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Un libro recoge la historia del saneamiento, desde el "agua va" hasta hoy

EFE
Actualizado 01-05-2009 12:23 CET

Valladolid.-  Desde los primitivos métodos utilizados para evacuar las aguas residuales como el "agua va", hasta las sofisticadas infraestructuras hidráulicas y de alcantarillado de los nuevos barrios, como emisarios y colectores, son descritas en el libro "Historia del saneamiento en Valladolid".

Este tomo, escrito por el ingeniero Fernando Rosell y editado por el Ayuntamiento de Valladolid, se presenta hoy en la Feria del Libro de la capital vallisoletana.

En sus páginas, recoge la evolución de las técnicas de saneamiento y su relación con el concepto de higiene, que en los últimos siglos ha pasado de ser casi un tabú, a una necesidad inexorable para los gobernantes municipales.

El libro relata el proceso de toma de conciencia de la población de importancia del saneamiento por parte de la población, que se produjo en consonancia con los avances científicos del periodo ilustrado.

Estos descubrimientos demostraron que muchas de las enfermedades de la época se transmitían a través del agua, lo que hizo que las autoridades de la época tomasen medidas para mejorar la red de tratamiento, explica Rosell a EFE.

Antes de este cambio, era habitual en las calles vallisoletanas escuchar el "agua va", que avisaba a los transeúntes de que por una ventana o puerta iban a desembocar los desechos que se habían producido en ese hogar en las últimas horas.

Precisamente, a mediados del siglo XVIII, el Consistorio local reunía una serie de ordenanzas, en las que se prohibía arrojar aguas, suciedad, inmundicia o "caldo de tripas" a la calle desde una casa, así como otros aspectos de mejora del medio ambiente, entre los que se incluía la orden de "no echar en las esguevas ni ríos cueros a curtir".

El paso más importante para paliar la ausencia de una red de saneamiento completa en la ciudad lo dio el Ayuntamiento, cuando contrató los servicios del ingeniero primero del Cuerpo Nacional de Caminos, Canales y Puertos, Recadero de Uhagón.

Este profesional tuvo como misión diseñar una red de alcantarillado que se sostendría en tres pilares fundamentales: desviar el cauce del río Esgueva para adaptarlo a la zona más poblada, crear un sistema de alcantarillado para recoger y sanear aguas pluviales y residuales de las casas de la ciudad, y depurar las aguas resultantes de este proceso.

En el terreno particular, Uhagón recomendó instalar sifones en todos los desagües para impedir la comunicación del ambiente de la alcantarilla con las habitaciones de las casas. Con ello, paliaría el problema del olor, que años antes había sido constante en la ciudad, según el libro.

Tanto es así, que en los tiempos en los que la Corte residía en Valladolid, a principios del siglo XVII, y cuando la capital era considerada una de las mejores en cuanto a condiciones de vida, el escritor Tomé Pinheiro narraba: "Valladolid, con tener tantos ríos debe ser la más sucia tierra de toda España, de olor más pestilente que se pueda imaginar".

En las postrimerías del siglo XIX, todavía predominaba el dicho entre los gobernantes de la ciudad de que "el estiercol y las aguas negras eran muy convenientes para la salud, porque sus fétidas emanaciones templaban los sutiles aires de la sierra".

Estas creencias fueron desterradas por el avance y materializadas con la plasmación de la obra de Uhagón, quien confeccionó las arterias de la red de saneamiento.

Con el siglo XX y los nuevos barrios se sucedieron grandes obras de expansión de la red para adaptarla al crecimiento de la ciudad, entre las que se encuentra el colector construido en el Polígono de San Cristóbal o el aliviadero para caudales de lluvia y el tanque de tormentas para el barrio de Parquesol.

La importancia de estas medidas queda plasmada en las últimas líneas del libro, donde el autor relata que "la depuración del agua se considera por los profesionales de la medicina como el mayor hito médico de los últimos 150 años, mayor que los antibióticos, las vacunas y los estudios sobre ADN".

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