"Sólo un perfecto imbécil diría que Rajoy no es el líder ideal en este momento", gruñe Fraga Iribarne. Yo pienso que Rajoy no es el líder ideal en este momento (ni en ninguno). Y me gustaría decirlo, pero la verdad es que no me atrevo. Don Manuel, a sus 86 años, me sigue dando un poco de miedo. O incluso algo peor, porque ya no es sólo el pavor atávico de la segunda mitad de los setenta, cuando era ministro de Gobernación ("¡La calle es mía!"). Lo que siento ahora cuando veo ladrar a don Manuel es una mezcla de miedo y asco. Viejo y decrépito, aferrado a la política, incapaz de mostrar rechazo por la dictadura franquista, Fraga sigue representando todo aquello que detesto: la soberbia, la arrogancia, la vanidad, la represión, el franquismo...
Pero lo peor no son las palabras de don Manuel, sino el tono con que las pronuncia. Seguramente se trata de un mensaje para navegantes de su propio partido, pero no por eso resulta menos crudo y violento. Un demócrata jamás debería hablar así. Y don Manuel, no lo olvidemos, es un demócrata de los pies a la cabeza. Lo que pasa es que todos tenemos derecho a cambiar: él ya lo hizo una vez.
En cualquier caso, los políticos deberían cuidar su lenguaje. Hace sólo unos días otro gallego de pro, el líder del PP en Ourense, llamó "maricón, sinvergüenza y miserable" a Manuel Vázquez, conselleiro de Medio Ambiente y cabeza de lista del PSdeG por esa provincia. Esas no son palabras para todo un líder del PP. Deberían aprender del presidente del Gobierno...
Hablar no cuesta nada. Pese a tan magnífica relación calidad-precio, Zapatero apenas suelta palabra. Han pasado días desde las elecciones gallegas y vascas y aún no he escuchado al presidente un análisis de los resultados. ¿Por qué calla Zapatero? Porque tiene otras cosas en la cabeza...
Lo de Zapatero es un cante. Pero cantar, cantar, lo que se dice cantar... José Manuel Martín, alcalde de Alcaucín. Cuentan que 'el Patillas', así se conoce a Martín en círculos flamencos, es un artista del urbanismo salvaje y los cantes desgarrados que, no se lo pierdan, borda los fandangos, las soleares... y a partir de ahora, el cante por carceleras.
¡Qué temple! ¡Qué pellizco! ¡Qué quejío! ¡Qué imputaciones! Cohecho, blanqueo de capitales, falsedad, prevaricación, tráfico de influencias... Emocionante el cante de 'el Patillas', edil socialista que sin duda ama su tierra más allá de poses y pantomimas. La ama hasta el punto de urbanizar en suelo rústico y después legalizar las viviendas. La quiere tanto que no ha podido sino convertir Alcaucín, un pueblo de 2.500 habitantes, en una de las mecas nacionales del ladrillo: entre 1998 y 2007 ha pasado de tener siete constructoras a tener 41.
No se les ocurra culpar a este hombre de rapacidad o avaricia. Es, simplemente, un tipo visionario y previsor. Visto lo sucedido con Bernard Madoff y demás buitres financieros, 'el Patillas' prefirió guardar sus ahorros (160.000 euros) en un lugar realmente seguro: debajo del Pikolín. Con ellos, no lo duden, pensaba construir un centro de salud o una residencia geriátrica para sus vecinos.
'El Patillas' cantará como nunca ante un público escaso, pero selecto: el juez. Es una buena noticia para los miles de ciudadanos que vivimos en pueblos pequeños, que no son ni Marbella ni Majadahonda, pero también tenemos nuestro corazoncito y sufrimos el azote de la corrupción urbanística. ¿Saben que en un pueblo pequeño, con apenas cien habitantes, también pueden darse casos de corrupción municipal? En uno de estos apacibles lugares castellano manchegos, un terreno rústico de apenas una hectárea, con cuatro encinas y dos olivos, puede costar 6.000 euros... pero si por arte de magia (o de recalificación corrupta) se convierte en urbanizable y puede albergar 30 chalets, su precio se dispara hasta más de 300.000 euros.
De la misma forma en que no hay crímenes pequeños, no hay pequeños delitos urbanísticos.
Como cada miércoles publicamos un podcast en el que Albéniz pincha su música favorita. Country, blues y, por supuesto, rock and roll. Dale al play y a disfrutar.
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