WASHINGTON, D.C.- El Newseum o museo de las noticias de Washington acaba de cumplir un año. Doce meses en su nueva sede en el número 6 de la avenida Pensilvania, un lugar privilegiado en la calle que une el Capitolio con la Casa Blanca. Doce meses que son la consolidación de esta exhibición de historia del periodismo y de su impresionante y enigmático edificio.
Como obra arquitectónica que guarda la historia del periodismo estadounidense —y algo del internacional—, la sede del Newseum sigue siendo lo que cada uno quiera ver en ella. Quizás una cámara fotográfica enfocando hacia la Galería Nacional de Arte al otro lado de la calle o un gigante televisor. Quizás dos páginas de un periódico, una de ellas dedicada a las 45 palabras que son la Primera Enmienda a la Constitución estadounidense.
El peso que cobra la libertad de expresión en la fachada del edificio, una página de mármol de 74 metros de alto, coincide con el dominio del periodismo estadounidense en todas las salas. Apenas hay unas cuantas menciones a la profesión en su ámbito internacional, entre ellas, el gráfico sobre el estado de la libertad de prensa en todo el mundo o los agujeros de bala en un coche traído desde Sarajevo, cuando una guerra puso a Yugoslavia en el mapa.
El periodismo extranjero cuenta con otras menciones en la sección de noticias internacionales, ya sea mediante ejemplares de periódicos de otros países o como homenaje a los reporteros que han perdido su vida mientras nos traían los detalles de un conflicto. Muchos visitantes buscan aquí al corresponsal que solían ver en su televisor, el reportero al que leían junto al café de todos los días. Hasta que una bomba calló sus palabras. Si acudes al Newseum mientras estás en Washington, éste es el rincón donde quedan nuestros Julio Fuentes, José Couso y Julio Anguita Parrado, sus nombres grabados en una cristalera hasta el techo con el de otros que fallecieron cubriendo una guerra.
Los siete pisos y 250.000 metros cuadrados del Newseum guardan una colección de más de 6.000 retales de periodismo, desde el primer ordenador portátil utilizado por un reportero, al audio de la retransmisión de la llegada del hombre a la luna, los vídeos de la CNN desde la primera Guerra del Golfo, hasta un pedazo del muro de Berlin o restos de la antena rescatada de los escombros después del 11 de septiembre. El recorrido empieza con un viaje en ascensor hasta la última planta del museo, sobrevolando la pantalla gigante y el helicóptero colgados sobre el espacio abierto que da la bienvenida a todos los visitantes. Desde ahí, un descenso al presente del periodismo: en la salida nos esperan las portadas del día en todo el mundo.
Este homenaje a la libertad de expresión, el único museo de la capital que no es gratuito ha conseguido más de 700.000 visitantes en este primer año. La entrada cuesta 20 dólares para adultos y 13 para menores entre 7 y 18 años. Ante la controversia que creó al principio este precio, uno de sus fundadores argumentaba que los norteamericanos piensan que el resto de museos de Washington les salen gratis, cuando en realidad están mantenidos con sus impuestos.
Polémicas aparte, los 20 dólares que vale la entrada puedes gastarlos en una visita breve de una hora a todas las exposiciones, pero si quieres, también puedes pasar un día entero recorriendo los siete pisos, catorce salas de exhibiciones, quince teatros con sus correspondientes documentales —uno de ellos en tres dimensiones y con efectos especiales— y varias experiencias interactivas para recorrer la historia del periodismo. Entre ellas, destaca la posibilidad de practicar tus habilidades como reportero ante la cámara: puedes leer el texto como un profesional y llevarte el DVD para reírte después en casa. Si eres de los tímidos, disfrutarás más con los 130 ordenadores y pantallas táctiles que te cuentan con más detalle lo que estás viendo. Y si lo que prefieres es ver lo que nunca sale en la tele, puedes colarte en reproducciones exactas de estudios de radio y televisión —donde algunos medios locales suelen hacer algunas retransmisiones—- repartidos por el edificio.
Entre las secciones de más éxito entre los visitantes está la colección de portadas de periódicos del 12 de septiembre. Los titulares que aparecieron en todo el mundo sobre los ataques rodean la antena colocada sobre una de las Torres Gemelas y rescatada después entre las cenizas. Menos prominente es la sección para los premios Pulitzer de fotografía, pero merece la pena contar con ello antes de planificar el tiempo que quieres pasar en el museo. Hay más de mil fotografías premiadas, todas ellas en un rincón que les han dedicado en la planta de la entrada, una parada perfecta como final de la visita.
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