MADRID.- "Deposito el libro que siempre quise escribir, en el que estoy yo, con mis demonios familiares y también mis ángeles". Con esta declaración, y respaldada por los aplausos, la escritora Ana María Matute (Barcelona, 1926), se ha convertido en la primera mujer que ha depositado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes "su depósito más valioso: un libro".
Matute sólo ha dejado intuir que el libro que permanecerá en la caja de seguridad número 1.526 hasta el 26 de julio de 2029 se trata de 'Olvidado Rey Gudú', publicado en 1996. "Sólo podía legar lo que ha sido para mí, toda mi vida, la literatura, con la intención de que me recuerden con él, para que, dentro de 20 años, vuelva a estar viva en la memoria de los lectores", ha añadido.
"No se trata de un libro fantástico, sino mágico, pero porque la vida, si uno se fija bien, es mágica", ha afirmado la escritora, que ha puesto como ejemplo el nacimiento de su hijo, que valora "como un milagro". Tras ser obsequiada con una llave simbólica de su caja y un certificado acreditativo de la misma, la novelista ha agradecido "poder legar aquí su obra", en una iniciativa que le parece cada vez "más original y más bonita".
Por su parte, la directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel, ha destacado que, a partir de ahora, la Caja de las Letras que alberga los retazos de la cultura hispana, cuenta con la literatura de una de "las mejores escritoras en español del siglo XX que ha observado la realidad desde una perspectiva privilegiada, nada ñoña, más bien contestataria, indómita y risueña".
La escritora, que tiene en su haber algunos de los premios más importantes de las letras, como el Premio Nacional de Literatura es, también, "por ahora", la única mujer que tiene un asiento, el 'K' en concreto, en la Real Academia de la Lengua Española. Pero la novelista resalta que no es culpa suya ser una mujer pionera, sino que "ocurrió así porque la sociedad española era así, como la europea y la mundial".
Para Matute, la escritura "ni es profesión ni es vocación, sino una manera de estar y de ser, muy bonita además, que tiene como finalidad ser compartida". "Un libro y un escritor no existen si no tiene quien lo lea", señala la novelista, que explica que si dentro de 20 años se lee en una pantalla de ordenador o a través del móvil, le es indiferente, porque "lo esencial reside en el espíritu de la obra, en su lenguaje y en el mundo que contenga".
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