Tokio es la ciudad más cara del mundo. Lo dice The Economist en su nueva estadística anual, que revela cómo la ciudad nipona ha pasado del séptimo al primer puesto en un año. ¿Y esto por qué? Pues básicamente por las fluctuaciones que han vivido las divisas en la última temporada (lo mismo ocurre con Londres, por ejemplo). Para saber cómo es el día a día de alguien normal en Tokio, preguntamos a nuestro corresponsal urbano. Y éste es el relato de su cotidianidad (y de los yenes que se le van en ella).
TOKIO (JAPÓN).- Yo tengo un problema, y es que cuando la cosa no va muy bien y se me tuerce la semana, me da por comprarme ropa como si fuese una ricachona de esas de las series americanas. Ojo, que soy un tío, aunque animarme me animo igual, pero la cartera me suele dejar claro que esto no hay que repetirlo mucho y que mejor, para curar las depresiones, me compre tabletas de chocolate, que eso lo lleva mejor.
Así que después de la pedazo de chamarra que me he comprado este fin de semana, que anda que no mola, he decidido apuntar los gastos y de paso que quede constancia de lo que un chico sin demasiadas pretensiones, de clase y altura bastante media, se gasta en Tokio un día cualquiera.
Empezamos la jornada con un despertador de diseño impecable aunque inoportuno sonido mañanero: el iPhone cuya factura mensual me cuesta 9.500 Yenes (75€) incluyendo tarifa plana de datos.
Me ducho mientras pienso que la factura del agua ha sido de unos 3.000 yenes (24 €), casi el doble de lo habitual porque el mes pasado, con el frío que hizo, me daba un baño bien caliente todas las noches para entrar con ganas al futón. La de la luz también se duplicó por culpa de las estufas, y he llegado a pagar unos 7.000 yenes (55€), pero es que en mi casa, esa que parece que tiene paredes de papel y ventanas de cartón, hace un frío que pela y escarcha.
Como hace mal tiempo, cambio la bici por el tren y pago religiosamente el billete: 210 yenes (1,6€) por cuatro estaciones.
Lo más parecido al café y el pintxo en Tokio es entrar en una cadena de cafeterías cualquiera y pedir el líquido torrefactado junto con un bollo o bocadillo. Yo me pido uno de los últimos, de jamón y lechuga, y junto con el café me sale por 560 yenes (4,5€).
Esto de programar también da hambre, así que a media mañana me voy a una de las tiendas de conveniencia, y me agencio un botellín de té verde y un onigiri por 275 yenes (2,2€).
Y como estoy bastante ocupado, decido comprar la comida en un sitio de estos que te ponen para llevar en vez de ir a un restaurante, y consigo un tupper cargado de arroz con trozos de pollo rebozado y algo de verde por 390 yenes (3€). Un menú del día me habría salido por unos 700 yenes (5,5€), y es que la comida es una de las cosas más baratas, y a la vez de mayor calidad de esta ciudad.
Vuelta al tren para ir a Karate, esta vez el billete sale por 190 yenes (1,5€) aunque la distancia es bastante mayor, pero es que tengo la mala suerte de que la línea que me lleva a casa es privada y de las más caras de Tokio. Encima, como estamos a principios de mes, me toca pagar Karate y le doy al profesor 8.000 yenes (63€). Mañana me tocará pagar a la profesora de ceremonia de té, que cada clase cuesta 1.500 yenes (12€), con lo que cuatro al mes salen por 6.000 yenes (48€).
Acabo destrozado, pero contento y con muuucha hambre. Esta vez decido pasar por el supermercado y cocinarme yo algo, que por algo soy de la tierra de Arguiñano. En la cesta meto media docena de huevos que me vale 198 yenes (1,5€), cuatro patatas pequeñas por 354 yenes (2.3€), una botella de agua de dos litros que vale 157 yenes (1,2€), cinco manzanas por 370 yenes (2,95€) y una tableta de chocolate por aquello de animar el ánimo por 120 yenes (0,95€).
La factura del gas que alimenta el fuego con el que me hago la pedazo de tortilla que voy a cenar me costó 2.500 yenes (19€), pero también es verdad que casi no cocino últimamente (si habláis con mi madre, decirle lo contrario).
Pienso que quizás vivir en Tokio no es tan caro... si no fuese porque pago 73.000 yenes de alquiler (583€) por un piso de 20 metros cuadrados alejado del centro.
Aunque claro, esto lo pienso hoy, que estamos en el año 2009 y viniendo del euro.
También viví seis meses en Tokio en el 2001, cuando todavía andábamos con las pesetas por allí, y la diferencia me pareció tan abismal que pensé que iba a tener que hacer integrales con la lista de la compra para poder vivir.
No es que en Japón hayan bajado los precios, es que el euro nos los ha subido a nosotros.
¡Ah! Por cierto, la chamarra me costó 9.800 yenes (78 €), ¡a ver si la amortizo y ligo!
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