¿Qué pasará cuando se acaben el gas y el petróleo del Mar del Norte? La pregunta se planteó hace años en Reino Unido y los eruditos comenzaron a hacer cábalas. La idea de que el país no pudiera abastecerse de la energía generada dentro de sus propias fronteras, a corto plazo, caía por su propio peso. Sin embargo, el primer ministro Gordon Brown, acostumbrado a mirar más allá debido a su época como responsable de economía, comenzó a rumiar distintas posibilidades. Tras un largo debate, a principios del año pasado se presentó la gran solución: el renacimiento de las centrales nucleares.
El plan cayó en el olvido, pero el Gobierno acaba de presentar la lista de los sitios donde se colocarán los nuevos reactores y ahora que la cosa va en serio han empezado los problemas. El calendario es tan sólo uno de los puntos de controversia.
Las 11 centrales propuestas por el Ejecutivo, que se instalará entre West Cumbria y la costa de Kent, costarán cerca de 4,5 mil millones de libras y tendrán una potencia de hasta 1.600 megavatios cada una, suficiente para suministrar electricidad a dos millones de hogares durante un máximo de 60 años.
Sin embargo, los expertos han advertido de que la primera planta, como muy pronto, no estará operativa hasta 2017 y eso supone mucho tiempo después de que se haya agotado una cuarta parte de la capacidad actual de generación de energía. Los analistas temen que el vacío que vayan dejando el carbón y el envejecimiento de los reactores ya existentes se cubra con la construcción de centrales termoeléctricas para salir del paso.
La preocupación se entiende. A diferencia de las nucleares, este tipo de plantas son más rápidas y baratas de construir, por lo que se convierten en un caramelo jugoso para utilizarlo como parche. Pero al mismo tiempo, los combustibles fósiles que utilizan generan emisiones de gases de efecto invernadero y de lluvia ácida con fatales consecuencias para el medio ambiente.
Las cifras oficiales indican que electricidad de Reino Unido producida por la quema de gas ha aumentado de un 2 por ciento en 1992 a un 35 por ciento actual. Se espera que aumente aún más, con las plantas de gas en construcción en Pembroke en Gales, la isla de Grain, en Kent y Langage, cerca de Plymouth.
Por lo tanto, la advertencia de un "peligroso deslizamiento" hacia una "dependencia excesiva" de la electricidad generada a partir de gas deberá ser uno de los puntos a estudiar por el Ejecutivo. Pero no será el único.
Los roces políticos con Escocia también han salido a la luz. Tres de las centrales que el Gobierno planea construir se encuentran en la frontera y el nacionalista Alex Salmond, defensor acérrimo de las energías renovables, se opone rotundamente.
El Ejecutivo de Brown intenta hacerle cambiar de idea explicándole todos los puestos de trabajo que estas plantas podrían generar para los escoceses. Sin embargo, Salmond asegura que estos trabajos son ficticios, ya que han de pasar años hasta que se conviertan en una posibilidad real. "En las últimas semanas en Escocia la energía eólica marina ha generado 500 puestos de trabajo. Estos son puestos reales que se están creando ahora con fuentes de energía que ofrecen grandes ventajas naturales frente a la nuclear", matizó.
Pese a los problemas, el Gobierno de Gordon Brown está decido a seguir adelante. La posibilidad de que se agote el gas del Mar del Norte está muy presente y Reino Unido no quiere verse obligado a importar más crudo y más combustible de países como Rusia, Argelia y Qatar haciendo pagar a los consumidores las fluctuaciones del precio.
Así pues, la expansión de energía atómica se considera la opción más oportuna. Eso sí, el Gobierno ha dejado claro que no pondrá ni una sola libra de las arcas públicas para la construcción de las plantas. La financiación correrá a cargo de las eléctricas que también deberán hacer frente a los gastos de los residuos y su desmantelamiento. Los más escépticos aseguran que esto supondrá ventajas fiscales para las implicadas y un recibo hasta 400 euros más cara a los usuarios. El gigante energético francés EDF ya ha ordenado la construcción de cuatro centrales para el año 2017. La británica E.ON y la alemana RWE no han tardado en seguir sus pasos.
Con estos planes, el Gobierno británico quiere dar una solución al problema energético del país, puesto que los actuales centros nucleares, que producen un veinte por ciento de la electricidad, acabarán su vida útil en el 2023.
A pesar de que también han insistido en que de este modo se reducirá para el año 2010 un veinte por ciento del nivel de emisiones de carbono que tenían en 1990, los grupos ecologistas consideran que diez nuevos reactores reducirían tan sólo un cuatro por ciento de las emisiones de carbono después de 2020, justo para la fecha en la que el Gobierno se ha propuesto que el veinte por ciento de la energía venga de opciones verdes.
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