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Investigadores del sexo

Por M. PÉREZ, J. J. BORRÁS Y X. ZUBIETA (SOITU.ES)
Actualizado 13-04-2009 23:58 CET

El proyecto de investigación presenta unas hipótesis bien planteadas, las referencias bibliográficas están completas y actualizadas y cuenta con un equipo de investigadores suficiente y con un currículum adecuado. No obstante, este proyecto no puede ser aprobado por inmoral.

Así comunicaba el vicerrector de investigación de la Universidad Jaume I de Castellón en 1991, en su primer año de creación como universidad, el rechazo a un proyecto de investigación que pretendía estudiar los mecanismos neurofisiológicos implicados en el tiempo de latencia eyaculatoria intravaginal (IELT). Asumía el vicerrector el criterio de uno de los evaluadores del proyecto —externos a la universidad— que lo vetaba, permitiéndose confundir sus valores morales con la opinión científica requerida sobre una investigación que, en su protocolo, contemplaba la masturbación de sujetos experimentales en condiciones controladas de laboratorio y bajo los efectos de diversos fármacos de acción sobre el sistema nervioso central.

Sobre el IELT, y en concreto los profesionales de la salud, oirán mucho en los próximos meses debido a la inminente comercialización del Priligy, primer fármaco oral con indicación para el tratamiento de la eyaculación precoz aprobado por el Ministerio de Sanidad. Han tenido que pasar 18 años para que sea —así esperamos— moralmente aceptable para algunos que se autopromueven como biempensantes, realizar este tipo de estudios. Suponemos que, a fecha de hoy, el evaluador que en 1991 juzgó inmoral que se financiara una investigación con dinero público tendrá otra consideración, aunque sólo sea por coherencia, cuando recuerde aquel viejo proyecto que rechazó, al hilo de tomarse la viagra que le viene prescribiendo su sexólogo… Y es que también recordamos las múltiples dificultades que algunos años después tuvo la investigación preliminar sobre viagra, sólo salvadas gracias a las ingentes sumas que la industria farmacéutica invirtió en el que intuyó iba a ser un lucrativo negocio.

El progreso de la ciencia, a diferencia de la fe y las creencias de todo tipo, es forzosamente lento, no tenemos más remedio que constatar experimentalmente e investigar con todo rigor, lo que implica tiempo e inversión económica. Afortunadamente, en especial desde el lanzamiento del primer fármaco oral para el tratamiento de los problemas de erección masculina y su impacto mediático, el que se denominó fenómeno viagra, las cosas han comenzado a cambiar y la investigación sobre sexualidad viene experimentando un crecimiento exponencial en los últimos 11 años. Todo gracias al dinero que mueve, no hay que olvidarlo.

'Investigadores del sexo', de Edward M. Brecher (1973, en castellano, traducción de la 1ª edición en inglés de 1970) se llama el interesante texto recopilatorio de la trayectoria personal y científica de diversos pioneros de la investigación sobre sexualidad: desde mediados de 1800, con Henry Havelock Ellis y otros coetáneos, hasta mediados del pasado siglo, con William Masters y Virginia Johnson. Cuando hace 30 años comenzamos a trabajar tanto en clínica de los problemas sexuales como a realizar nuestras primeras investigaciones al respecto, nos resultaba chocante cuan a menudo enfrentábamos idénticos problemas a los referidos por los investigadores del sexo, cuando habían transcurrido entre 30 y 150 años desde que ellos se permitieron cuestionar muchas de las creencias, mitos y prejuicios de la sociedad en la que les tocó vivir.

Quienes hemos sufrido el ver rechazado un proyecto de investigación sobre sexualidad por 'inmoral' valoramos enormemente el progreso social de estas últimas décadas. Desde el investigar en España es llorar, y en particular, sobre sexo, ni hablamos; pasamos al 'Hablemos de sexo', con la simpática Elena Ochoa, que bajo la astuta dirección de Chicho Ibáñez Serrador supo romper el silencio en nuestra España de los 90. Somos conscientes de que el progreso no es lineal y nos despiertan algunas inquietudes, nos resuenan como ecos que teníamos por lejanos, actitudes y afirmaciones que vuelven a pronunciarse en algunos de nuestros medios. Nos inquieta que la confusión entre valores e ideologías se vuelva a presentar confundida con los hechos científicos. El oscurantismo religioso que suscita falsos debates sobre la eficacia de los preservativos en la lucha contra el sida, o el cuestionamiento sobre la necesidad de regular ese fracaso de la educación sexual que es el aborto, rebrota con la irracionalidad de épocas pasadas. Recordando que los pueblos que desconocen su Historia están condenados a repetirla, sugerimos, ahora que aún estamos a tiempo, una tranquila relectura de los clásicos, y en particular, de los investigadores del sexo.

¿Has pensado que el grado de libertad que gozamos —también en materia sexual— podría retroceder? ¿Has conocido o te han hablado de pasadas épocas de represión sexual? ¿Qué crees que hace falta para mantener y profundizar el grado de libertad que disfrutamos en materia sexual?

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