paz, el soldado contemplara relajado lo hermoso de un cielo estrellado". Es difícil adivinar la violencia que esconde pero las falsas estrellas son, en realidad, los agujeros trazados por las balas en el techo de una de una tienda de campaña. En el Congo todavía se arrastran las secuelas del conflicto entre tutsis y hutus que, hace más de una década, provocaron en Rwanda una de las matanzas más terribles de toda la historia africana. "Todavía hoy hay enfrentamientos que obligan a la población civil a desplazarse, en una huída desesperada en búsqueda de seguridad y alimento". El 8 de Octubre de 2008, sin ir más lejos, tropas del Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP) lanzaron una fuerte ofensiva sobre la base militar de Rumangabo donde murieron 100 soldados congoleños.
Desde las elecciones generales del 30 de diciembre de 2007 se ha alentado en Kenia un conflicto étnico entre kikuyos y luos, con fines políticos. "Esta imagen la tomé en enero de este año, en el contexto de las manifestaciones que el líder de la oposición Raila Odinga había convocado, en contra del actual presidente del gobierno Mwai Kibaki". La represión se volvió muy violenta cuando Walter decidió seguir a un pequeño grupo de policías en un barrio de Kiberia, en Nairobi. "Estaban entrando casa por casa cuando de repente escuché un grito: ¡Baba, baba! Entonces vi que habían roto una puerta de una patada y allí estaba un niño de unos 8 años, totalmente aterrorizado, llamando a su padre". Más tarde se enteró de que éste ni siquiera existía y que el pequeño estaba solo en la casa esperando que volviera su abuela. "Esta fotografía puede ser cualquier cosa en realidad, se trata de la imagen personificada del miedo, del horror, que genera la violencia".
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