México.- En puertas del homenaje que mañana le dedicará Ciudad de México y embozada en su eterno poncho rojo, la leyenda inmortal en que se ha convertido la cantante Chavela Vargas se muestra decidida a superar los 90 años que acaba de cumplir, por orden del destino.
"Noventa años se dice pronto ¿verdad?. Póngase a hablar consigo misma, repetir un año, otro año, otro año, hasta llegar a noventa", se emocionó hoy en una entrevista con EFE en la capital mexicana.
"Dejo un legado muy grande, de todo mi amor hacia México, las cosas que he vivido, con las gentes que he estado, todo eso lo tengo guardado", apunta detrás de sus gafas oscuras, con un hablar trabajoso y reposando en su silla de ruedas.
Y confiesa: "Tengo miedo ya de rebasar los noventa, posiblemente lo haga porque así está escrito".
Chavela, cuya voz es un paradigma de la tristeza y la soledad en decenas de clásicos musicales de Iberoamérica desde hace más de medio siglo, recibirá mañana, martes, la medalla de Ciudadana Distinguida otorgada por Ciudad de México, en uno de los teatros más antiguos de la metrópoli.
"Estoy muy emocionada, muy contenta y siento que va a estar conmigo el corazón de México, (país) que amo, esta tierra, aquí me quedé para siempre", apunta, inmóvil, lúcida.
Chavela nació en Costa Rica el 17 de abril de 1919 y emigró a México en su adolescencia. Conoció a la pintora Frida Kahlo (1907-1954), el muralista Diego Rivera (1886-1957) y un sinfín de figuras de la época. Su amor por la parranda y el tequila, su hechizo sobre los maestros compositores la hizo legendaria. Lleva más de veinticinco años sin beber un trago del alcohol que casi la destruyó.
"Cada ser tiene lo que merece, yo pienso. Si yo la merezco (la medalla), la tengo, y me la van a dar, pienso que la merezco", argumenta, consciente de dejar tras de sí "un legado muy grande".
Las perlas amargas escritas para ella por José Alfredo Jiménez y Agustín Lara, entre otros, adoptarán mañana en el tributo a su figura la voz de varias compatriotas ilustres.
La delicadeza alegre de Julieta Venegas, el trueno melódico de Eugenia León y el arrojo cabaretero de Astrid Hadad -todas ellas mexicanas- tomarán las canciones que han roto corazones desde los labios de Chavela.
Se espera también la presencia de otros invitados; quizás de Lila Downs, huracán moreno mezcla de alma indígena mexicana y estadounidense a la que Chavela nombra como su sucesora.
Otros amigos, como los españoles Joaquín Sabina y Miguel Bosé, estarán presentes a través de la magia del vídeo.
"Cantar no sé, no tengo planeado, quiero estar descansada, tranquila, sin tener que cantar", dice sobre su participación en el acto.
El año pasado, pese a haberse retirado de los escenarios en 2006 -con 87 años-, protagonizó un memorable concierto en el Auditorio Nacional, en el que hizo gala de un aguante considerable y de que su voz, frágil como un riachuelo cuando habla, es todavía un furioso torrente sobre el escenario.
"Esas noches se recuerdan siempre, las lleva uno en el alma, esa cosa intangible", recuerda.
Su música ha conquistado la frontera de las generaciones: "Yo les pregunto (a los jóvenes) qué es lo que sienten, cómo mi música los hace llorar".
Y especula: "(En ella) se ocultan una serie de cosas sentimentales, maravillosas, que son las cosas que ayudan a vivir".
Con nueve décadas a sus espaldas, Chavela sigue su camino. Lo tiene claro. "Me voy a divertir mucho", sonríe. Por Juan Ramón Peña
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