En España se ha vivido muy bien. Durante un montón de años, se ha vivido para gastar y disfrutar. Este país había sido pobretón y reprimido (ojo, que esto lo digo sin mala leche porque más pobretones y reprimidos siguen siendo los de mi pueblo), y de repente se sintió rico y 'sexy'. Llegó la democracia, empezaron a llover los 118.000 millones de euros de las ayudas europeas y la gente se soltó el pelo: desde el 'destape' hasta hoy, España decidió ir en bragas y en descapotable. Eso ha tenido sus efectos negativos, y los vemos ahora. El derroche, la corrupción, la frivolidad. Pero, francamente: ¡qué fiestorro!
Lo malo de las cosas buenas es que se acaban, y llegan las cosas chungas.
Yo me quedé hecho polvo cuando el Ahmed nos dijo que se iba. Lo dijo de pronto, sin avisar. Llevaba días callado, como rumiando una idea, pero pensé que sería algún asunto moro, no sé, un ayuno, o una de esas ventoleras con Alá que tenía de vez en cuando, o los desastres del Real Madrid, que le afectan mucho. Y resulta que una noche nos suelta que se larga, a conducir un taxi por Argel. Allí estará ahora, puteando a los clientes, con esa mala leche que a mí me hacía tanta gracia, y que tanto habrá contribuido a crispar, me imagino, el ambiente del sector del taxi y, en general, del tráfico rodado argelino.
Cuando se van los amigos, uno se queda cavilando. Le pregunté al Vladimiro y contestó que él pensaba seguir aquí, currando en el bar. El Vladimiro lo tiene fácil porque se ha echado novia en serio y quiere casarse. Según lo veo, en cuestión de 10 años el Vladi va a estar más españolizado que el brazo incorrupto de Santa Teresa, y lo mismo termina votando a un partido contrario a los inmigrantes. Suele pasar.
¿Qué hacer? ¿Cómo capear la puta crisis? Lo de ser inmigrante en paro mola poco. Últimamente pillaba unos currillos, por día y en negro, que ríete tú de la esclavitud. Y encima había que dar las gracias. Venga cavilar y cavilar, ¿qué hacer?, cuando me acordé de mi tía Danuta, mi tía preferida. La tía Danuta podía serme de gran ayuda, pero para contar con ella tenía que volver al pueblo, después de tantos años.
Desde mi pueblo escribo esta despedida. Quería dar las gracias a la gente de soitu.es, por darme trabajo montando la sede. Quizá este momento de emoción no es el más apropiado para decirlo, pero mejor lo digo: señor Gumersindo y compañía, que sepan que hice una chapuza con los desagües y un día u otro se va a inundar la oficina; no fue por maldad, es que ese día había quedado y tenía prisa. Y también les doy las gracias por darme un trabajillo luego como comentarista insolvente: anda que no me han pagado cañas los de soitu.es. Y les pido disculpas por desaparecer durante semanas (el viaje de vuelta es largo) y despedirme así, de sopetón.
Sobre todo, quería dar las gracias a quien tenía paciencia de leer mis chorradillas.
Bueno, llegó el momento de decir adiós a los amigos españoles, y de encontrar a la tía Danuta. Ay, la tía Danuta. Recuerdo que la enterramos por aquí, muy cerca de casa, con todos sus dientes de oro. Espero que nadie de la familia se me haya adelantado.
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