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a.C (antes de Cristo) ahora significa antes de la Crisis

  • Las mismas siglas que marcaron el comienzo de una era explican un nuevo cambio
  • Estamos asistiendo al clímax de la sociedad de riesgo de Beck
  • "La sociedad responde de forma histérica y nadie plantea un cambio de gestión"
Por PILAR PORTERO (SOITU.ES)
Actualizado 09-03-2009 17:50 CET

Anestesiados ante la rapidez del cambio económico, la sociedad civil —tú, yo, aquél— hemos asumido el papel de responsables sobre los que recae el peso de la recuperación. Las siglas que durante siglos han servido para expresar un cambio esencial en la Historia deberían recordarnos que está en nuestras manos crear un modelo económico sostenible que vaya más allá de resucitar el que nos ha empujado a despeñarnos.

a de C (antes de la Crisis) se ha convertido en la forma de fechar esta nueva era. "Yo antes no preguntaba ni el precio de los tomates y ahora los compro por unidades"; "yo antes iba a pedir un crédito para adquirir una casita en el campo y ahora tengo que vender la mía antes de que se la quede el banco"; "yo antes si pasaba por Zara salía con una bolsa y ahora ni entro". Nadie duda ya de que estamos protagonizando un crucial hecho histórico que nuestros nietos estudiarán en los libros como el año que cambió el mundo. Tú podrás presumir de haber nacido antes de la crisis. Y si tienes conciencia social, de haber contribuido a domesticar el neoliberalismo galopante.

Parece que hace siglos que padecemos los efectos de la crisis, sin embargo fue en septiembre pasado cuando Lehman Brothers quebró y comenzamos a ver las orejas al lobo. Seis meses en los que de 2,6 millones hemos pasado a casi 3,5 millones de parados. Días de récords económicos negativos, en los que el corto plazo es lo único que cuenta. Los hechos consumados han provocado un cambio de actitud radical. El proceso de adaptación a la nueva realidad se ha producido de la noche a la mañana. No hace falta haber perdido el empleo para saber que hoy lo tienes, al día siguiente no lo tienes. La seguridad es un concepto que se ha esfumado. Ahora se maneja la idea de "antes de la crisis" para referirse a esa época en la que alimentar las exigencias del mercado se convirtió en una prioridad y que enterramos oficialmente el último trimestre de 2008. "Antes de la crisis, bajaba la producción un 2% y nos volvíamos locos hasta que lográbamos recuperar el ritmo, en tan sólo unos meses estamos produciendo un 40% menos, porque no hay demanda, y no nos ha dado un infarto. Si me llegan a contar hace un año que esto iba a estar sucediendo, me habría parecido imposible, surrealista", comenta en privado el responsable de marketing y publicidad de una gran compañía automovilística.

En junio de 2008, el 37% de la población española veía la situación económica regular, un 36% mal y un 17% muy mal, según el barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas). La percepción en febrero de 2009 ha variado bastante, y a peor. Ahora sólo un 21,7% sigue pensando que las cosa marchan ni fu ni fa, mientras que el 41,1 % lo ve negro y más negro todavía el 33,5%. La capacidad de asimilación del cerebro humano permite poner al servicio del panorama que surge de improviso los mecanismos para digerir una alteración tan brusca del estilo de vida, pero se tarda más en comprenderlos. "Estamos como conejos, paralizados y desorientados ante los focos de un coche. Nos hemos quedado sin suelo ni marco, nos encontramos en caída libre. Los supervisores del sistema han permitido un fraude global y nos hallamos en una especie de economía de guerra. Hay una crisis ideológica y la sociedad sólo responde desde el temor, de forma histérica. Nadie se plantea un cambio en el modelo de gestión. A los mismos que nos han llevado a esta crisis se les está dando el dinero para que nos saquen de ella, sin valorar otra alternativa". Para Fernando Vidal, profesor de Sociología y Trabajo Social de la Universidad de Comillas, la sociedad civil debe desempeñar un papel activo en la resolución de la crisis avanzando hacia el cooperativismo, el comercio justo y el consumo responsable.

Quizás estemos asistiendo al culmen de la sociedad del riesgo, concepto acuñado por el aplaudido sociólogo alemán Ulrich Beck en su libro 'La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad' (1986) en la que advertía de una serie de movimientos más o menos silentes que apuntaban un importante cambio. En esta moderna sociedad el nuevo proletariado de cuello blanco y corbata no se reconoce como tal. La individualización y el vacío político empujan a buscar una nueva identidad. "En situaciones de clase el ser determina la conciencia, mientras que en situaciones de riesgo es al revés, la conciencia determina el ser", reflexiona Beck con clarividencia. Este profesor de universidad de Múnich reflexionaba recientemente al hilo de la crisis: "Muchos problemas, como por ejemplo la regulación del mercado de divisas, así como el hacer frente a los riesgos ecológicos, no se pueden resolver sin una acción colectiva en la que participen muchos países y grupos. Ni la más liberal de todas las economías funciona sin coordenadas macroeconómicas" (El País). Y es que las diferencias no se circunscriben sólo al primer mundo y a los países periféricos, sino a la brecha que divide a quienes se han beneficiado de la globalización de los riesgos financieros, los dominantes en el sistema, y a quienes deben ahora pagan las consecuencias del 'laissez faire'.

"Habrá que ver qué otros conflictos sociales y políticos conllevará lo que está sucediendo, porque la ola social aparece más tarde que la económica. Hay dos años de subsidio por delante, pero ¿qué pasará en 2011 cuando se termine? Es necesaria una reforma del sistema educativo porque un un tercio fracasa en la escuela y la mitad en la universidad y saber cómo orientar el tema migratorio —un móvil para la economía— para evitar la xenofobia. Si no abordamos estos asuntos, el sistema será como un casino global, en el que sólo uno gana y la mayoría perdemos", analiza el profesor Vidal.

Anthony Giddens, gurú de la sociología gracias a la teoría de la 'Tercera Vía' que desarrolló para Tony Blair, en la que casa el libre mercado con la idea redistributiva del socialismo tradicional, apunta un camino similar: "Vivimos una transición hacia una sociedad cosmopolita global impulsada por las fuerzas del mercado, los cambios tecnológicos y las mutaciones culturales que no es dirigida por la voluntad colectiva. La modernidad es una especie de 'máquina loca' que sigue su camino más allá de la voluntad de la gente. Sin embargo, creo que la voluntad colectiva de conducir el cambio y limitar, o por lo menos controlar, el libre mercado, va a volver a estar a la orden del día". Comenzar a tomar la iniciativa puede ser el único recurso para enfrentarse al miedo paralizador, para romper con el silencio impuesto desde el poder en aras de la responsabilidad colectiva. La revolución social puede ser tan obligatoria como el sacrificio que se exige a los que siempre se sacrifican.

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