La cripta global de semillas ya atesora 200 millones de simientes

Cumplido un año de su puesta en marcha, el banco mundial de semillas de Noruega lleva acumuladas 200 millones de unidades, pertenecientes a 400.000 muestras de simientes únicas, con lo que ha duplicado sus fondos en tan sólo doce meses de existencia. Para celebrar su primer aniversario, centros de investigación agraria de distintas partes del mundo le han despachado 90.000 muestras adicionales.

El depósito subterráneo se sitúa en la isla Spiztbergen del archipiélago noruego de Svalbard, próximo al Círculo Polar Ártico. Un escenario que parece sacado de una película de ciencia ficción, al estilo de esas "Zonas" herméticas en donde se custodian en estado latente recursos vitales que la Humanidad, en su carrera suicida, no supo preservar, y de los cuales tendrá gran necesidad tras la consabida hecatombe. Hasta aquí la realidad imita al cine.

Lo original del "Arca de Noé" escandinava radica en que, en vez de un holocausto nuclear, el desastre temido presenta la forma de calamidad ecológica (cambio climático, pérdida de biodiversidad), y que los bienes preservados no son ni ordenadores ni robots ni instrucciones a la posteridad, sino humildes semillas.

La iniciativa tiene antecedentes remotos. En el Egipto de los faraones solían dejar junto al sarcófago de la momia una provisión de alimentos y semillas, algunas de las cuales germinaron tras pasarse 3.300 años durmiendo en compañía del finado Tutankamón. Entonces no pensaban en salvar recursos de cara al futuro sino en que al muerto no le faltasen víveres en la otra vida. Las instalaciones noruegas persiguen un objetivo más mundano: salvaguardar un reservorio de biodiversidad para nuestros descendientes.

Los bancos de semillas han sido clave para garantizar la creación —por hibridación— de las variedades responsables de las ganancias en productividad agrícola de las últimas décadas. Hay en el mundo 1.400 instituciones de esa clase, que albergan un millón y medio de variedades. El noruego se distingue por su orientación futurista, al igual que el Millenium Seed Bank (Gran Bretaña), consagrado a las semillas de especies silvestres.

El 'Svalbard Global Seed Vault' —su nombre oficial— consta de tres salas excavadas a 130 metros de profundidad. Su ubicación responde a la costumbre de utilizar las rocas como "frigoríficos"; en esos parajes las semillas se conservarán 10.000 años, aseguran sus gestores (siempre y cuando no dejen de funcionar los congeladores que las mantienen a 18 grados bajo cero; a la temperatura ambiente de 5º bajo cero, aguantarían un par de siglos). Cuenta con capacidad para alojar hasta 2.000 millones de semillas; y la factura la pagan la ONU , Noruega y la Fundación de Bill Gates, entre otros mecenas.

Dato interesante: el banco no posee derechos de propiedad sobre las muestras almacenadas, que siguen perteneciente a los "depositantes" —instituciones de investigación agronómica de 104 países, principalmente— que tienen derecho exclusivo de acceso a ellas (como en las cajas de seguridad bancarias). De ese modo, las semillas depositadas funcionan como un "back up" de las colecciones dispersas por el planeta.

Personalmente, la viabilidad a tan largo plazo del proyecto me parece dudosa (¿qué institución puede garantizar el cumplimiento de sus planes durante tantos siglos?). De lo que no dudo es de su repercusión inmediata en los siguientes puntos: primero, financiar la catalogación e inventario de una parte de la biodiversidad; segundo, reforzar el sentimiento ominoso de amenaza ambiental que nos envuelve; tercero, demostrar que, pese a sus diferencias, las naciones pueden coincidir en algunas medidas conservacionistas; y cuarto, fortalecer la conciencia de nuestras obligaciones para con las generaciones futuras.