Redes inteligentes: ¿hacia una internet de la energía? (II)

Siguiendo con el post anterior y la conferencia de Tom Raftery sobre Electricidad 2.0. La red eléctrica del futuro, parece que el incremento de la producción renovable de energía genera un problema creciente de difícil solución con un sistema de distribución inflexible y centralizado. En el caso de las renovables, y por su propia naturaleza, es imposible gestionar la oferta, por lo que la única solución está en gestionar la demanda. Si los actuales sistemas de distribución energética no son eficientes con fuentes renovables y no disponemos de mecanismos verdaderamente útiles para el almacenamiento, las soluciones parecen pasar por un cambio del modelo de distribución, lo que implicaría tanto a la tecnología como a los usuarios.

¿Soluciones descentralizadas basadas en el usuario?

Si queremos gestionar la demanda sin regular drásticamente a los usuarios debemos proporcionarles herramientas e información para que se pueda descentralizar una buena parte de la gestión de la distribución. Es aquí donde los modelos de redes inteligentes pueden aportar soluciones. La idea de Raftery es poner en marcha esta inteligencia proporcionando al usuario final información en tiempo real sobre su consumo energético y el coste asociado. A este sistema le debemos unir un modelo adecuado de incentivos en que el coste del consumo sea dinámico y dependa en cada momento del juego de oferta y demanda. En este contexto, el usuario podría modificar su comportamiento y adaptarlo a sus necesidades y a la situación de la red en cada momento. De este modo, en un proceso próximo a lo que se define como inteligencia colectiva en Internet, se podrían reducir los picos de demanda (peak shaving) y por tanto hacer más predecible el sistema y como consecuencia más sencilla su gestión, además de reducir costes al no tener que diseñar sistemas pensados para los casos extremos como sucede en la actualidad.

Para ilustrar la viabilidad de este modelo Raftery utiliza una serie de ejemplos que ilustran por donde pueden venir las soluciones:

• La "read/write grid" (en analogía a la "read/write web", como muchos han denominado a la web 2.0): los sistemas de producción de energía pueden hacerse más pequeños y flexibles de modo que podamos contar con pequeñas centrales de producción en nuestras propias casas (un buen ejemplo, ya operativo, son los paneles solares). Los usuarios no usan ya la red solo para consumir sino también para introducir y vender su producción propia. Para que este modelo sea eficiente es necesario que cada usuario cuente con la información precisa para poder definir los momentos en que es más interesante producir, comprar o vender energía.
• Los coches eléctricos actuales utilizan baterías permanentes que deben ser recargadas. Existen iniciativas, como la de Better Place, para que las baterías sean reemplazables de modo que el usuario pueda intercambiar energía sin la limitación que supone los tiempos de espera para la recarga. De este modo incluso sería viable que el conductor vendiese al sistema el exceso de energía que su vehículo pudiese generar en ciertos momentos, lo que se ha denominado sistema vehicle-to-grid.
• Para ser eficiente en el consumo de energía con precios dinámicos es necesario que contemos con información accesible en tiempo real sobre los consumos de mis aparatos eléctricos. Por lo tanto parece necesario que nuestros objetos cotidianos incorporen interfaces donde se visibilice su consumo energético en cada momento e incluso que esta información pueda ser consultada por el usuario a través de la web. De este modo nuestros objetos se convierten en spimes conectados a Internet.

Retos pendientes

La propuesta de Raftery es sugerente y bien fundamentada pero por el momento no es más que un modelo con ciertas evidencias de su viabilidad y algunos proyectos de demostración y piloto. ¿Cuáles son los retos pendientes para que esta visión pueda acabar por convertirse en realidad?

Existen numerosos problemas que deben aún resolverse y cambios que deben afrontarse. Entre otros:

• El cambio de la infraestructura que sería necesario para incorporar a la red esa tecnología que la haga "inteligente" es sumamente costoso y requiere de proyectos a gran escala que deberían ser promovidos "desde arriba".
• En paralelo a nuevas tecnologías que permitan el cambio de comportamiento, son necesarios nuevos incentivos que provoquen ese cambio. Estos incentivos deben ser diseñados y aplicados y muy probablemente en este proceso surgirán nuevos problemas y efectos perversos como sucede habitualmente cuando se trata de innovar en intangibles.
• Aun cuando dispusiésemos de la tecnología y de los incentivos, el funcionamiento final y global de todo el sistema es aún una incógnita. Ciertos aspectos son modelables y predecibles (por ejemplo la parte tecnológica) pero la propuesta descansa en grandes cambios conductuales de los usuarios y en un efecto colectivo sobre los que existen muchas más incertidumbres. Sólo cuando estos experimentos a gran escala se pongan en marcha se podrá evaluar su utilidad. Del mismo modo, cuando los pioneros conceptualizaron Internet y lo empezaron a poner en marcha no podían predecir todas sus consecuencias sociales y culturales.

Una pregunta al final de la conferencia puso sobre la mesa una idea sugerente. Es posible que los "nativos digitales", más habituados a interaccionar de forma constante con diversas fuentes de información y tomar micro-decisiones, incorporen mejor el cambio de comportamiento y por tanto usen de modo más inteligente esas redes inteligentes.