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Pandemias: retrospectiva del SARS, que turbó al planeta en 2003

Por PIERRE HASKI (RUE89)*
Actualizado 28-04-2009 10:45 CET

¿Cómo nacen las pandemias? ¿Cómo se propagan? Para averiguarlo, médicos e investigadores trabajan sin descanso en busca del "caso cero", el primer infectado, que podría explicar el fenómeno del contagio. En 2003, viví de cerca, en China, un caso de pandemia que agitó al planeta: el SARS (la neumonía atípica), la primera enfermedad grave y transmisible que emerge en el siglo XXI. Retrospectiva de un asunto instructivo.

Fue en Foshan, una pequeña ciudad industrial de la provincia de Guangdong, en el sur de China, donde se encontró el caso cero del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS en sus siglas en inglés). Pero fue en Hong Kong donde fue descubierto. El 21 de febrero de 2003, un veterano médico de 64 años procedente de Cantón se encuentra en el ascensor del hotel Metropole de Hong Kong, a donde viajó para asistir a una boda. Estornuda sin parar en el trayecto de descenso desde la planta novena, donde tiene su habitación, y la planta baja.

Unos días más tarde, sucumbe en un hospital de Hong Kong a una enfermedad respiratoria hasta entonces desconocida, no sin antes contagiar a cuatro miembros del personal y recibir la visita de su familia, lo que provocará la muerte de unas 300 personas en el territorio y 416 en el mundo entero, en 27 países distintos.

Todas las personas que se encontraban en el ascensor con el médico infectado se contagiarían a su vez e iban a propagar el virus en su entorno, algunos en el mismo Hong Kong, otros en Singapur, Vietnam, incluso en Canadá, donde se llegará igualmente a alcanzar la cifra de decenas de muertos.

Silencio de las autoridades

Posteriormente saldrá a la luz que el médico trató en un hospital de la provincia de Cantón al "caso cero" procedente de Foshan, pero las autoridades de la provincia de Guangdong, que habían acudido a tratar una epidemia desconocida, transmitida del animal al hombre, se abstuvieron de prevenir a las instancias internacionales; ni siquiera a los responsables sanitarios de Hong Kong, región administrativa especial de China desde 1997.

Cuando los especialistas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) vieron aparecer nuevos casos de contagio de similar naturaleza en lugares tan alejados entre sí como Toronto, Honk Kong y Singapur, creyeron en el riesgo de una verdadera pandemia. El virus se desconoce, proviene del animal, se transmite manifiestamente entre seres humanos a través del aire y viaja con facilidad. La alerta mundial está dada, como ocurre hoy con la gripe porcina.

Harán falta tres meses para que el riesgo de pandemia esté bajo control, no sin antes haber sembrado el pánico en el mundo entero, dejado KO a la economía de Hong Kong y provocado una mini crisis política en Pekín. El mundo habrá tenido la suerte de que este virus al final fuera menos fácil de transmitir de lo que se había temido inicialmente y de que las autoridades chinas, después de intentar tapar el asunto, tomaran finalmente conciencia de que constituía un riesgo sanitario mayor y se movilizaran con todos los medios propios de un país autoritario.

"El gobierno chino tiene un problema: el mundo no se cree sus cifras"

En Pekín, la semana del 14 de abril de 2003 fue absolutamente dramática. Mientras que los periodistas extranjeros se habían enterado por incontables rumores de que había decenas de enfermos y numerosos muertos en el hospital de la ciudad, el alcalde de la capital, cubierto por el ministro de Sanidad, se obstinaba en negarlo.

Hasta que un médico militar retirado, el Dr Jiang Yanyong, verdadero héroe de esta epidemia, indignado por las mentiras que está profiriendo el ministro de Sanidad de China en televisión, envía un fax a la televisión estatal, que no sirve de nada, y después recurre a la revista estadounidense Time para denunciar la crisis sanitaria encubierta. En adelante, lo pagará caro.

El viernes por la tarde de aquella misma semana la OMS convoca una rueda de prensa en Pekín y, ante decenas de cámaras de todo el mundo –y ningún medio chino– el director de la sede de la OMS en China hace una declaración sin precedentes que pone en duda lo que el gobierno chino desmiente:

El gobierno chino tiene un problema: el mundo ya no da crédito a sus cifras.

Poco después ese mismo día, el Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de China convoca un gabinete de crisis y decide destituir al alcalde de Pekín y al ministro de Sanidad. Decreta medidas de urgencia para luchar contra el riesgo de pandemia.

Hecho público el asunto, cunde el pánico entre los 14 millones de habitantes de Pekín, brutalmente confrontados con la verdad sobre la enfermedad. Se ponen en cuarentena edificios, se restringe la circulación, se aíslan en los hospitales zonas habilitadas para el SRAG...En varias semanas, sin embargo, se superaba la crisis. La mentira quedaba en el olvido y se glorificaba la lucha heroica del pueblo…

"Te dejo que digas que soy un cabrón"

Lo que podemos aprender de esta fulminante victoria sobre lo que se había considerado un auténtico riesgo de pandemia es simple. Faltó desde el principio la información más transparente, falló la cooperación entre las autoridades chinas y el resto del mundo, poniéndose en jaque al planeta entero.

Cuando se salvaron estos dos obstáculos, haría falta que transcurrieran aún dos semanas más de controles, medidas radicales y prevención eficaz para vencer a un virus poco combativo en realidad.

Pero el riesgo se esconde a menudo también en los comportamientos individuales. Uno de mis amigos franceses que se encontraba por entonces China con motivo de una conferencia se aterrorizó al enterarse de que el intérprete que le había traducido todas las intervenciones durante un debate hablándole al oído estaba hospitalizado con SRAG. En lugar de permanecer en su habitación de hotel durante los 7 días de incubación del virus para saber si se había contagiado, sacó un billete de avión a París ese mismo día, exponiéndose a contagiar a todo un avión e introducir el virus en Francia. Una vez encerrado en su casa, me envió un correo electrónico:

Si te enteras de que tengo el virus y he contagiado a alguien, te dejo que digas que soy un cabrón.

Afortunadamente, esquivó el chaparrón. Pero esta anécdota muestra hasta qué punto la propagación de un virus puede depender de cómo actúan individuos, sensatos desde todo punto por lo general, movidos por el pánico.

La OMS hace bien su papel cuando alerta hoy sobre el riesgo de pandemia provocado por la gripe porcina en Méjico: cada experto sabe que, un día, surgirá un virus desconocido que se propagará por el mundo entero a gran velocidad y, a semejanza de la denominada gripe española de 1918, que llegó a causar hasta 100 millones de muertes según ciertas estimaciones, provocará una catástrofe planetaria.

Pero la OMS tiene un as en la manga: su directora general es la Dra. Margaret Chan, una china de Honk Kong que dirigía los servicios públicos sanitarios en el Departamento de Salud de Hong Kong cuando el SRAG de 2003...


* Este artículo se ha publicado originalmente en el medio digital francés Rue89

(Traducción: Carola Paredes)

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