PARÍS.- El presidente francés, Nicolas Sarkozy, cumple hoy su segundo año en el Elíseo marcado por un descenso a los infiernos en sus niveles de popularidad y un proyecto presidencial alterado por la irrupción de la crisis económica. La fuerza del jefe del Estado francés reside en la debilidad de sus adversarios, que no lograrían desbancarle del poder si hoy se repitieran las elecciones.
En mayo de 2007, cuando fue elegido presidente de la República a gran distancia de su rival, la socialista Ségolène Royal, Sarkozy devolvía el ánimo a los franceses tras la atonía en la que Francia se vio sumida durante el último tramo del mandato de Jacques Chirac.
Sin embargo, dos años después ha pasado de la cima de la popularidad a unos niveles que superan en poco el 30% y los franceses le ven hoy más distante, menos atento a las preocupaciones de sus conciudadanos e incluso menos simpático que entonces.
La opinión pública gala parece castigar así la que considera una falta de atención frente a las movilizaciones sociales que han llenado Francia de manifestantes hasta en tres ocasiones en lo que va de año y la ausencia de respuestas concretas a las reivindicaciones de los trabajadores más afectados por la crisis, según el sondeo realizado por CSA que hoy publica el diario 'Le Parisien'.
Hoy también son más los ciudadanos que creen que Sarkozy carece de un verdadero proyecto para el país y el sondeo revela que, en el ejercicio diario del poder, su voluntarismo y su hiperactividad, no son suficientes para unir a los franceses en torno a su figura.
Mantienen, eso sí su percepción de que el jefe del Estado es dinámico y enérgico, sabe tomar decisiones difíciles, tiene talla internacional y sentido de Estado y sabe dónde va. Además, más de la mitad de los franceses le consideran competente y capaz de reformar el país.
Pero la batería de reformas económicas y sociales con las que Sarkozy llegó al Elíseo se ha dado de bruces con la crisis, que ha complicado los planes del presidente para darle la vuelta al país. Uno de sus más famosos eslóganes de campaña, 'trabajar más para ganar más', puede quedarse en puro eslogan si el paro sigue subiendo, a pesar de haber logrado la exención tributaria para las horas extraordinarias.
Ha sacado también adelante una emblemática rebaja de impuestos conocida como 'escudo fiscal' para limitar el tipo impositivo al 50% de los ingresos del contribuyente, medida que en el fragor de la crisis y el debate sobre al desigualdad ha sido contestada incluso en sus propias filas.
Y mantiene su intención de someter a una cura de adelgazamiento a la Administración pública no reemplazando a un funcionario de cada dos para ahorrar 7.000 millones de euros de aquí a 2011.
Pese a todo, el gasto público al que se ha acudido para hacer frente a la crisis ha hecho saltar por lo aires un equilibrio presupuestario que París se había comprometido a alcanzar en 2012 y que no ha tenido más remedio que volver a retrasar.
En el haber del balance de Sarkozy figura igualmente la supresión de los regímenes especiales de jubilación y la instauración de los servicios mínimos en los transportes públicos y la educación o el endurecimiento de la política penitenciaria. En proyecto está una ley sobre las bandas y otras sobre la desaparición del juez de instrucción.
También se ha dado luz verde a la reforma de la Constitución que limita a dos el número de mandatos presidenciales y refuerza el papel del Parlamento.
Sarkozy goza, asimismo, de una buena nota en el ámbito internacional y su actuación al frente de la Unión Europea durante el semestre francés es en general bien valorada, así como su determinación para reunir al G-20 en el marasmo de la crisis y forzar la búsqueda de resultados.
FOUQUET'S Y MADOFF
La explicación al distanciamiento que muestran los franceses habría que buscarla, según escribe el académico y escritor Jean d'Ormesson en el conservador 'Le Figaro', en primer lugar en su gusto por "todo lo que brilla", que llevó al Sarkozy de los primeros meses de mandato sucesivamente de Fouquet's --el famoso y caro restaurante de los Campos Elíseos-- al yate de lujo de su amigo el magnate Vincent Bolloré.
Luego, prosigue el académico, en la crisis más dura llegada de América desde el jueves negro de 1929. "Sarkozy fue víctima de Fouquet's y de Madoff. Pagó caro sus propios errores y las fechorías de otros", resume.
DEBILIDAD DE LA OPOSICIÓN
Pero su baja popularidad no se ve acompañada por el éxito de la oposición, que no lograría desbancarle del poder si hoy se celebraran elecciones.
Los socialistas no han dudado en calificar de "fracaso" el balance de sus dos años en un largo documento de 32 páginas, pero ellos mismos admiten que no han estado a la altura, como se puso de manifiesto en el Congreso de Reims que dejó al descubierto la profunda división del socialismo francés.
Más feroz en sus ataques ha sido sin duda el centrista François Bayrou, quien en un reciente libro titulado 'Abuso de poder' denuncia la "egocracia" de un presidente a quien compara con un "niño salvaje".
"Le gusta aparecer en escena como un superhombre en un régimen donde tiemblan los prefectos, los policías de alto rango, los funcionarios de autoridad", dice. Un sistema político que se apoya, según el líder del MoDem, en una "ideología del dinero presentada como valor".
Paradójicamente, el descalabro socialista lejos de alegrar al partido de Sarkozy, empieza a preocupar seriamente, porque existe el riesgo de que la debilidad del socialismo permita a Bayrou llegar a la segunda vuelta en las presidenciales de 2012 y aglutinar el voto de la izquierda, como sucedió en 2002 con Chirac frente a Le Pen.
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