Cabría preguntar cuántos de los que van a emocionarse con 'Retorno a Hansala', de Chus Gutiérrez, entienden que ha llegado el momento de apretarnos el cinturón los unos por los otros. Una película oportuna para una decisión ineludible.
La mar en calma suele arrastrar la noticia en la portada de los periódicos: cadáveres de africanos sobre la arena de las playas del Sur y las Canarias. Antes de arribar a la costa, el mar ha desarbolado su quimera. Lo que le decidió a Chus Gutiérrez a escribir su último guión fue además otra aventura, la de un empresario de pompas fúnebres en apuros. El encuentro y convivencia de Martín, José Luis García Pérez, y Leila —extraordinaria Farah Ahmed— , una emigrante que la tragedia devuelve momentáneamente a su pueblo cerca de Beni Mellal, es el núcleo de 'Retorno a Hansala'. Su periplo en coche de duelo es el hilo conductor de esta historia que nos muestra una realidad y plantea la gran pregunta: ¿por qué los inmigrantes no quieren vivir en lugares como esa región del país magrebí donde perduran muchos valores que a este lado del Estrecho hace tiempo que hemos perdido? La respuesta ni está escrita en el viento ni se la ha tragado el océano. Simplemente nos quedamos con el interrogante, aún después de ver esta producción española.
'Retorno a Hansala' discurre entre el documental y la ficción, pero es cuando nos descubre la vida de un pueblo del Atlas donde adquiere para nosotros un sentido y una emoción que trasciende lo meramente cinematográfico. Si apostamos por un cine comprometido y solidario que nos ayude a entender la realidad, 'Retorno a Hansala' puede ser nuestra película de la semana, aunque le podamos poner alguna pega a la credibilidad de la construcción argumental. Me viene a la memoria '14 Kilometros' de Gerardo Olivares. Ambas nos invitan a mirar al otro lado del Mediterráneo y del Atlántico para comprender a esos hermanos cuyas condiciones son materialmente peores que las nuestras. Arriesgan todo por un sueño —¿equivocado?— que anida en sus corazones y les impulsa a emprender la travesía.
Valoración: 7/10
Siempre que leo una necrológica sufro una incomodidad: ¿es decente aprovecharse de un muerto —la remuneración; aún peor, el reconocimiento de autor, la fama—, muy particularmente si ese muerto nos es próximo, si es una persona querida, si duele? Además, ¿no pervierte el dolor decirlo a voces? Claro que ese dolor público nos ha dado, por ejemplo, las "coplas" de Manrique, aunque algún malintencionado pudiera cavilar que tanta perfección en el decir, tan rica exposición del pensamiento, apunta a que Manrique piensa en su propia muerte, que si la de su padre le importara la llorase donde nadie le oyere. Exploremos en esa dirección: lo que le importa a uno es uno mismo. Cuando lloramos a otro le sacamos la lengua existencial a la parte de ellos que nos toca. O sea, a nuestra parte. Expuesto así es más crudo, pero menos objetable.
Viene esto a colación de 'Retorno a Hansala' donde incluso se plantea la cuestión en especie: ¿es ético que un empresario de pompas fúnebres cobre la repatriación de los cadáveres, cuando ni los que mueren ni a los que se les han muerto tienen con qué pagarlo? ¿Cómo se le queda a uno la cara sabiendo que esa película es necesario que le sea rentable? Todo el que escribe, filma, compone, cuenta, es un vampiro. Pero lo bueno del vampiro es que mantiene la sangre circulando.
NOTA PARA QUIENES SE TOMAN AL PIE DE LA LETRA LO QUE LEEN:
Valoración: 7/10
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