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Giulio Andreotti reconoce que no es "un santito"

EFE
Actualizado 05-03-2009 19:04 CET

Roma.-  El senador vitalicio democristiano Giulio Andreotti reconoce que no es "un santito", afirma que no ha "asesinado a nadie" aunque admite que,probablemente,"hay cosas buenas" que no ha hecho a lo largo de su vida.

En una entrevista concedida hoy a EFE, el maestro de las artes de la política italiana (Roma, 1919) recuerda su infancia de huérfano de padre, cuando "vivía con las cosas esenciales, sin lujos, pero estábamos contentos así".

De su madre cuenta que no tenía "la posibilidad de darme una cultura, pero sí una formación que me enseñó a respetar al prójimo".

En la educación del símbolo del político italiano por antonomasia tuvo una gran influencia -según explica- el padre Severino Tamburrini, el párroco que se ocupaba de los huérfanos "al que tenía veneración, fue como mi padre".

Él fue quien le enseñó a "respetar a todos" y algo en lo que insiste mucho: "a no perder los nervios".

"Si pierdes los nervios tu vida es difícil y también la de los demás" y Andreotti los controla. "No es que las cosas no me afecten pero no lo quiero mostrar, es soberbia lo sé, es un defecto pero soy así".

En su despacho del Senado, de paredes enteladas y mullidas alfombras, Andreotti, con sobrio traje azul marino, narra cómo se despertó su pasión por la actualidad "cuando a los 12 años mi madre me daba 40 céntimos de lira para la merienda y yo compraba los periódicos 'Il Gironale' y 'L'Osservatore Romano', porque me divertía saber lo que pasaba fuera de Italia, ensanchaba mi horizonte".

Andreotti mira al interlocutor cuando habla y junta suavemente las yemas de los dedos de ambas manos. "No hice el servicio militar porque no tenía capacidad torácica suficiente".

Entró en política en la Universidad Católica. "Me empujó mi curiosidad, mi pasión por las cosas prohibidas y empecé a entender la política, me apasionó y decidí colaborar con el partido. Así me encontré con Alcide De Gasperi", fundador de los Democristianos.

Para el que fue siete veces primer ministro de Italia y otras veinte ministro, apodado "Belcebú", "El Jorabadito" o "El Divino", "existe la razón de Estado porque hay intereses comunes que son superiores a los particulares".

Aunque la mafia quiso acabar con él y no pudo, Andreotti afirma parsimonioso que la decisión más difícil que ha tomado fue la elección entre Monarquía y República en 1946.

"No sabíamos lo que era la Monarquía, ni lo que era la República y Pietro Nenni, socialista y gran orador, decía 'la República o el caos', y yo tenia miedo de que con él hubiera República y caos".

Y con una cortesía exquisita pasa de puntillas sobre el peor momento de su vida con los procesos que sufrió por su supuesta implicación con la mafia y con el asesinato del periodista Mino Pecorelli en 1979.

Asegura que el máximo temor que ha sentido en política fue la amenaza comunista en Italia "dada la fuerza que tenían los soviéticos, que podían poner en tela de juicio nuestra vida democrática".

El hombre que lo ha sido todo en Italia y no ha llegado a ser reconocido como un padre de la patria por las dudas que planean sobre él, a pesar haber sido absuelto, ha sido considerado como el "enviado papal" por sus estrechas relaciones con todos los pontífices.

Con su fina ironía dice que la elección de Juan Pablo II le causó "muchísima impresión", no porque fuera polaco "sino porque era siete años más joven" que él. De Benedicto XVI asegura que tiene una "personalidad muy incisiva".

En cuanto a él mismo asegura no ser un "santito, pero cosas tremendas no hago. No sé lo que es la perfección".

Para el maestro de la persuasión "la fe es un regalo de Dios, que no la merece el que no la conserva", añade que a la hora de combinar religión y política: "creo que soy coherente. La vida no me exige, la religión sí y yo soy religioso".

Andreotti es ante todo, romano, y sentencia con ingenio: "Conozco hasta nuestros defectos, pero tenemos menos que los demás".

Aquejado de una permanente jaqueca, gusta de caminar solo por las calles de Roma y acudir a diario a las siete de la mañana a misa a la Iglesia del Gesú o a San Juan de los Florentinos.

Casado desde 1945 con Livia Danese reconoce que "es mi mayor confidente y si hubiera otras mujeres no se lo diría a usted".

Afirma no sentirse tan romántico "como para organizar una serenata" a su esposa, a la que declaró su amor en un cementerio.

Doctor en Jurisprudencia y periodista, asegura que nunca se aburre, además es "tifoso" (aficionado) del Roma y le encanta la pasta. No guisa, una vez intentó hacer un bizcocho "y casi quemo la cocina".

Lo único que no ha conseguido es ser presidente de la República, "pero ya ve, es un prisionero y no puede dar paseos como yo".

Cuando se le inquiere por proyectos de futuro responde: "Mire, he tenido una vida superior a otros. Mi futuro está en las manos de Dios, porque si miro atrás todos mis amigos están muertos".

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