Como si de la corteza terrestre se tratara, la piel del cuerpo humano va mudando creando diferentes microambientes en las que habitan numerosas, y variadas, comunidades bacterianas. Desde las secas llanuras de los antebrazos a las húmedas cavernas de la axila, según una reciente investigación del National Human Genome Research Institute estadounidense, la variedad de los millones de bacterias que habitan nuestra piel supera en mucho lo conocido hasta ahora y arroja una sensata coincidencia: que zonas similares fisiológicamente hospedan a los mismos microorganismos. Geografía corporal como punto de referencia para comprender cómo las bacterias causan enfermedades en la piel que las hospeda.
Una colonia de Propionibacterium acampa plácidamente en la zona grasa, segura de su superioridad, mientras que en los humedales, las Corynebacterium compiten en una feroz lucha con las Betaproteobacterias por el dominio del territorio. En las tierras secas, las Betaproteobacterias no quitan el ojo a las Flavobacteriales, que poco a poco, crecen. La piel es la frontera crítica entre el cuerpo humano y su ambiente externo pero también es un ecosistema que alberga comunidades microbianas que viven en una vasta variedad fisiológica de ambientes. Hasta ahora se pensaba en un único dominador, los Staphylococcus, pero una reciente investigación publicada ahora en Science arroja datos distintos.
Según este estudio, nuestra piel es el hogar de hasta 19 phyla diferentes de bacterias (aunque la mayoría de las bacterias fueron asignadas a 4: Actinobacteria en un 51,8%, Firmicutes en un 24,4%, Proteobacteria en un 16,5% y Bacteroidetes en un 6,3%) y las condiciones ambientales locales como la humedad, la sequedad o el porcentaje de grasa, influyen en estos microorganismos a la hora de escoger su campamento. Para la investigación, los biólogos tomaron muestras de piel de diez voluntarios de entre 20 y 41 años, sanos y de etnias distintas, en 20 puntos representativos de tres ambientes: las zonas grasas (espalda, canal auditivo externo u occipucio), secas (nalgas, palmas de las manos o antebrazo) y húmedas (plantas de los pies, ombligo, ingles o axilas). Tras extraer el ADN de las muestras, los científicos identificaron los microbios por secuenciación genética.
Y los resultados fueron claros: las comunidades que habitan en partes específicas del cuerpo, como detrás de la rodilla, son en general las mismas de una persona a otra, mientras que las diferencias entre zonas de un mismo cuerpo, pero fisiológicamente diferentes, son mucho más extremas. "Por ejemplo, aunque las axilas se encuentran a poca distancia de los antebrazos, éstos son puntos ecológicos tan distintos como las selvas tropicales de los desiertos", explica Elizabeth Grice, directora de la investigación. Según este mapa bacteriano, las zonas con más diversidad estarían en los antebrazos (con una media de 44 especies) y las que menos la parte posterior de las orejas (con una media 19).
Pero aparte de este curioso mapa de nuestra piel, los resultados de la investigación podrían tener una mayor trascendencia al fijar un punto de referencia para futuras investigaciones sobre cómo las bacterias trastornan la piel (de hecho el recién iniciado Human Microbiome Humano, sobre la caracterización de los microbios del cuerpo humano a nivel global, va en esa dirección). Desde hace tiempo se piensa, y en algunos casos se sabe, que los microbios desempeñan un papel importante en la fisiopatología de muchas dermatosis comunes como en el caso de la dermatitis atópica, la psoriasis, el acné o la dermatitis seborreica. Por esta razón, la caracterización de la fauna microbiana a nivel local puede dar una idea del delicado hilo en equilibrio que separa la salud de las enfermedades.
Por otro lado, el recurrente tema del abuso de antibióticos, o la aparición de organismos resistentes a los mismos, junto con la modificación de prácticas de higiene y los cambios de estilo de vida tienen, según los investigadores, potencial suficiente como para alterar la selectividad microbiana de la piel y estar detrás del aumento de la incidencia de estos trastornos, como en el caso de la dermatitis atópica. Pero, y a pesar de lo cercano, aún quedan muchas incógnitas. Ni en las profundidades de los océanos, ni en los centros de la Tierra. Al final va a resultar que uno de los medioambientes más desconocidos y ricos del mundo, nos envuelve.
(*) Eugenia Angulo es periodista especializada y trabaja en la empresa de divulgación científica DIVULGA.
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