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El transporte público que lleva al interior de los libros

Por ALMUDENA MARTIN (SOITU.ES)
Actualizado 23-04-2009 19:44 CET

Una de las muchas ventajas de movernos en transporte público es poder llevar entre las manos un buen libro. Para recordar estos grandes momentos, buscamos lo que hay en los libros sobre el transporte público.

Nuestra selección comienza con Enrique Vila-Matas y su cuento 'La modestia' del libro 'Exploradores del abismo' (2007). El escritor catalán se sumerge en la atmósfera de los autobuses de la línea 24 de la Ciudad Condal y consigue recrear de forma magistral el curioso mundo que uno se encuentra tras el asiento de un conductor de autobús.

Llevo muchos años ejerciendo de espía casual en el autobús de la línea 24 que sube por la calle Mayor de Gracia, en Barcelona. Tengo en casa un archivo de gestos, frases y conversaciones escuchadas a través del tiempo en ese trayecto de autobús, y hasta creo que podría escribir una novela tan infinita como aquella que quería hacer Joe Gould sobre Nueva York, pues he robado y registrado todo tipo de frases sueltas, conversaciones extrañas, disparatadas situaciones…"

De autobuses urbanos también trata el cuento de Etgar Keret titulado 'El conductor de autobús que quería ser Dios'. Seguro que alguna vez has llegado corriendo a la parada y el 'autobusero' te ha cerrado la puerta en las narices, sin dejarte subir. Precisamente es este argumento el que ha utilizado el escritor israelí para construir una divertida historia que muestra lo malvados que pueden llegar a ser los conductores de estos "paquidermos" urbanos. La narración forma parte del libro 'Pizzería Kamikace y otros relatos'

Ésta es la historia de un conductor de autobús que nunca se avenía a abrir la puerta a los que llegaban tarde. Este chófer no estaba dispuesto a abrirle la puerta a nadie: ni a los introvertidos chicos del instituto que corrían en paralelo lanzándole unas miradas de lo más tristes, ni tampoco, por supuesto, a las personas nerviosas que, envueltas en bastos anoraks, golpeaban enérgicamente la puerta como si hubieran llegado a tiempo, y fuera él quien se estuviera comportando inadecuadamente, ni tan siquiera a las viejas cargadas con bolsas de papel marrón llenas a reventar de víveres que agitaban una mano temblorosa haciéndole señas... (sigue leyendo —pdf—)

El escritor argentino Julio Cortázar no habla de transporte público en su cuento 'La autopista del sur', sino que nos muestra la otra cara de la moneda, la experiencia de los que conducen un coche. La historia comienza cuando un gran número de vehículos quedan atrapados en un gran atasco de París. Una imagen muy común que se repite cada día en hora punta en muchas ciudades españolas. Los protagonistas de esta trama se ven obligados a pasar días y días en esta situación, parados sobre el asfalto sin poder apenas avanzar en sus coches, intentando sobrevivir.

Al principio la muchacha del Dauphine había insistido en llevar la cuenta del tiempo, aunque al ingeniero del Peugeot 404 le daba ya lo mismo. Cualquiera podía mirar su reloj pero era como si ese tiempo atado a la muñeca derecha o el bip bip de la radio midieran otra cosa, fuera el tiempo de los que no han hecho la estupidez de querer regresar a París por la autopista del sur un domingo de tarde y, apenas salidos de Fontainbleau, han tenido que ponerse al paso, detenerse, seis filas a cada lado (ya se sabe que los domingos la autopista está íntegramente reservada a los que regresan a la capital), poner en marcha el motor, avanzar tres metros, detenerse, charlar con las dos monjas del 2HP a la derecha, con la muchacha del Dauphine a la izquierda, mirar por retrovisor al hombre pálido que conduce un Caravelle, envidiar irónicamente la felicidad avícola del matrimonio del Peugeot 203...(sigue leyendo)

De la misma temática habla J.G. Ballard en su obra de ciencia ficción 'La isla del cemento' (1974). A través de las páginas de este libro, el escritor británico cuenta la aventura de un hombre que queda atrapado durante días en medio del caos del cemento y los coches tras sufrir un accidente con su jaguar.

—Sipnosis: Robert Maitand es un arquitecto de 35 años que tiene un accidente de coche en una de las autopistas de Londres. Una serie de situaciones imprevisibles le hacen quedar atrapado bajo los carriles de la autovía, sin que nadie le vea y sin ninguna ayuda. Para sobrevivir a esta situación se convierte en una especie de Robinson Crusoe de la ciudad, que no cuenta con más recursos que su averiado automóvil y su propia fortaleza personal para escapar de allí. Mientras pasan los días en esta isla de cemento, el protagonista comienza a reflexionar sobre las razones que le han conducido a ese lugar, escenario de su propia alienación.

Tampoco podemos olvidarnos del metro, otro gran salón de lectura rodante y un medio de transporte que cobra un gran protagonismo en la novela de ciencia ficción 'Metro 2033', del periodista ruso Dmitri Glukhovsky, que se supone estará en las librerías el próximo mes de mayo y cuya historia se desarrolla en las entrañas del suburbano moscovita.

— Sipnosis: Viajamos al año 2033, cuando una devastadora guerra ha convertido Moscú en una ciudad fantasma. Los supervivientes buscan refugio bajo tierra, en la red de metro de la ciudad rusa, donde crean una nueva civilización diferente de todas las que habían existido con anterioridad. El protagonista es el joven Artjom, quien abandona la estación de metro donde ha pasado buena parte de su vida para proteger a la red entera contra una gran amenaza que vive en el subsuelo moscovita.

Si tu género preferido es la poesía, el metro o el autobús también han sido inspiración para muchos literatos. Un ejemplo es el poema titulado 'El autobús', del cantante y poeta canadiense Leonard Cohen:

Fui el último pasajero del día. Estaba solo en el autobús.

Me sentía contento de que se estuvieran gastando tanto dinero

sólo para llevarme por la Octava Avenida arriba.

¡Conductor! Grité, estamos usted y yo esta noche.

huyamos de esta gran ciudad

a una ciudad más pequeña más propia para el corazón,

conduzcamos más allá de las piscinas de Miami Beach,

usted en el asiento del conductor, yo varios asientos más atrás,

pero en las ciudades racistas cambiaremos de lugar

para mostrar lo bien que le ha ido arriba en el norte,

y busquemos para nosotros alguna diminuta villa pesquera americana

en la Florida desconocida

y aparquemos justamente al borde de la arena,

un enorme autobús como una señal,

metálico, pintado, solitario,

con matrícula de Nueva York.

Cuando uno viaja en autobús, metro o tranvía, puede aprovechar el tiempo para leer un buen libro, pero también para estudiar o para trabajar. Por qué no incluso convertirse uno mismo en literato. Deja volar tu imaginación y ponte tú a escribir tus propias historias. Algunas compañías de transporte público organizan incluso concursos para premiar el primer relato, mientras que otras recopilan obras de reconocidos escritores para compartir con los viajeros.

Uno de los metros más conocidos por integrar el arte y la lectura entre sus túneles es el de Londres. La poesía y la lírica en este suburbano son todo un clásico desde que, en 1986, el escritor norteamericano Judith Chernaik creó un programa para acercar la poesía a los viajeros. El subterráneo londinense expone tres veces al año poemas de diferentes autores y estilos en los espacios reservados para la publicidad. Todas las poesías expuestas han sido recopiladas en el libro 'Poems on the Underground' cuya primera edición vio la luz en 1999. El fomento de la poesía en este subterráneo cuenta con el apoyo del 'London Arts' y el 'British Council'.

En España también se desarrollan iniciativas similares que unen el placer de la lectura con los trayectos en el metro o el autobús: En el año 2002, la editorial Cuadernos del Vigía, con el apoyo del Ayuntamiento de Granada y la empresa ROBER, tuvo la idea de distribuir gratuitamente por los autobuses de la ciudad de la Alhambra una colección de relatos cortos de autores conocidos como José María Merino, Enrique Vila-Matas, Espido Freire, Felipe Benítez Reyes, Antonio Soler o Eloy Tizón.

Como cuenta el poeta Miguel Angel Arcas —uno de los que llevaron a cabo el proyecto— en una entrevista a El País, "el tiempo que se puede perder en un viaje urbano de autobús es un tiempo psicológicamente muerto, vas de un sitio a otro, en una ciudad que conoces, las mismas calles, el mismo paisaje de siempre, una rutina; ahí es donde leer un cuento se convierte en una aventura". Arcas añade que "Relatos para leer en el autobús se pensó como un regalo, como un medio oportuno para fomentar la lectura y también como un apoyo al uso del transporte público urbano". La iniciativa tuvo tanto éxito que se extendió a otras ciudades andaluzas como Córdoba y Málaga, donde cada año celebran incluso un concurso literario de "Relatos para leer en el autobús".

En Barcelona, la empresa de transporte público de la ciudad (TMB) organiza cada año concursos de relatos cortos para animar a la gente a leer y escribir. Este año se celebra la tercera edición cuyo lema es: "El metro y el bus están llenos de historias". El requisito: que sean historias, reales o ficticias, cuya temática gire en torno al transporte colectivo.


¿Y tú, cuéntanos tu experiencia como lector en el transporte público? ¿Te ha ocurrido no poder aguantar la carcajada ante la mirada extrañada de otros pasajeros? ¿Te has avergonzado al emocionarte en pleno metro? ¿Te has sonrojado al leer un pasaje subido de tono en medio de un autobús atestado de gente?

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