México.- El virus AH1N1 alteró la vida de los mexicanos hasta tal punto que tuvieron que suspender sus fiestas, olvidar sus efusivos abrazos y dejar vacíos restaurantes y cantinas, por lo que ahora buscan recuperar la alegría con la vuelta a la "normalidad" tras varios días de encierro obligado.
Pero este regreso será sin los habituales saludos -dos apretones de manos, intercalados por un abrazo, entre los hombres; y la mano, el beso y el abrazo entre mujeres y hombres-, pues aunque el punto álgido de la crisis ya pasó se mantiene la alerta sanitaria por el contagio del virus.
Durante estos días a los amantes del fútbol no les quedó otra que seguir los partidos por televisión pues los encuentros se jugaron a puerta cerrada. Lo mismo pasó con los católicos, que escucharon misa a través de la pantalla chica.
Los niños y adolescentes que brincaron de gusto el jueves 23 de abril cuando se anunció que no iban a la escuela al día siguiente, se sumieron en el aburrimiento a partir del 27 de abril, cuando la medida se amplió y se restringieron las actividades públicas.
Por la medida dejaron de ir a la escuela 35 millones de estudiantes y profesores en todo el país.
Además durante cinco días, del viernes 1 al martes 5 de mayo, las autoridades federales decretaron asueto obligatorio para atajar al virus de la gripe humana, que encuentra su caldo de cultivo en las aglomeraciones.
La alcaldía capitalina fue más severa en sus medidas al cerrar bares, gimnasios, cines, teatros, zoológicos, todo lo que oliera a congregación de ciudadanos. Y ordenó que los 35.000 restaurantes solo atendieran pedidos a domicilio.
"¡Menos mal que existe la televisión!", dijo a Efe el adolescente Santiago, hijo único, quien no puede ni reunirse con amigos en la calle.
Como cursa secundaria, Santiago deberá permanecer todavía cuatro días más de encierro, pues el regreso a clases es escalonado. Las universidades y centros de estudios preuniversitarios reabren este jueves, y los niveles inferiores el lunes.
Para Laura Torres, madre de dos hijos, el encierro ha tenido su parte positiva, pues le ha permitido pasar más tiempo con la familia y crear consciencia sobre los hábitos de higiene en su casa.
Los jóvenes extrañaron ir a bailar o a los bares en estos días en los que por las noches la ruidosa Ciudad de México parecía una urbe abandonada, sin anuncios luminosos de restaurantes, música estridente ni rugir del motor de los autos.
Incluso la prostitución se vio afectada, ya que la contingencia advertía del peligro de contagio del virus por contacto. Según informes periodísticos, la actividad de ese sector se redujo a la mitad.
El regreso paulatino a la normalidad se da en una atmósfera en la que se respira temor y cansancio. En el transporte colectivo las personas van calladas, muchas con tapabocas. En las oficinas la gente se reprime de saludar con efusividad y solo extiende su mano para marcar distancia.
El psiquiatra Giuseppe Amara, experto en relaciones humanas, explicó a Efe que en este período los mexicanos mostraron actitudes de "intolerancia y enojo porque muchos se han visto afectados económicamente".
También hubo expresiones de incredulidad ante lo que estaba pasando, dijo Amara.
En ese sentido, una encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica reveló que el 25,6% de los consultados opina que el virus fue un mito, pese a las 42 muertes y 1.070 contagios confirmados.
Amara señaló que ha notado en estos días entre la gente indignación, enojo y mucho cansancio, "quizá producto del estrés", porque la población ha estado "sometida a muchos esfuerzo y temor".
Además ve muestras de "apatía y pérdida de fe en el futuro" por los efectos de la caída del Producto Interior Bruto, de al menos 0,3 puntos porcentuales, a causa de este episodio.
La vuelta a la "normalidad" trae aparejado el ritmo frenético de Ciudad de México, por cuyas calles circulan más de cinco millones de vehículos.
Los bocinazos y escenas de pleitos entre automovilistas vuelven a llenar el paisaje capitalino que quedará completado el lunes cuando ya todos estén surcando el asfalto para desplazarse a los trabajos y escuelas.
Amara se pregunta si durante este periodo ha bajado la violencia intrafamiliar (que afecta a uno de cada dos hogares mexicanos).
Probablemente -considera-, porque en momentos de crisis se da "cierta solidaridad, hay más cariño, más piedad, más compasión".
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