Una gota de antimateria sostenida por una batería que se agota. El conejito Langdon otra vez corriendo de un lado para otro en 'Ángeles y demonios', la precuela de 'El código Da Vinci'.
Pero, ¿por qué se ha enfadado la Iglesia Católica? Si al final los purpurados no están corrompidos por la ambición de poder, si son seres humanos, como todos. Sí, pero pretenden meterse en nuestras vidas como si fueran ángeles. ¿Y si son el demonio? Hace menos de un siglo se cargaban 'illuminati' y a toda oveja descarriada. En estos tiempos nuestros, si pudieran —menos mal que ya no pueden—, colocarían grilletes para castigar el uso del preservativo. Parece, sólo lo parece, que Tom Hanks con su agnosticismo de científico racionalista viaja al Vaticano para ayudar a la Curia y, de paso, poner a la Iglesia en el lugar que en la historia les corresponde. Pero no, al final es demasiado complaciente con el clero.
'Ángeles y Demonios', la nueva vuelta de tuerca de Ron Howard para poner en pantalla y taquilla al profesor Robert Langdon se basa en una mentira. Eso denuncia la Santa Sede. Simplemente es ficción. Nadie en su sano juicio se cree esta historia, anterior en la creación literaria de Dan Brown a 'El código Da Vinci'.
Entretenida sí —hasta un punto—, previsible también. Superproducción con todos los recursos para hacerlo a lo grande, salvo que no pudieron rodar en algunas instalaciones Vaticanas. ¡Qué sacrilegio! Hay mucha inquietud al principio, pero de tanto ir y venir por las bibliotecas y las Iglesias de Roma —hermoso paseo turístico— el espectador ya sabe el misterio y como tal deja de serlo. Antes de ir a verla tenemos claro que no se sustenta en unos sucesos avalados por la historia. ¡Viva la imaginación! Aunque con el dinero de las arcas de Hollywood se puede hacer de todo. Habría que pedirles más ingenio y menos efectos de repetición para estirar el espectáculo. ¡Ah, cuidado! Ya falta poco —está planeado para el próximo otoño— para que el CERN de Ginebra cumpla su misión apocalíptica. Eso no es historia, es nuestro inmediato futuro.
Valoración: 5/10
A lo mejor va a ser que nunca primeras partes fueron buenas. Historia en la que se introduce a Robert Langdon, escrita antes que 'El Código Da Vinci', 'Ángeles y Demonios' es a aquel despropósito lo que las lentejas viudas son a las lentejas.
Científicos del CERN juegan con el acelerador de partículas. Quieren darle una sorpresa al Creador mostrándole lo lejos que ha llegado la Criatura en su comprensión del Universo. "Padre" tal vez, pero vamos a ver esa parte de "Eterno": el hombre ha conseguido generar antimateria. Puestos a ello, un Agujero Negro de aplicaciones varias en el campo del escamoteo: nada por aquí y, por allí, la Nada. Claro que, para eso, el producto, o sea, el no-producto, tiene que caer en malas manos. Lo que quiere decir: en manos diferentes de los propios científicos, de las Corporaciones, del Estado y de la Santa Madre Iglesia, cuyo interés está predominantemente en ser y en que el Ser sea. Aquí es en donde se hace entrar a los 'Illuminati'.
Lejos de sus escarceos con el dogma, que elevaban 'El código Da Vinci' a experiencia delirante pero bastante divertida en su planteamiento, la gracia de 'Ángeles y Demonios' reside en el manido pasatiempo de ir descubriendo y siguiendo las pistas antes de que se desate la catástrofe: un corte en el fluido de la pila del que resultaría la destrucción del Vaticano, junto con parte de la Ciudad de Roma.
La voluntad desesperada por retorcer la trama (un ¡más sorprendente todavía!) acaba por sumirnos en un espectáculo circense del que apenas se salva el 'hashishin' en recurrente rapto de distanciado amok: la eficacia moderna.
NOTA: Para carreras dentro de la Iglesia: 'El cardenal' (Otto Preminger, 1963) y 'Adriano Séptimo' (Frederick William Rolfe, el Barón Corvo. Siruela, 1988).
Valoración: 4/10
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