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¿Por qué irse de vacaciones cuando puedes rodar una película?

Por SIMÓN MAZAS (SOITU.ES)
Actualizado 10-05-2009 09:42 CET

Cuando mi hijo me dijo que quería tomarse un año sabático antes de empezar la carrera de Periodismo le respondí: no te preocupes, en la facultad vivirás no uno sino cinco años sabáticos, quizá uno de ellos de Erasmus en el extranjero y, además, te darán un título con prestigio profesional.

Algo así debió decirle su padre a Michael Winterbottom cuando, tras llevar las últimas temporadas estrenando a un ritmo atronador —como el año que presentó 'In this World' en Berlín en invierno y '24 Hour Party People' en Cannes en mayo—, metiéndose a hacer documentales en Guantánamo o películas futuristas con Tim Robbins, decidió que había llegado el momento de relajarse e irse a la costa italiana. "Si tanto te apetece descansar en Génova, pues márcate una peli mientras. Así, en vez de un mes serán dos o tres y encima te los pagan. Con lo listo que eres, aún ganarás un premio por la peli y los intelectuales admirarán tu planteamiento poético vacacional".

Dicho y hecho. Michael empezó a dar órdenes con su impecable acento británico: "Busca dos niñas con caras bastante expresivas, llama a Colin Firth que me había dicho que tenía ganas trabajar conmigo en lo que fuera y luego le pilla bien Grecia para seguir con 'Mamma Mia'. Creo que Hope Davis puede hacer de espectro porque tenía una semana libre y Catherine Keener está deseando hacer de buena persona de una vez, así que no creo que le importe participar". Resultado: Concha de Plata al mejor director en San Sebastián y Premio del Jurado en el (vale, no es muy conocido) Festival de Tallin. Con todo, ha tardado ocho meses en estrenarse en España, donde el "cerrado por vacaciones" es bastante menos productivo.

Winterbottom, efectivamente, es muy listo y consigue integrar en el conjunto esa bella ciudad, llena de calles estrechas y abarrotada de 'motorinos', de manera que su presencia se convierta en un personaje más. Que sus escenas regodeándose en el laberinto urbano, en el olor a salitre y carburante que desprende el caos de la cuna del pesto, queden justificadas por su potencia expresiva.

Así, ha conseguido dar el pego: no parece panfleto turístico y, es más, 'Genova' transmite de todo menos momentos de distensión. Es más bien una escalofriante, por momentos inasible, radiografía del duelo. Un poco dispersa, quizá por el cansancio, pero penetrante y dolorosa como si hubiera sido realizada por un Winterbottom crucificado en la silla de una oficina en vez de en la hamaca de la playa. Conclusión: desde el descanso también se pueden parir piezas artísticas consistentes. En realidad no es nada nuevo, ¿o de verdad pensabais que Gauguin, ahora presunto cortador de orejas, se fue hace cien años a Tahití a pintar a mujeres con la nariz chata?

Winterbottom, en realidad, siguió en clave 'indie' los pasos del fallecido Anthony Minghella, que se recorrió Italia de cabo a rabo gracias a las perrerías escritas por Patricia Highsmith en 'El talento de Mr. Ripley' y rodando escenas de ópera porque sí, con lo que a él le gustaba el bel canto. Y eso que René Clement había demostrado que se podía contar la misma historia igual de bien —para muchos, mejor— sin tanta postalita en 'A pleno sol'.

Pero no sólo de Italia vive el jeta. O si no que se lo digan a Woody Allen, otro que camufló sus vacaciones con gracia y dignidad en 'Vicky Cristina Barcelona'. Él, directamente, se vendió al mejor postor y la ganadora fue la ciudad que, con el cheque en el bolsillo, decidió poner hasta en el título. A cambio, el director renunció a informarse debidamente de que el flamenco no termina de llevarse en Cataluña y accedió a rodar en los parajes más representativos de la Ciudad Condal emulando a aquel bochornoso anuncio de la Comunidad de Madrid con Ana Belén.

En realidad, tampoco se le puede reprochar. Gracias a que hace lo propio con su Nueva York de toda la vida, cuando vamos allí de turistas es imposible perderse. La película, cuyos nubarrones narrativos eran más propios de unas vacaciones cantábricas que mediterráneas, dibujaba aun así un jugoso catálogo de postulados amorosos —todos insatisfactorios, por cierto— y se crecía con la pasión latina "sui generis" de Allen. Y, qué coño, Penélope se llevó el Óscar, ¿qué más se le puede pedir?

No salimos de Cataluña, aunque sí damos un salto temporal y nos remontamos a 1950, cuando a alguien se le ocurrió que Tossa de Mar —la de antes, no la de ahora— era un lugar maravilloso, aunque fuera para rodar un producto tan insulso como 'Pandora y el holandés errante'. Esta vez, no fue el director, sino la actriz protagonista, Ava Gardner, la que se entregó a los placeres extracinematográficos y se quedó enamorada de España, de sus toreros y de su sol y sombra.

Menos legendario y más desvergonzado fue el caso de Ridley Scott, que está encantado con eso de que todo el mundo asuma que cada dos buenas películas se le cuela un bodrio inenarrable y, sabiendo que ya tocaba, decidió irse a rodarlo cerca de su casa en la Provenza francesa. Invitó a su último actor fetiche, Russell Crowe, se apuntó el tanto de contar con una futura oscarizada, Marion Cotillard, y aún tuvo la desfachatez de titular su divertimento —para él, no para el espectador— 'Un buen año'. Fue una malísima película, pero ahora bien, como encima iba de vinos, a nadie le pasó desapercibido que el rodaje debió ser glorioso. Entre amigos y entre copas, el resultado era lo de menos y así, Scott volvió con fuerzas renovadas para encarar 'American Gangster'.

En cualquier caso, mejor echarle morro y rodar en los lugares que pide la historia —o el cuerpo— y no hacer como el magnate Howard Hughes que, por no pagarle a Dick Powell el rodaje de 'El conquistador de Mongolia' en el país del título, armó su historia de Ghengis Khan en el desierto de Utah, cerca de un campo de pruebas de armas nucleares que acabaron provocando, con los años, 91 casos de cáncer en el equipo de rodaje, entre ellos, los de John Wayne, Susan Hayward, Agnes Moorehead y Pedro Armendáriz. Para más INRI, la película fue un rotundo fracaso.

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