Londres.- El príncipe Carlos de Inglaterra, enemigo declarado de la moderna arquitectura de cristal y acero, ha arremetido una vez más contra un proyecto residencial londinense de Richard Rogers, uno de los arquitectos estrella del Reino Unido.
Según el vespertino "Evening Standard", la intervención del heredero al trono puede incluso provocar un conflicto diplomático con el emirato de Qatar, cuya familia real es responsable del encargo a Rogers.
El príncipe de Gales ha escrito, según el periódico, al primer ministro qatarí instándole a abandonar ese proyecto, que ha calificado de "antipático", y adoptar en su lugar otro de corte clásico de uno de sus arquitectos favoritos: Quinlan Terry.
Carlos quiere un edificio tradicional, de ladrillo rojo, piedra y pizarra, que no desentone del Hospital Real, construido a finales del siglo XVII por Christopher Wren, el arquitecto de la catedral de San Pablo y del observatorio y el hospital de Greenwich, entre otros muchos edificios de Londres.
Según reveló Quinlan Terry, con ocasión de la inauguración de otro edificio próximo, el pasado 25 de marzo, en el elegante barrio de Chelsea, Carlos dijo a algunos de los asistentes que no le gustaba el proyecto de Rogers y que estaba "decidido a pelear para proteger y ensalzar ese importante rincón de Londres".
Un portavoz de Qatari Diar, brazo inmobiliario de la familia real del emirato, dijo hoy que las opiniones del Príncipe de Gales sobre la arquitectura moderna eran "harto conocidas" y agregó que esperaban de él que "apostase por un enfoque más tradicional".
"Aunque el proyecto (de Rogers) presentado por nosotros es moderno, compartidos las opiniones de Su Alteza Real sobre la conveniencia de desarrollos sostenibles integrados y estamos actualmente en diálogo con sus representantes", agregó el portavoz.
Una fuente próxima al famoso arquitecto expresó también su indignación en declaraciones al periódico: "el nuevo ataque del príncipe Carlos contra la arquitectura moderna representa una intervención privilegiada e injusta por parte de un príncipe que se niega a debatir abiertamente y maniobra entre bastidores".
El príncipe Carlos de Inglaterra ha provocado ya en ocasiones anteriores las iras de los arquitectos de vanguardia de este país.
Ya en los años ochenta criticó duramente otro proyecto de Rogers para la plaza de Paternoster, próxima a la catedral de San Pablo, y propuso otro más tradicional, exactamente como ha hecho ahora.
En un comentario que publica el vespertino, el crítico de arquitectura Rowan Moore afirma refiriéndose a anteriores injerencias: "el Príncipe no ha olvidado nada ni ha aprendido nada".
"Se comporta con la misma burda arrogancia que hace un cuarto de siglo, aprovechando su prestigio para inclinar la balanza del proceso de planificación del lado de sus prejuicios personales".
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