Hace un año, nos hacíamos eco en esta sección de la preocupación de algunos profesionales que trabajan en planificación familiar por el posible uso abusivo que algunas mujeres pueden hacer de la píldora postcoital —mejor llamarla postcoital, ya que se puede utilizar hasta 72 horas después del coito; si la llamamos píldora del día siguiente o día después, podemos inducir a error—. Pero una cosa es manifestar nuestra preocupación por ese hecho y hacer hincapié en que esta píldora no es un método anticonceptivo, sino un recurso de emergencia, como también ha señalado la ministra, y otra estar en contra del fácil acceso a ella.
No nos convencen para nada quienes manifiestan su desaprobación basándose en los efectos secundarios que la ingesta de la píldora pueda tener; si a eso vamos, muchísimo peores pueden ser las consecuencias de un embarazo no deseado. Es verdad que se trata de una dosis alta de hormonas y por eso se considera un recurso de urgencia y no se recomienda como método anticonceptivo usual. Sin embargo, cumple una importante función cuando otros métodos fallan o —y esto como medida excepcional y no como un hábito— cuando no se han tomado las precauciones debidas. También en los casos de agresiones y abusos sexuales es la primera medida para proteger a las mujeres de un embarazo producto de esas vejaciones.
No entendemos la alarma con que se toman la medida algunos sectores, aludiendo a no se sabe qué imprecisos peligros morales. Si una mujer tiene relaciones sexuales, la probabilidad del embarazo está latente, salvo que se tomen medidas, y para eso, para que una mujer, y también un hombre, se sienta responsable de las consecuencias de sus conductas sexuales, lo primero que hace falta es que la actitud hacia el sexo sea responsable: que el sexo no exista como algo oculto y pecaminoso, sobre todo en la adolescencia; que no sea producto imprevisible e inevitable furor hormonal, sino un esperado y disfrutado devenir del desarrollo psicosexual del ser humano, en el que la interacción sexual es un aspecto más de las relaciones humanas.
Y no se confundan, no estamos hablando de promiscuidad, allá cada uno con sus preferencias, pero ese no es el tema. Ese temor irracional a que nos perderemos si disfrutamos del sexo no tiene ningún fundamento. Que sepan que, a menor educación sexual, más embarazos no deseados y que la represión sexual, a lo único que conduce es a una predisposición morbosa y a la exposición a conductas de riesgo. Esto se entiende porque el sexo no se asume como producto del desarrollo del ser humano, sino como un caer en la tentación. Y como se debe evitar pecar de pensamiento, palabra y obra, ¿cómo se van a preparar comprando preservativos o utilizando cualquier método anticonceptivo? Si los pensamientos libidinosos son pecado. Bien es verdad que, para los más santos, está la opción de la castidad y el celibato, esa lucha sublime tratando de vencer la tentación de la carne. De eso sabe mucho el padre Alberto, apuesto predicador mediático pillado in fraganti en las playas de Miami con una guapa masajista.
Y es que no se pueden poner puertas al campo, los seres humanos somos seres sexuales y sensualizados, les guste o no a los integristas represores en todas sus vertientes.
Por eso, como seres sexuados y amantes de la paternidad y maternidad responsable, apoyamos el libre acceso a la píldora postcoital. No queremos que ni los médicos, ni los farmacéuticos nos protejan. Estamos cansados de batas negras de curas y batas blancas de médicos y farmacéuticos velando por nuestra virtud. Todavía nos acordamos de hace algunos años en este país, cuando estaban PROHIBIDOS los métodos anticonceptivos y que muchísimos ginecólogos estaban en contra de su prescripción y farmacéuticos contra su venta. Porque hemos visto cómo profesionales, amparándose en su muy subjetiva moralidad, negaban los anticonceptivos y la píldora postcoital, decimos que nos dejen comprarla libremente, que son más las ventajas que los inconvenientes.
Somos conscientes de que el acceso a este recurso no es fácil. Desde Instituto Espill, hemos atendido a muchos jóvenes, sobre todo los lunes por la mañana, a los que por teléfono les hemos dado las indicaciones necesarias para evitar un embarazo no deseado, facilitándoles el uso de este recurso, aún antes de que se comercializara como píldora específica postcoital.
La paternidad y la maternidad son algo tan intenso que deben ser libremente elegidos. Socialmente tenemos la responsabilidad de ofrecer todas las garantías para que esto pueda ser así: para gozar de maternidad y paternidad responsables, plenas y libremente elegidas, sin renunciar a los placeres del sexo, necesitamos una buena educación afectiva y sexual y un amplio acceso a los métodos anticonceptivos.
¿Has necesitado usar la píldora postcoital? ¿Cuál ha sido tú experiencia? ¿Qué opinas sobre que se pueda comprar libremente?
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