Ciudad del Vaticano.- Benedicto XVI presidió esta noche en la basílica de San Pedro del Vaticano la Vigilia Pascual, en la que dijo que el hombre actual vive desorientado, sin saber en que valores educar a los jóvenes y en la que pidió a Dios que no se apague su luz entre las confusiones de estos tiempos.
"¿Cuánta compasión debe sentir Cristo en nuestro tiempo por tantas grandilocuencias, tras las cuales se esconde en realidad una gran desorientación?. ¿Dónde hemos de ir?, ¿cuáles son los valores sobre los cuales regularnos?, ¿cuáles son los valores en que podemos educar a los jóvenes, sin darles normas que tal vez no aguantan o exigirles algo que quizás no se le debe imponer?, se preguntó el Papa.
El anciano Pontífice agregó que Cristo es la luz y pidió que la llama que ha encendido en los hombres "no se apague entre las confusiones de estos tiempos, sino que sea cada vez más grande y luminosa".
El Obispo de Roma hizo esa manifestación durante la homilía, en la que explicó que la luz, el agua y el canto nuevo, el aleluya, son los tres símbolos de la Vigilia Pascual.
La Vigilia Pascual o "Lucernario" es uno de los ritos más antiguos de la liturgia y se celebra en esta noche que San Agustín llamó "madre de todas las vigilias", en alusión a la espera de la Resurrección del Hijo de Dios.
Comenzó en el atrio de la basílica, en medio del más hondo de los silencios, con la bendición del fuego nuevo y el encendido del cirio pascual, símbolo de Cristo, "Luz del Mundo".
El Papa Ratzinger realizó con un punzón una incisión sobre el cirio pascual, grabando una cruz, la primera y la última letra del alfabeto griego -alfa y omega- y la cifra del año 2009.
A la vez pronunció en latín: "Christus heri et hodie, Principium et Finis, Alpha et Omega, ipsius sunt tempora et saecula. Ipsi gloria et imperium per universa aeternitatis saecula" (Cristo ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. A El pertenece el tiempo y los siglos, a El la gloria y el poder por los siglos de los siglos).
Después comenzó la procesión hacia el altar mayor, en medio de una total oscuridad en el templo, iluminado poco a poco con las velas de las miles de personas que lo abarrotaban, que fueron encendidas una a una con la llama procedente del Cirio Pascual.
Una vez llegado al altar mayor se encendieron todas las luces, que dejaron al descubierto las maravillas que encierra el templo vaticano y comenzó el canto del Exultet, o pregón pascual, un recorrido sintético de la historia de la salvación.
Siguiendo una tradición de la Iglesia primitiva, en la que los catecúmenos (adultos que aspiran al bautismo) eran bautizados en la noche de la Vigilia Pascual, el Obispo de Roma, revestido con ornamentos blancos, bautizó a cinco catecúmenos, una china, una estadounidense y tres italianos (dos hombres y una mujer).
En la homilía, Benedicto XVI, que concelebró con 30 cardenales, se refirió a la luz, el agua y el aleluya, afirmando que donde hay luz nace la vida y el caos puede transformarse en cosmos.
Del agua dijo que sin ella no hay vida y tras resaltar la simbología del bautismo pidió para que los bautizados sean siempre fuentes de agua pura, fresca, viva, personas que transmiten sosiego y renovación.
"En el bautismo, el Señor no sólo nos convierte en personas de luz, sino también en fuentes de la que brota agua viva. Todos conocemos personas de ese tipo, como Teresa de Ávila, Madre Teresa de Calcuta, Agustín o Francisco de Asís, pero también se encuentra en personas de la vida diaria. También conocemos lo opuesto, gente de la que sale un vaho como un charco de agua putrefacta o incluso envenenada", afirmó.
Subrayó que la resurrección de Jesús es un estallido de luz, que supera la muerte, de ahí que haya que experimentar alegría, proclamarla.
"Desde que Cristo ha resucitado, la gravitación del amor es más fuerte que la del odio, la fuerza de gravedad de la vida es más fuerte que la de la muerte. ¿Acaso no es esta realmente la situación de la Iglesia en todos los tiempos?, Siempre se tiene la impresión d que ha de hundirse y siempre está salvada", afirmó.
Benedicto XVI oficiará mañana en la plaza de San Pedro la misa del Domingo de Resurrección y después leerá el Mensaje Pascual e impartirá la bendición Urbi et Orbi en más de medio centenar de idiomas.
El recinto ya ha sido adornado con miles de flores, en su mayoría amarillas y blancas -los colores del Vaticano- y con composiciones de claveles, lirios, flor del manzano y tulipanes, procedentes de Holanda.
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