El 28 de junio de 1989, el líder serbio Slobodan Milosevic invade Kosovo junto a un millón de sus conciudadanos para celebrar el 600 aniversario de la derrota del zar Lazar por un poderoso ejército turco en el Campo de los Mirlos, una explanada que se encuentra a 15 kilómetros de Pristina, la capital de la provincia autónoma.
Su discurso es apocalíptico. Muchos serbios lo consideran la reencarnación del zar que murió en el campo de batalla. Sitúa la Gran Serbia en todo aquel lugar donde haya población serbia. Sabe que el comunismo agoniza aunque todavía no se ha desplomado el muro de Berlín. El ultranacionalismo será el carburante que le permita mantenerse en el poder durante los próximos años.
La noria balcánica comienza a girar y a extraer agua turbia. Un año después, las instituciones autonómicas de Kosovo son clausuradas. Los albanokosovares se defienden con elecciones clandestinas y con la construcción de un sistema educativo y sanitario paralelo al del Gobierno serbio, financiado a la manera palestina con las contribuciones de centenares de miles de emigrantes que viven y trabajan en los países centroeuropeos.
Vientos de guerra sacuden los Balcanes desde mediados de 1991. La fiebre de Maastricht recorre Europa mientras se inicia la desintegración de Yugoslavia tras los primeros conflictos armados de Eslovenia y Croacia.
Pero la Europa privilegiada mira a otro lado: padece de un gigantismo económico compulsivo y de un enanismo patológico cuando se trata de decidir cuestiones político-militares de vital importancia.
La mayoría de los albanokosovares han asimilado las ideas pacifistas de su líder Ibrahim Rugosa, quien confía en las presiones de la Comunidad Europea contra Milosevic y Serbia. Pero la permisividad europea permite al líder serbio atacar Bosnia y su capital Sarajevo. Rugosa declara su inquietud ante la posible radicalización de la población juvenil albanokosovar.
La policía especial serbia ocupa pueblos, detiene a miles de pobladores y mata a alguno en los interrogatorios. El general serbio Milosvac Radmanovica, gobernador militar de Kosovo, admite en 1993 ante una comisión parlamentaria francesa que los albanokosovares no son una amenaza terrorista. Los resultados de los operativos son nimios: confiscación de algunos rifles de caza.
La improvisación y el cinismo riegan las cancillerías europeas. Las peleas son palpables durante las negociaciones de Dayton, que ponen fin a cuatro años de guerra, terror y genocidio en Bosnia-Herzegovina.
"La Comunidad Europea no existe como una única entidad negociadora", explicará años después el diplomático estadounidense Richard Holbrooke, gestor del plan de paz.
En realidad, Dayton legaliza las conquistas bélicas de los radicales e impide el regreso de un millón de refugiados bosnios. Todo el mundo tiene prisa por conseguir un trozo de papel que salve la cara a una diezmada comunidad internacional incapaz de parar los pies a los criminales de guerra serbios.
Pero la prisa es enemiga de la eficacia. A nadie se le ocurre plantear el problema de Kosovo ante un Milosevic que a finales de 1995 está contra las cuerdas.
Los que aseguran que el círculo violento balcánico se cerrará en Kosovo son tachados de aguafiestas.
La 'serbiatización' de Kosovo se combate con una 'albanización' acelerada en las zonas controladas por los guerrilleros del Ejército de Liberación de Kosovo, nacido en las postrimerías de 1996.
Los jóvenes albaneses han cambiado la resignación y la apatía por una gran moral de combate. En el primer trimestre de 1998 se producen varias matanzas. Los puentes entre ambas comunidades están completamente destruidos. No hay espacio para la neutralidad. Si alguien muere, la culpabilidad recae sobre la comunidad contraria a la de la víctima. Los meses pasan y los muertos se acumulan.
De nuevo en la encrucijada, desolados ante el nuevo matadero en un país imposible, la solución llega del cielo en forma de bombas inteligentes en marzo de 1999.
El escritor Jean Cocteau comentó un día: "Lo malo de nuestro tiempo no es la estupidez, pues siempre la ha habido; lo malo es que hoy la estupidez piensa". Aplíquese dicho pensamiento a los responsables de las instituciones políticos-militares europeas y se entenderá mejor lo que ha ocurrido en los Balcanes y en Kosovo desde finales de los 80.
* Fe de errores: en un principio en el texto ponía por error ultraliberalismo cuando debería poner ultranacionalismo.
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