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El debate sobre la tortura en EE.UU. aumenta de decibelios con las acusaciones a la CIA

EFE
Actualizado 16-05-2009 01:36 CET

Washington.-  El debate de la clase política sobre el uso y utilidad de la tortura de presuntos terroristas aumentó de decibelios, en un vaivén de recriminaciones que continuó hoy entre la presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi, y la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Pelosi, que en 2006 se convirtió en la primera mujer en presidir la Cámara Baja, esquivó durante semanas los interrogantes sobre qué sabía sobre la asfixia simulada y otros métodos de tortura, y cuándo lo supo.

Todo comenzó cuando la CIA indicó recientemente en un informe que en 2002, Pelosi, entonces la demócrata de mayor rango del Comité de Inteligencia de la cámara baja, fue informada sobre esa práctica.

La política rompió ayer su silencio de forma contundente al acusar en una rueda de prensa a la CIA de haberle mentido a ella y a otros líderes del Congreso sobre los métodos para ablandar a los sospechosos de terrorismo.

La legisladora insistió en que, en contra de lo que dice la CIA, ella no fue informada sobre la asfixia simulada en una reunión a puerta cerrada el 4 de septiembre de 2002 y que la CIA "engañó al Congreso de Estados Unidos".

El director de la CIA, Leon Panetta, defendió hoy la "integridad" y "profesionalismo" de sus agentes, al replicar que la agencia de espionaje jamás engañó a Pelosi y que "habla con la verdad" aunque ésta sea incómoda.

Horas más tarde, la presidenta de la Cámara de Representantes replicó a Panetta en un comunicado con tono conciliatorio que tiene un "gran respeto" por los empleados de la CIA y que su crítica va dirigida a la forma deficiente en que Administración Bush informó al Congreso.

"Lo que es importante ahora es estar unidos en nuestro compromiso por resguardar la seguridad de nuestro país. Eso y cómo el Congreso ejerce sus responsabilidades de supervisión seguirán siendo mi enfoque" en adelante, afirmó Pelosi.

El ping pong de acusaciones ha atizado el debate sobre la eficacia y legalidad de la política antiterrorista del anterior presidente estadounidense, George W. Bush (2001-2009), y cómo debe responder el Gobierno del actual mandatario, Barack Obama: si hacer borrón y cuenta nueva o castigar de alguna forma a los responsables de autorizar y llevar a cabo la tortura.

La tormenta en ciernes coloca a Pelosi en la delicada posición de defender sus acciones después de enterarse en febrero de 2003 (según ella mediante un asesor suyo) de que la CIA estaba torturando a prisioneros.

Los republicanos y grupos afines han aprovechado la polvareda para acusar a los demócratas de hipocresía, al insinuar que ahora mienten por motivaciones políticas.

El líder de la minoría republicana en la cámara baja, John Boehner, consideró ayer que Pelosi ha dado un pie en falso grave y que, incluso, esto podría traerle daños políticos a ella y al partido gobernante.

Su colega republicano de Iowa, Steve King, no tuvo pelos en la lengua y hoy, en entrevista con la cadena de televisiva Fox News, de corte conservador, tildó a Pelosi de "enemiga de la seguridad nacional".

King señaló que otros presidentes de la Cámara Baja han sido destituidos "por cosas mucho menores", aunque reconoció que el asunto "está en manos de los demócratas".

El ex asesor político de Bush, Karl Rove, publicó una carta el jueves en el diario The Wall Street Journal en la que insinuó que quizá es Pelosi la quien miente sobre lo que sabía y cuándo.

Si Pelosi está mintiendo, "¿qué harán al respecto los demócratas?", preguntó Rove.

Por ahora, los demócratas hablan desde un mismo libreto y la respuesta ha sido respaldar a su líder.

Para los correligionarios de Pelosi, las acusaciones de que ésta es cómplice sólo son una cortina de humo para distraer la atención de la opinión pública de las técnicas autorizadas por el Gobierno anterior.

Durante su mandato, Bush siempre insistió en que Estados Unidos "no tortura", pero nunca aclaró si consideraba la asfixia simulada como método de tortura.

Ahora se sabe que la CIA recurrió en 2002, antes de informar a Pelosi, a la asfixia simulada en al menos 83 ocasiones contra un presunto militante de Al Qaeda.

Ambas cámaras del Congreso han programado una serie de audiencias para examinar el asunto de la tortura, que domina parte de la actual cobertura mediática en Estados Unidos y que, con los enfrentamientos de Pelosi y la CIA, está lejos de desaparecer.

Mientras tanto, la legisladora demócrata tendrá que formular una estrategia de comunicación que le permita salir del aparente fango en que se ha metido y minimice su protagonismo en este drama político, según observadores.

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