Las crisis y las medidas anticrisis aplicadas por algunos empresarios están llevándose por delante puestos de trabajo, subidas salariales, derechos laborales... ¿Y dónde están los sindicatos? Recuperamos un reportaje publicado el pasado mes de febrero sobre la lucha sindical en estos tiempos.
El ánimo se calienta entre los trabajadores porque, cuando las cosas se complican en la economía, son malos tiempos para la lucha obrera. Las cifras del paro suben cada mes, todos los días nos acostamos con nuevos anuncios de ERE y cada vez son más las voces que piden una huelga general. Para bien o para mal, todas las miradas están puestas en los sindicatos. Esta crisis puede convertirse en su oportunidad de reconciliarse con aquellos que los tachan de ineficaces, pero también corren el riesgo de firmar su propio epitafio si no están a la altura de lo que los trabajadores esperan.
El movimiento sindical lleva varios años de capa caída en España. Tan sólo el 15% de los trabajadores está afiliado a un sindicato y la mayor parte de ellos los aglutinan las dos grandes centrales: CCOO y UGT. Se trata de una de las cifras más bajas de la Unión Europea —a la cabeza se encuentra Suecia, con un 76%— que sirve para hacerse una idea de lo poco que se movilizan los obreros españoles, incluso en tiempos de crisis. "En 2008 el número de afiliados aumentó un 5%, como en los últimos años. Tal vez ahora no notemos mucha mayor demanda pero sí dentro de un par de años cuando, por ejemplo, muchos trabajadores desempleados tengan juicios con sus empresas", explica José del Campo, de la secretaría de afiliación de CCOO.
¿No sería más lógico acudir a ellos en estos tiempos revueltos? "Sabemos que es un momento difícil y que nuestra responsabilidad es buscar soluciones, exigir al gobierno y a los empresarios que hagan las cosas bien y que muchos no confían. Pero hay una cosa que tiene que quedar clara, el objetivo de los sindicatos es el mismo que el de los trabajadores y en un periodo de crisis la única solución es la acción colectiva, no cabe el individualismo", explica Toni Ferrer, secretario confederal de Acción Sindical de UGT.
Pero no se trata tan sólo de una cuestión de confianza, sino también de voluntad por parte de los trabajadores. Los mensajes que piden que arrimen el hombro para salir de ésta son continuos y, con el argumento de 'aguantar el tirón', no sólo se pierden puestos de trabajo sino que también disminuye la calidad. "Que ahora mantener el empleo sea la prioridad no puede significar que se tengan que perder derechos", recuerda José Del Campo.
El refrán 'más vale pájaro en mano que ciento volando' es el más oportuno para ilustrar esta situación. O lo que es lo mismo, con la que está cayendo preferimos aguantar peores condiciones en el trabajo a plantear reivindicaciones. Algo que, en muchas ocasiones, viene de perlas a los empresarios: "No se puede decir que sea la norma pero sí que hay muchos casos en los que se está aprovechando la ocasión para proponer reducciones de plantilla injustificadas, pagos de horas extra más baratos, jornadas más largas que no se pagan...", reconocen desde UGT. Y eso también hace que la labor de los sindicatos pierda fuerza.
Pero, ¿hasta qué punto tienen que 'aguantar' los trabajadores? "Está claro que a veces la necesidad obliga. No se puede permitir que se vulneren derechos pero cuando las empresas actúan de manera honesta con sus empleados, les permite saber cuál es la situación exacta de sus cuentas y actúan con transparencia, siempre van a encontrar un apoyo por parte de los obreros. Al fin y al cabo, somos los principales interesados en que no se destruyan puestos. Pero una cosa es arrimar el hombro y aceptar moderaciones salariales en momentos concretos y otra pagar una crisis que los trabajadores no hemos creado", opinan desde CCOO.
Entre la mala situación económica, los abusos empresariales y la desconfianza de los trabajadores, los sindicatos se enfrentan a un futuro difícil. Al menos los tradicionales. En los últimos años, son muchas las voces que han apuntado que el modelo sindical al que estamos acostumbrados está agotado. "Lo que ha demostrado esta crisis es que el modelo económico ha fracasado. Los sindicatos deberían ponerse al frente de un nuevo sistema más social y ecológico porque éste es insostenible. Hay que entrar de lleno en el debate global y volver a un sindicalismo de presión e incluso de confrontación, si es preciso", opina Jaime Pastor, sociólogo y profesor titular del departamento de Ciencia Política y de la Administración de la UNED. "Hay otras alternativas a los sindicatos tradicionales que ya están trabajando en ese camino".
Una de esas alternativas pasa por los sindicatos minoritarios como, por ejemplo, el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT). "El papel de los sindicatos tradicionales es útil para el capitalismo", dice tajante Luis Ocaña, miembro del comité ejecutivo nacional del SAT. Su 'modus operandi' está claro: "Trabajamos de la manera tradicional, con asambleas directas de trabajadores, que son los que deciden. Y luego se actúa". Sus afiliados ya han protagonizado varias huelgas y han ocupado oficinas inmobiliarias y bancos. "Es nuestro trabajo. En este momento, no valen paños calientes ni trucos cutres. El sistema está agotado y los sindicatos tienen que movilizar a los trabajadores, no apoyar al Gobierno ni dejar que hagan regalos a los bancos.
Jaime Pastor cuenta que "también están entrando en juego nuevos actores al margen de los sindicatos, como las plataformas ciudadanas". Los movimientos antiglobalización están recogiendo el testigo de los sindicatos en lo que se considera una lucha para cambiar el sistema económico. "Estamos tratando de crear una articulación de movimientos sociales en la que también nos gustaría incluir a los sindicatos", explica Ricardo García Zaldívar, presidente de ATTAC en Madrid. Para él, lo ideal es que su actividad no sea una alternativa a los sindicatos sino algo complementario.
Por el momento, mientras que la huelga general no parece una opción a corto plazo —tanto UGT como CCOO han rechazado que esté dentro de sus planes—, sí se está gestando una jornada de lucha global fijada para el 28 de marzo, coincidiendo con la cumbre del G20. "Es un momento de unidad de acción porque la crisis es muy grave y lo ideal sería que fuéramos de la mano de los sindicatos, como va a ocurrir en otros países europeos", dicen desde ATTAC. "No es el momento de criticar sino de unir fuerzas, al fin y al cabo estamos del mismo lado".
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