Panamá.- La llegada de la temporada de lluvias en Panamá ha marcado el fin de la cosecha de cocodrilos, uno de los productos no tradicionales de exportación más exóticos del país.
Esta peculiar actividad se cumple durante el verano, que este año se ha extendido hasta mayo, mientras las lagunas en las que se crían los reptiles están relativamente secas.
Solo dos criaderos se dedican en Panamá a esta actividad, rigurosamente supervisada por las autoridades responsables de la conservación del medio ambiente.
El Convenio colombo-japonés Exóticos, que dedica siete hectáreas a la cría de cocodrilos a unos 30 kilómetros al oeste de la capital, concluyó este fin de semana la cosecha con la recolección de unos 25.000 animales de entre dos y medio y tres años, y de 0,90 a 1,20 metros de longitud.
A esa edad alcanzan un tamaño rentable sin que la piel, su principal capital, se vuelva dura, explicó a Efe el colombiano Iván Rueda, director de proyecto de la empresa que inició hace 15 años el japonés Toshiyuki Kubota.
El trabajo de recolección, totalmente artesanal, se completa con la identificación por sexo de los ejemplares y la conservación de una cuota de reserva genética parental.
También ese proceso se hace de forma individual y a mano, ya que los animales no presentan a esa edad características morfológicas externas de género, salvo el presumible mayor peso de los machos, y la identificación se cumple introduciendo un dedo en la cavidad genital que los reptiles tienen en el vientre.
Si esa estrecha cavidad está vacía, es hembra, y es macho cuando reacciona al estímulo con la erección de un pedúnculo, explicó Kubota mientras cumplía el proceso.
Los primeros ejemplares con los que se inició la explotación fueron sacados del medio silvestre con la supervisión administrativa competente, ante la que se da cuenta anualmente de que la cuota de especímenes en cautiverio se mantiene para la reproducción, detalló por su parte Rueda.
Melquiades Ramos, técnico veterinario de la Autoridad Nacional del Medio Ambiente de Panamá (ANAM) que participó en la recolección, a la que se invitó a Efe, señaló que el criadero se compromete a devolver al entorno natural el mismo número de ejemplares que el Estado le prestó al permitirle su captura.
Los criaderos se convierten así en reservas naturales, siempre y cuando mantengan los niveles prescritos de explotación y trato de la fauna silvestre.
Ramos destacó que, aunque son especies protegidas, en Panamá hay superpoblación de cocodrilos, porque cada vez hay menos depredadores naturales en el medio, a los que generalmente solo se exponen en la fase de huevos.
Superada la fase embrionaria, pocos obstáculos detienen a los cocodrilos para convertirse en animales de hasta siete metros y cerca de 1.000 kilos que pueden vivir más de 60 años.
En Panamá hay dos especies de cocodrilos: el "acutus" o aguja, más agresivo y grande, registrado en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES) bajo el apéndice I, que solo permite intercambio internacional para investigación y requerimiento de zoológicos; y el "fuscus", en el apéndice II, que se puede comercializar por cuotas-país.
En el criadero Kubota se explotan las dos especies, aunque solo se comercia con la piel del "fuscus".
La empresa vende la piel de los animales en estado crudo y no participa en el proceso de curtido.
Los precios en el mercado internacional oscilan entre los 20 y los 70 dólares por piel cruda, mientras que la "crosta", fase previa del curtido terminado, puede alcanzar los tres dólares por centímetro.
La única cosecha anual, en la que se emplean hasta tres meses, empieza con la recolección en redes de los animales en libertad.
Fuera de las lagunas, los animales pierden movilidad, se vuelven más dóciles y son pesados y medidos antes de decidir si se sacrifican o se guardan para el apareo, que se registra solo una vez al año y a partir de la edad madura, que no se alcanza hasta los diez años.
Más difícil todavía es la recolección de la puesta de los huevos, también anual, que los técnicos de Kubota cumplen sorteando la amenaza de la madre, territorial y especialmente agresiva durante esa etapa del desarrollo de las crías.
El único proceso artificial en Kubota es la incubación, de 90 días, que se hace en una cámara caliente especial que deja al azar el género de los recién nacidos, cuyo sexo parece estar demostrado que lo determina la temperatura.
Después, los ejemplares nacidos van a unas salas cuna antes de pasar a las piscinas artificiales, donde crecen hasta 30 centímetros, un tamaño suficiente para ser liberados.
Para alcanzar el tamaño deseado, un cocodrilo se alimenta con el equivalente al 20 por ciento de su peso corporal una vez a la semana.
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